lunes, 25 de diciembre de 2017

Recuerdos del Instituto de Tánger.

MIRRICUIRDA 

Me piden que del IPE haga un relato
y en mi vida me he visto en tal aprieto,  
tanto tiempo pasó que estoy sujeto
a que se desmorone cualquier dato.
Quisiera realizar un buen retrato
de esos felices años, tan repletos
de sueños, de ilusiones y de retos.
Quien el pasado olvida es un ingrato.
Vuelvo a las aulas de mi adolescencia,
los viejos compañeros ya voy viendo,
ya retornan los paisajes, las esencias,
otra vez por la playa voy corriendo,
el levante ya aviva mi consciencia,
ya por el Bulevar me voy perdiendo…

Decía Max Aub que: “Uno es de donde hace el bachillerato”. Si coinciden el lugar de nacimiento y el de los estudios adolescentes, ya no hay la menor duda. Somos tangerinos. Somos de un lugar que ya no existe. Todo lo más, está en la nube, en ese misterioso espacio donde andan los datos de los móviles que se pierden o roban. “Se podrán recuperar porque están en la nube”, me dice con gran seguridad la joven dependienta de la tienda. Y resulta que es verdad. Hay por ahí un sitio, que debe ser enorme, donde van a parar millones de datos que a casi nadie interesan. Pues en algún lugar parecido deben andar las vivencias de todos los que pasamos por el Instituto en aquellos maravillosos años. Voy a intentar recuperar algunas.
Cursé la primaria en el Grupo Escolar España. Recuerdo que por entonces había un director al que los niños le teníamos pánico porque golpeaba a los más díscolos en la palma de la mano con una regla de madera. Hoy habría acabado en la cárcel o crucificado.
Al completar el ciclo infantil alguien de mi familia decidió que debía inscribirme en los Marianistas durante el verano. Se me fastidió el solaz de aquel estío pero resultó que, sin darme cuenta, hice el curso que se llamaba de Ingreso. Y ya que estaba, continué con aquellos señores de negro en primero y segundo de bachillerato. No fue hasta el tercer curso que llegué al Instituto. Lo primero que me llamó la atención, lógicamente, fue que en las clases había chicas. Algo insólito, espléndido y muy sugestivo.
Lo segundo, las instalaciones deportivas. En los Marianistas el deporte lo hacíamos en una angosta pista de cemento que rodeaba el edificio, embutida entre la fachada del colegio a un lado y un muro de considerable altura al otro. Un día, jugando un intenso partido de fútbol con un boliche de acero, un zaguero de los contrarios, al despejar con brío una veloz internada de mi equipo lanzó aquel artefacto redondo y férreo directo a mi tierna frente infantil. Aparentemente me recuperé del alevoso impacto pero no es descartable que todavía arrastre alguna secuela. Uno nunca sabe por qué hace determinadas cosas.
En el Instituto era distinto. Recuerdo con nostalgia infinita los memorables partidos que disputé en el magnífico Coto. Era más fácil regatear a los contrarios que mantener el equilibrio sobre aquel terreno en pendiente, lleno de hoyos, montículos y pedruscos. Muchas veces he rememorado un día que logré un fastuoso triplete. Fue espectacular. Corría como un gamo hasta un montículo que había cerca de la portería contraria, perfectamente delimitada por dos gruesas piedras, y al llegar a la cumbre le daba un puntapié al balón con todas las pocas fuerzas que me quedaban después de la carrera. Y a cada vez… ¡Goool!
He de reconocer que el portero rival colaboró con sus manos de mantequilla a mi día de gloria, pero no voy a dejar de enorgullecerme por una pequeña eventualidad sin importancia.    
De las clases de Educación Física también recuerdo con sumo agrado las falditas que vestían las chicas para la ocasión. ¡Qué bien les sentaban! ¡Cómo nos levantaban el ánimo! Eran como gráciles mariposas revoloteando entre los capullos. No estoy señalando a nadie, es solo una construcción poética. Seguramente aquellas lindas falditas estuvieron en el origen de apasionados romances. Alguno, aunque resulte difícil creerlo, ha sobrevivido al paso implacable de más de medio siglo de vida en común. Puedo dar fe de una pareja por lo menos. Una prueba de que los milagros existen.
En aquel tiempo era el Sr. Morla, recia figura, frente despejada y pulcro bigotillo, el que se azacanaba intentando mejorar nuestras incipientes anatomías.
Recuerdo a otros abnegados profesores.
El Sr. Luna, venerable apariencia, ponía gran empeño en inculcarnos la función clorofílica. Tenía por entonces edad provecta y era friolero. En los días de crudo invierno se hacía traer una pequeña estufa para calentarse los pies. Gastaba zapatos de gruesa suela de goma y los acercaba tanto a la fuente de calor que a los pocos instantes empezaban a desprender un espeso humillo. ¿Ante aquel espectáculo tan fascinante quién iba a preocuparse por la función clorofílica?   
Entre Quevedo y Zorrilla, arrellanado en la silla y fumando con boquilla con empaque y galanura, nos daba la asignatura de Lengua y Literatura el docto don Juan María que intentaba cada día que amásemos la poesía. No sé si lo conseguía.
El Sr. Cabanillas, breve de alzada, sobrado de genio, fue el responsable de que me decantara por el bachillerato de ciencias cuando en realidad lo que me gustaba eran las letras. No fui capaz de ir más allá de rosa rosae. La Guerra de las Galias era un galimatías indescifrable y las traducciones que conseguía después de ímprobos esfuerzos, un amorfo sinsentido.
En cambio don Tomás, compacto y dinámico, logró que las matemáticas me resultaran agradables. Era vehemente y derrochaba energía en las exposiciones. Un día nos explicó que a la Z había que ponerle siempre el palito del centro para que no se confundiera con el 2. Por no hacerlo así, él había perdido toda una mañana intentando resolver un problema. Ni que decir tiene que siempre le pongo el palito a la Z. Hay lecciones que nunca se olvidan.
En una de las fiestas de fin de curso que se celebraban en el salón de actos del Grupo nos hizo cantar a unos cuantos incautos aquella bonita canción que decía:
“Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis,
seis y dos son ocho, y ocho dieciséis.
Ya me sé la tabla de multiplicar
y antes del invierno me podré casar”.
Y encima disfrazados de baturros.
El Sr. Segura, porte nobiliario y gesto conspicuo, también resultaba ameno. Ilustraba sus clases de Historia del Arte con diapositivas y hacía que nos pareciera un poco que estábamos en el cine. Daba la impresión de disfrutar en exceso cuando interrogaba a algún alumno apuntándole con el puntero y poniendo el extremo del artefacto a escasos centímetros de su nariz. Cuando se proyectaba una imagen de Berruguete siempre le preguntaba a la misma chica. Hoy se habría considerado acoso, o mobbing, o algo así. Eran otros tiempos.
Recuerdo una mañana en que estábamos preparando la reválida de sexto. El curso normal había concluido y nos hallábamos solos en el Instituto. Tocaba clase de francés con una profesora de generosas proporciones a la que algún desconsiderado le había adjudicado un apodo un tanto cáustico. Se retrasaba y hacía una mañana espléndida, luminosa y apacible, ideal para pasear o ir a la playa. Alguien dijo: “¿Por qué no nos vamos?”. La idea la saludamos con entusiasmo y unos cuantos nos dirigimos inmediatamente a la puerta. El que iba en cabeza, al asomarse al pasillo gritó: “¡Ya viene por allí!”. En efecto, por el extremo del corredor podía divisarse la rotunda e inconfundible silueta de la dama, que se aproximaba con andar pausado y bamboleante. Aquello suponía una tremenda decepción. Nuestro gozo se iba al pozo. Ya nos habíamos hecho a la idea de salir a espacio abierto y no podíamos asimilar la frustración de seguir encerrados. Otro dijo: “¡Por la ventana!”. Y sin pensarlo dos veces allá que fuimos de cabeza cuatro o cinco. Menos mal que estábamos en la planta baja.
Nada más saltar al pasillo exterior uno de los fugados vio con pavor que alguien se acercaba por el lado izquierdo. “¡El Piqui!”, dijo con un hilo de voz. Presos de pánico corrimos hacia nuestra derecha y al doblar la esquina estuvimos en un tris de tumbar de un encontronazo al Sr. Cabanillas. Ya es mala suerte. Ni a propósito sale peor. Y todo por querer solazarnos un poco con la luminosa primavera tangerina.
Se nos sometió a un riguroso consejo disciplinario y algún exaltado planteó expulsarnos del colegio, pero después de largas y sesudas deliberaciones se impuso el sentido común y se conformaron con fastidiarnos la playa durante dos o tres sábados. ¡Qué tiempos más difíciles!
Recuerdo también como si la estuviera oyendo ahora mismo la campana que sonaba  al entrar y salir. Debo decir, sin ánimo de polemizar, que ahí existía una clara discriminación profundamente injusta. Primero entraban los chicos y después las chicas, ¿por qué no al revés? De común se me pegaban las sábanas y tenía que apresurarme para llegar a tiempo, lo que me provocaba un gran estrés. Salía corriendo de mi casa, en la calle Holanda, y en el cruce con Méjico me encontraba a menudo con Chitín, que venía corriendo desde la suya. Cargados con nuestras voluminosas carteras pasábamos corriendo por delante del cine Lux, bajábamos corriendo la cuesta, subíamos a la carrera la otra, y corriendo con la lengua fuera llegábamos al Instituto cuando estaban entrando las féminas. ¡Qué bochorno!  
Al circular por los pasillos, si no recuerdo mal, también se separaban a los chicos de las chicas. Sería para evitar aglomeraciones. 
Estas son algunas, pocas, vivencias que he podido rescatar de la nube.
¡Ah! Y el levante. Aquel soberbio e impetuoso levante que revolvía hasta las ideas y te incrustaba los granitos de arena en las cuencas de los oyos. ¡Qué maravilla!
Bueno, lo dejo porque estoy empezando a derramar lagrimones de nostalgia.


P.D. Mi más sincero agradecimiento y cariñoso recuerdo a aquel grupo de profesores que nos adiestró para transitar con mayor o menor fortuna por los caminos de la vida.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Extrema derecha versus extrema izquierda

Resulta cuanto menos chocante comparar el tratamiento que dan los medios y como reflejo, la mayoría de la sociedad, a esos dos conceptos, en teoría opuestos, pero tan miméticos en sus comportamientos. Para empezar, el lenguaje; primera batalla de cualquier guerra que se precie. Como es habitual, ganada con amplitud por la izquierda.
Un descerebrado de extrema derecha es un nazi, un fascista, o un facha. Punto. Tres vocablos con idéntico significado. Con una sola palabra fácil de pronunciar el individuo queda definido con todas las peores bajezas del ser humano.    
Un descerebrado de extrema izquierda, por el contrario, tiene definiciones mucho menos concluyentes. Los medios políticamente correctos le dan otro tratamiento. Antisistema, antifascista, okupa, o simplemente, militante de extrema izquierda. En la mayoría de las ocasiones al epíteto se antepone el vocablo joven, lo que dulcifica la definición. Aunque el elemento en cuestión tenga sus añitos, el ir precedido de joven, le da una cierta aura romántica que le quita acritud. No es lo mismo decir un antisistema que un joven antisistema, parece que el ser joven justifica ciertas cosas. Pelillos a la mar. Ninguna de las posibles definiciones lleva implícita la carga destructiva de facha. O es anti de algo, o sea, que se rebela contra alguna injusticia de la sociedad que lo maltrata; o se limita a ocupar algo que otros en principio no necesitan; o es un militante con determinadas ideas perfectamente legítimas.
Uno de este segundo grupo ha asesinado a un hombre dándole un golpe en la cabeza con un objeto metálico. Que el presunto asesino pertenece al segundo grupo está acreditado. Por eso enseguida se intenta buscar algún tipo de justificación. Se dice que la víctima era simpatizante de Falange. ¡Ah! De Falange, vaya. Eso de algún modo justifica la acción. Este mismo energúmeno hace años lanzó una piedra a un agente de la guardia urbana y lo dejó tetrapléjico. Por ello pasó en prisión dos años, o cinco, según las versiones que he leído. La victima está condenado a tetraplejia de por vida.

Parece que el motivo del asesinato ha sido una discusión porque el asesinado llevaba unos tirantes con la bandera española y eso molestó al presunto asesino, chileno de nacimiento al que se le otorgó la nacionalidad española. No sé si acogerse a la nacionalidad lleva implícito jurar la bandera, pero debería. Llevar la bandera de España, aunque sea de modo discreto, es para muchos un signo indudable de ser facha. Algo alucinante en cualquier otro país. Para esos mismos lucir ostentosamente el pañuelo palestino o una camiseta con la hoz y el martillo, por ejemplo, es signo de libertad y democracia que nadie debe cuestionar. Este presunto asesino es una escoria de la sociedad, un parásito que quiere vivir a costa de los demás, un exaltado peligroso que pretende derribar la sociedad que le acoge y tolera su comportamiento insolidario. Un auténtico descerebrado. Un facha. 

lunes, 11 de diciembre de 2017

Palabros

Decididamente el ejercicio de la política resulta cada día más complicado. No es de extrañar que solo las mentes más brillantes puedan dedicarse a esos duros menesteres. Pero incluso para los simples espectadores van surgiendo nuevas dificultades. Cuando, después de ímprobos esfuerzos, habíamos conseguido pronunciar multinacionalidad, nos vienen, sin tiempo para reponernos, con la unilateralidad. ¡Por favor! Un poco de tregua. Algunas cosas necesitan un tiempo para asimilarlas. Y no digamos para los propios políticos, sí, ya sé que son seres especiales, pero humanos al fin y al cabo, no se les puede exigir tanto. Ahí tienen por ejemplo a la señora Rovira, musa de ERC. Sin duda dama dotada de enormes conocimientos de todo tipo pero que por alguna razón tiene severas dificultades para expresarse en castellano. Parece que su propio partido le ha recomendado que se escabulla de los debates entre candidatos, siempre que se realicen en el idioma del gobierno central. Es natural, ¿cómo va a repetir unilateralidad varias veces en un espacio corto de tiempo? Ya son ganas de fastidiar. Si, a pesar de todo, no pudiera evitar la asistencia a alguno de esos debates tan ilustrativos, le recomendaría prepararse realizando algunos ejercicios fonéticos. Cada mañana, recién levantada y frente al espejo, deberá repetir: “El país está unilateralizado, el desunilateralizador que lo desunilateralizare, buen desunilateralizador será”. Estoy hablando solo de pronunciar los palabros correctamente y sin titubeos, otra cosa es lo que signifiquen, si es que significan algo. Pero eso tiene un interés relativo. ¿A quién le importa?
Cuanto más largo sea el palabro, más versado parece el que lo pronuncia y más pasmo produce en el que escucha. Así, resulta conveniente introducir en el discurso, por ejemplo, multiculturalismo o heteropatriarcado, aunque no vengan a cuento.
A veces resulta complicado resumir la expresión en un solo palabro y no hay más remedio que fragmentarlo, como por ejemplo, el hecho diferencial. Bonita expresión donde las haya, que aunque vaya separada en dos vocablos, ambos son indisolubles, porque cada uno por sí solo pierde el sentido para el que se creó; a saber, señalar las incuestionables diferencias entre individuos por el simple hecho de vivir en un sitio u otro, aunque se hallen separados por unos cientos de metros. Algo realmente sorprendente.

En definitiva, lo importante es introducir en el debate nuevos conceptos que enriquezcan la comunicación y contribuyan a superar las dificultades de entendimiento derivadas de los genuinos hechos diferenciales. Se trata, sobre todo, de poner encima de la mesa las líneas rojas que, en un escenario de diálogo de progreso y cumpliendo el mandato de la ciudadanía, consigan abrir espacios de convivencia para articular un debate de progreso en este país, porque siendo más lo que nos une que los que nos separa, podamos encontrar las herramientas para una confluencia de progreso, y por ello se hace más necesario que nunca mover ficha para explorar otras vías alternativas de progreso. Creo que ha quedado claro.  

domingo, 10 de diciembre de 2017

Flatulencias

Josep Rull: "Las hamburguesas de la prisión estaban quemadas y la comida era muy flatulenta"

Al salir de la cárcel con fianza,
declaró el tal Rull con impaciencia
que en prisión, al ser mala la pitanza,
le provocaba grandes flatulencias.
Es enjuto el tal Rull, más bien delgado,
otros hay que se ven muy más lustrosos,
si el tal Rull no come demasiado
otros habrá que coman como osos.
Si a todos les producen tales flatos
las comidas que dan en las prisiones,
cuanto más se rebañen esos platos
más duros serán los retortijones.
Dada la ingente cavidad ventral
del orondo y voraz señor Junqueras
es una deducción elemental
que estará espeso el aire en Estremera.
Pobre de aquel que esté en las cercanías;
al colega de celda compadezco,
cuando lance el buen señor la artillería
serán como misiles esos cuescos.

sábado, 9 de diciembre de 2017

Oda al nuevo Espartaco.

Le citó la juez Lamela,
Espartaco olió el talego,
tomó las de Villadiego
y se refugió en Bruselas.
Redentor de esclavizados,
al viento el grácil flequillo,
con su babero amarillo
tiene al pueblo obnubilado.
¡Oh! Padre de la nación,
¡Oh! Mesías provinciano,
extiende tus recias manos
y esparce tu bendición.
Gran genio de la espantada,
tu leal ciudadanía,
acude a ti en romería
para apoyar tu escapada.
Valeroso gladiador,
titán pleno de virtudes
que en olor de multitudes
quiebras el yugo opresor.
Por amor a este tu poble
preferiste el duro exilio
a un confortable presidio.
¡Qué valor! ¡Qué gesto noble!
¡Qué muestra de abnegación
al rechazar el arresto
y decir: -Aquí estoy presto
a sufrir por mi nación!
¡Qué señorío de cuna!
¡Qué frondosa cabellera!
Más gallardo no lo hubiera,
en república ninguna.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

El fugitivo de Bruxelles






En la película de 1996 “Mars Attacks!”, hay una escena en que el general en jefe de las fuerzas de EE.UU. se enfrenta al embajador de los marcianos. El militar se pone a amenazar furibundamente a los invasores y les advierte que va a destruirlos con su potencial bélico, pero debido a alguna artimaña del visitante, se va haciendo más pequeño a medida que grita intentando intimidarlo. Cuánto más grita más pequeño se vuelve, y llega a hacerse tan diminuto que el malvado marciano no tiene más que pisarlo y restregar la suela sobre él como si de una colilla se tratara. Queda claro que el militar es un idiota inconsciente que sobrevalora su poderío y desconoce por completo el del contrario. Vamos, un auténtico cretino.
No sé por qué, me viene a la mente esta escena cada vez que veo y oigo al fugitivo de Bruxelles, o de Brussel, amenazar con esto o aquello. A veces el subconsciente nos plantea extrañas semejanzas.

Si me preguntan por qué digo Bruxelles o Brussel, en vez de Bruselas, si estoy redactando en español, no lo sé. Por lo mismo que todos dicen Lleida o Girona, en vez de Lérida o Gerona cuando hablan o escriben en español. O sea. Pues eso.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

La parábola (real) de la montaña.

La Guardia Civil ha presentado el balance de su actividad en montaña del año 2017, y nos hemos enterado de que hasta ese momento llevaba rescatadas a 554 personas que se encontraron en dificultades al no poder superar por sí mismas la aventura que habían emprendido. Entre ellos no deja de sorprender el caso de dos jóvenes independentistas que se vieron obligados a reclamar el auxilio de los GREIM (Grupos de Rescate Especial de Intervención en Montaña). Ocurrió en el pasado mes de junio, los dos intrépidos aventureros decidieron, en un acto de valor sin parangón, que debían colocar una estelada en lo más alto del Pico del Alba, en la provincia de Huesca. Sin duda es una acción de gran heroísmo entrar en territorio enemigo y colocar una bandera en la cima de una montaña. Una gesta de esa dimensión tiene forzosamente que añadir nuevos acólitos a la causa. Pero hete aquí que a los valientes alpinistas les debieron faltar las fuerzas y quedaron atrapados antes de coronar la cima. La familia, ante la falta de noticias, no tuvo más remedio que pedir ayuda a la Guardia Civil, nada menos. A ese mismo odioso cuerpo que han estado reprobando, insultando, expulsando de los hoteles, montando caceroladas para evitar que descansaran, acosando a sus niños en los colegios, y demás hostigamientos que todos conocemos. Me imagino el sufrimiento de las familias, si también son independentistas, al tener que superar el difícil trance de demandar ayuda al enemigo. Y supongo que los heridos aceptarían el auxilio que les llegaba con mohín desdeñoso y “por imperativo legal”, igual que acatan otras cosas. El caso es que debido a la demora en dar aviso, la oscuridad se les echó encima y los dos jóvenes debieron pasar la noche en la montaña, porque hasta el amanecer no pudo operar el helicóptero de salvamento. Pudieron soportar las bajas temperaturas de las cumbres gracias a la bandera que llevaban, que les sirvió para abrigarse del frío. Esa creo que es la moraleja de la historia. Una bandera siempre es una bandera, por mucho que la vituperen algunos infames que llegan a calificarla de trapo. He ahí la prueba de que una bandera puede salvarte la vida. 

jueves, 23 de noviembre de 2017

La desventura de España

“La desventura de España es la escasez de hombres dotados de talento”, decía Ortega y Gasset hace un siglo. Desde entonces hemos ido a peor. Nuestra desventura consiste en que cualquier individuo mediocre se cree capacitado para dirigir la vida de los demás, y a nadie le sorprende tamaño disparate. Un médico, un ingeniero, un juez, un arquitecto o cualquier otro profesional de cierto nivel, necesita muchos años de estudios y acreditar fehacientemente los conocimientos necesarios para ejercer su profesión antes de que la sociedad acepte que la ejerza. A un político no se le exige ni el certificado de estudios primarios, nada se le exige. Es inconcebible que a una persona que va a controlar millones de euros de nuestros impuestos, de nuestro dinero por tanto, y que va a incidir de modo muy directo en las vidas de todos nosotros, no le exijamos que acredite unos determinados conocimientos antes de acceder a la política. Cualquier ignaro sin preparación, sin experiencia, sin currículo que lo acredite, dice que va a arreglar el mundo y la gente se lo traga y le vota. Es un hecho ciertamente asombroso.
Para ser político bastan tres simples condiciones. A saber:
1-Una buena dosis de ambición personal (no necesariamente sana).
2-Una cierta capacidad verbal (hablar mucho y no decir casi nada).
3-Habilidad para halagar a los que pueden impulsar la trayectoria del aspirante.
Hasta no hace mucho se hacía necesaria una cuarta condición, y esta era ofrecer una presencia agradable, pero a la vista está que ese requisito ha desaparecido por completo. Incluso es de creer que se ha tornado 180 grados y ahora prima presentar un aspecto desagradable, casi hediondo. Los estándares estéticos son muy sensibles a las modas y parece que ahora estamos en el ciclo de la cutrez y el mugrerío.
El primero de los requisitos es consustancial al individuo, no se puede aprender, va en la naturaleza de cada uno. Así pues la gran mayoría de los que optan a la política son personas ambiciosas que ven un medio para progresar personalmente con rapidez. Al mismo tiempo tienen que estar convencidos de que sus capacidades les van a permitir dirigir la vida de sus conciudadanos. En este sentido es muy interesante el efecto Dunning-Kruger, que demuestra que cuanto menos inteligentes son las personas, más seguras de sí mismas tienden a mostrarse. Es muy posible que los aspirantes a políticos estén afectados por dicho síndrome. Se sienten seguros de sus capacidades sin ningún dato objetivo que lo sustente. Este requisito enlaza con el segundo, al hablar deben transmitir seguridad porque de lo contrario no tendrán seguidores. De hecho, entre las primeras cosas que aprenden está el decir frases como: “Estoy absolutamente convencido de que…”, o “tengo la completa seguridad de que…”, de lo que sea, da igual ocho que ochenta, una cosa o su contraria, lo importante es que el pueblo perciba que su seguridad en lo que afirman es suficiente y no necesita ninguna otra comprobación. Aunque lo que afirmen sea la mayoría de las veces de difícil comprensión. Cualquier político que se precie debe saber hacer comentarios de un alto nivel intelectual, tal que:
“Estoy absolutamente convencido de que las líneas rojas que hemos puesto encima de la mesa en un escenario de diálogo de progreso, cumpliendo el mandato de la ciudadanía, van a abrir espacios de convivencia para articular un debate de progreso en este país, porque siendo más lo que nos une que lo que nos separa vamos a encontrar las herramientas para una confluencia de progreso, y por ello se hace más necesario que nunca mover ficha para explorar otras vías alternativas de progreso.”
Es importante redundar en el progreso porque es algo que suena muy bien.
Hablar mucho y no decir casi nada es uno de los atributos más apreciados por los potenciales votantes. El paradigma de esta capacidad podría ser la alcaldesa de Barcelona. Si le ponen un micrófono delante puede estar horas hablando muy deprisa sin decir nada en concreto, o incluso diciendo una cosa y la contraria sin solución de continuidad y sin traslucir el menor rubor. Pero se podrían poner muchos más ejemplos de personajes de ese jaez.
La tercera condición es menos evidente para la población en general porque se desarrolla en el interior de los partidos y pertenece al funcionamiento de los mismos.
La cuestión es que los más hábiles manejando esas variantes acceden a puestos de responsabilidad para los que no están capacitados y a los que nunca deberían haber accedido. 
Las consecuencias de ese desatino es que tenemos que sufrir una clase dirigente de ínfima calidad que desde sus posiciones de privilegio se dedican a joder la vida de los demás. Y así nos va.

sábado, 18 de noviembre de 2017

No te fíes de tus ojos

Un payés se fue a viajar
y al llegar a Andalucía
se asombró que cada día
iba la gente a currar.
Y pensaba: “No me engañan,
en la escuela me decían
que viviendo a costa mía
gandulean en España.
En cuanto me dé la vuelta
-el buen hombre repetía-
o se van de romería,
o se pegan la gran siesta.
De mis ojos yo desisto,
cuando regrese a mis lares
que Tevetrés me lo aclare
y me diga lo que he visto.”

viernes, 10 de noviembre de 2017

La nueva Juana de Arco

La señora ha declarado,
nadie sabe qué ha pasado.
Como Juana de Arco entró
y como Judas salió.
Se desvaneció su orgullo
con la amenaza del trullo.
-La independencia no es nada,
una simple inocentada,
una broma, un arrebato
solo por pasar el rato.
El ciento cincuenta y cinco
me encanta, lo aplaudo y brinco
de entusiasmo y de alegría
al oírlo, señoría.
Yo me siento muy española,
tanto o más que la gran Lola.
Se me encienden las entrañas
cuando oigo el ¡Viva España!
que cantaba el Escobar.
¿Me lo permite cantar?

miércoles, 8 de noviembre de 2017

El efecto Dunning-Kruger

Ahora empiezo a comprender. Me acabo de enterar de que hay un efecto que se llama de Dunning-Kruger, por el nombre de los investigadores que lo determinaron, que asegura que cuanto menos inteligentes son las personas, más seguras de sí mismas tienden a mostrarse. Tras diferentes experimentos con un grupo numeroso de estudiantes llegaron a la conclusión de que: “La sobrevaloración del incompetente nace de la mala interpretación de la capacidad de uno mismo, mientras que la infravaloración del competente nace de la mala interpretación de la capacidad de los demás.”
Andaba perplejo y  desorientado cada vez que veía hablar ante los medios a alguno y alguna de los políticos de nuevo cuño, y ciertamente se les ve cada vez que enciendes el televisor, a todas horas y en casi todas las cadenas. Les encanta hablar. Sueltan las mayores sandeces y simplezas, cuando no mienten como bellacos, con la enjundia y la seguridad del que acaba de descubrir el remedio para los peores males de la humanidad. Cualquier mindundi que puede que tenga dificultades para hacer la O con un canuto, pontifica sobre lo divino y humano con la arrogancia del que está imbuido del conocimiento de los siete sabios de Grecia y de alguno más. Saben perfectamente lo que hay que hacer, lo que tienen que hacer ellos y lo que deben hacer los oponentes. Lo saben todo.
Dudaba yo pensando si eran unos jetas que intentaban engañar a la audiencia con absoluto descaro, pero por lo visto solo son sujetos afectados por el síndrome de Dunning-Kruger.
Una conclusión diabólica del estudio es que la gente que habla con seguridad consigue convencer en mayor grado a los que escuchan. O sea, que son tontos y encima tienen más seguidores.
No sé si tenemos salvación.    

Por sus ideas

A medida que se suceden los acontecimientos, surgen los lemas que pretenden explicarlos o justificarlos. Son como frases publicitarias, cuanto más simples mejor, para consumo de cerebros predispuestos a recibirlas sin el fastidioso trabajo de analizarlas. Se utilizan para dogmatizar con sentencias sencillas, para dar por supuesto, para difundir la “verdad” del que las emite y del que las recibe y repite. Entre los mantras que se recitan como una verdad inconmovible, el penúltimo, referido a los inculpados de sedición es: “están presos por sus ideas”. Naturalmente, en sentido aséptico tienen toda la razón, todo el mundo tiene ideas y actúa en consecuencia. Otra cosa es el resultado de esas ideas. Jack el Destripador, Hitler o Al Capone tenían ideas y las llevaron a la práctica.   
Y ya que el fugitivo exhonorable se ha refugiado en Bélgica, podíamos mencionar algún personaje de ese país, Leopoldo II, por ejemplo. Rey de los belgas entre 1865 y 1909, también tenía ideas, y muchas. Antepasado directo del actual monarca, fue para muchos el mayor genocida del siglo XX, y mira que hay para elegir en dicho siglo. Ahora que algunos belgas se han puesto estupendos y acusan al gobierno español de franquista, convendría recordarles su historia reciente y aconsejarles que miren la viga leopoldista en ojos propios, antes de mirar la paja franquista en los ajenos. Leopoldo II tuvo grandes ideas, la principal hacerse inmensamente rico, y se las ingenió para adueñarse del territorio del Congo, veinte veces más extenso que su país, convirtiéndose en el amo y señor de sus tierras y su población. Curiosamente jamás puso el pie allí, pero eso no le impidió saquear sus riquezas de caucho, marfil, y minería, esclavizando a los pobladores autóctonos, y sometiéndolos a toda clase de ignominias. Se calcula que unos diez millones de personas, la mitad de la población, murió durante su infausto reinado, por agotamiento, enfermedades, hambre, o directamente asesinados en masa; además de condenar a otros muchos a insufribles mutilaciones, la más común, el corte de manos a la altura de la muñeca. Su avaricia no conocía límites y utilizó para lucrarse todo un rosario de prácticas infames contra la población indígena. Sin embargo murió en su cama y Bélgica está llena de estatuas a su memoria. Naturalmente, él fue el mayor responsable de esas atrocidades, pero tuvo que contar con la colaboración, el apoyo, la comprensión, o la impasibilidad de otros muchos belgas. Le sucedió su sobrino Alberto, bisabuelo del actual monarca. Tras su muerte, Bélgica siguió esquilmando las riquezas del “Congo Belga”, con algo menos de crueldad pero con las mismas compañías explotadoras, hasta que en 1960 el país se convirtió en la República Democrática del Congo.
Harían bien, algunos de los actuales dirigentes belgas, en repasar su historia en vez de preocuparse por la de España.   

martes, 7 de noviembre de 2017

El fugitivo deshonroso

Como sin querer la cosa
declaró la independencia
y con cobardes urgencias
puso pies en polvorosa.
Con insólita presteza
corre a esconderse a Bruselas;
pero más que correr, ¡vuela!,
para escapar de la jueza.
De quien dice que ha fundado
una república nueva,
es sorprendente y subleva,
que a otro reino haya escapado.
En su vergonzante huida 
para escabullir la ley,
no le importa que otro rey
le brinde amable acogida.
Ni tampoco le importaba
que otros varios de los suyos
fueran a dormir al trullo
mientras él se evaporaba.
Con quien no tiene valor
para afrontar sus acciones
huelgan las contemplaciones,
cuanto más lejos, mejor.
El presunto delincuente
es parte de esa calaña
que quiere quebrar España.
Cismáticos, mala gente.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Con permiso de don Francisco.

 Érase un remedo de espantajo,
érase un flequillo fugitivo,
érase un parásito nocivo,
érase la fregona boca abajo.

 Érase un evadido escarabajo,
érase un sansirolé furtivo,
érase un honorable putativo,
érase un sedicioso del carajo.

 Xenófobo inventor de mil patrañas,
embarcó a los demás y quedó fuera,
sandio imitador del capo Araña.

 Fascista fabricante de fronteras,
érase un peligro para España;
merece un buen descanso en Estremera.


sábado, 28 de octubre de 2017

El parto de la montaña.

Contaba Esopo que los montes daban terribles señales de estar a punto de dar a luz y la gente vivía aterrorizada esperando que parieran una criatura monstruosa. Al final, después de tan tremendas expectativas, de la montaña surgió un pequeño ratón. No sé si la montaña era Monserrat, pero después de meses soportando los más apocalípticos presagios, la montaña catalana ha parido un ridículo ratón. Tengo más años de los que me gustaría y no recuerdo un espectáculo más esperpéntico, cutre y cochambroso, que el que dio el Parlament con la votación secreta. Ver a la señora presidenta, esa dama tan elegante, estandarte de la moda de vanguardia, contando las papeletas como una niña en el patio del colegio contaría los cromos de sus amiguitas, era realmente una visión imperecedera. No le vendría mal a la augusta dama, dicho sea al desgaire,  un buen potaje de butifarra con munchetas para ver de recuperar la color. Aunque ignoro si esa tez cetrina es habitual o solo fruto de la solemnidad del acto. ¡Qué país, Miquelarena! ¿Cómo se puede proclamar una nueva república de tan histriónico modo? El líder supremo, el del casco a lo Calimero, no dijo ni pío. ¡Hombre, Carlas, otra como esta no vas a pillar! Y qué decir del orondo escudero, siempre con la mirada perdida…, dicho sea sin retintín, es que al señor vicepresidente se le veía como ausente. Tal vez el gran Neruda le habría dedicado unas estrofas:
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
la mirada perdida en ignotos vergeles,   
el vaquero apretando tu orondos laureles,
¿No t´agrada saber que eres independiente?
O algo así. Hay que tener en cuenta que Neruda le hacía odas a cualquier cosa.
Mientras tanto, las masas enfebrecidas, aguardando en la calle la proclamación para brindar con cava. Supongo que no sería ni Freixenet ni Codorníu, teniendo en cuenta que ambas han trasladado sus sedes fuera de la nueva república. En fin, todo muy chusco, yo pensaba que el nacimiento de una nueva nación era algo solemne y majestuoso. Visto lo visto, espero no tener que asistir a ningún nuevo parto de nuevas naciones.  

miércoles, 18 de octubre de 2017

El síndrome del niño mimado

Ayer, entrevistado en una televisión uno de los separatistas “moderados”, decía con sonrisa beatífica: “Lo único que queremos es mejorar como país”. Dicho así, con expresión de cura en Domingo de Ramos, ¿a quién le va a parecer mal? Nada más razonable, todos queremos mejorar. El problema viene en lo que encierra ese pensamiento en apariencia inocuo. Para mejorar, los susodichos entienden que deben expulsar a los que no piensan como ellos, a esa chusma de charnegos vagos y atrasados que son una rémora para el desarrollo de un poble superior.  
Decía Sabino Arana, padre de la patria vasca: "La fisonomía del vizcaíno es inteligente y noble, la del español inexpresiva y adusta. El vizcaíno es nervudo y ágil, el español es flojo y torpe. El vizcaíno es inteligente y hábil para toda clase de trabajos, el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos”. Y también: "El aseo del vizcaíno es proverbial, el español apenas se lava una vez en su vida y se muda una vez al año. Oíd hablar a un vizcaíno y escucharéis la más eufónica, moral y culta de las lenguas; oídle a un español, y si solo le oís rebuznar, podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes ni blasfemias". Espectacular. Este espécimen arrastró millones de prosélitos y es ensalzado y reverenciado en escritos y monumentos.
Los del noreste todavía no llegan a esas cotas de demencia pero van de camino. Junqueras dice que tiene más coincidencias genéticas con los franceses y suizos que con los demás españoles. No sé si los suizos estarán de acuerdo. ¿Es que en su casa no hay espejos? ¿Y qué decir de las y los de la CUP? Sentirse superior a sus semejantes es fascista, sí, pero además es profundamente idiota. Basta verlos para entender que la asunción de la propia superioridad escapa a la lógica más elemental.
Quizás se deba a un exceso de obsequiosidad por parte de los “otros”. Sabido es que un niño demasiado consentido se convierte en un adulto egoísta y desabrido; vamos, en un auténtico cretino.
Ya en 1839, Stendhal, en su "Diario de un turista", escribe: "Los catalanes quieren leyes justas, a excepción de la ley de aduana, que debe ser hecha a su medida. Quieren que cada español que necesite algodón pague cuatro francos la vara, por el hecho de que Cataluña está en el mundo. El español de Granada, de Málaga o de La Coruña no puede comprar paños de algodón ingleses, que son excelentes, y que cuestan un franco la vara". El arancel proteccionista, implantado por los gobiernos de España en atención a la perpetua queja catalana, convirtió al resto de españoles en un mercado cautivo del textil catalán, siendo más caro y peor que el inglés.
En los tiempos de la denostada dictadura, el malvado dictador estableció en 1943 que solo Barcelona y Valencia podían realizar ferias de muestras internacionales. Ese monopolio duró hasta 1979. Las primeras autopistas que se construyeron en España, aparte de la Sevilla-Cádiz, fueron las catalanas, (yo estuve allí). La fábrica de Seat, la única marca de coches española, la llevó a Barcelona el odiado dictador, y a través del INI, benefició a la región catalana con unas inversiones de más del 20% del total nacional, mientras Andalucía, con mayor población, se llevaba un pírrico 4%, o Extremadura se consolaba con el 2%. Así, esa chusma de andaluces y extremeños vagos e ignorantes, a los que no les caía un duro porque no lloraban, abandonaron sus pagos e invadieron las bucólicas tierras del noreste para poder tener un trabajo con el que alimentar a sus hijos. Muchos de esos hijos se han olvidado del sacrifico de sus padres y han abrazado la causa de la superioridad genética. Al parecer, basta un cambio de localización para mejorar los genes. Un hecho ciertamente llamativo que merece un profundo estudio científico.
Desde que recuperamos la democracia, la obsequiosidad no hizo sino aumentar. Los Juegos Olímpicos del 92, que pusieron a Barcelona en el escaparate universal, se consiguieron con el esfuerzo de todo el Estado y sobre todo por la gestión de Juan Antonio Samaranch, franquista de pro, a la sazón presidente del COI,  hoy denostado y preterido, que no tiene ni una triste calle en su ciudad natal, y al que le han retirado una pequeña escultura a su memoria que había en un patio del ayuntamiento los que hoy lo presiden, una basca de incompetentes sectarios sobrevenidos que necesitarían varias vidas para hacer la mitad de lo que hizo Samaranch por Barcelona y por los catalanes en su conjunto. 
Un sistema electoral que beneficia a las minorías permitió a los partidos periféricos influir decisivamente en la política del país, y obtener toda clase de prebendas para sus acólitos. La ceguera de unos políticos solo preocupados por su culo, por llegar a mañana por la mañana, y el que venga detrás que arree, nos ha llevado a este peligroso momento. Concesión tras concesión, han conseguido convencer al niño mimado de que todo lo que tiene se lo merece porque se debe a su superior intelecto y capacidad. Baste decir que la señora de la CUP, la ninfa odorante, cobró el año pasado 99.337, 24 €, 20.000 más que el Presidente del Gobierno que les roba. El coste medio de un diputado catalán es de 188.000 €, un 82% más que uno del Congreso de los Diputados (103.090 €), y más del doble que uno del Senado. Podemos seguir con el agravio comparativo entre los salarios de los mossos y los de la Policía Nacional o la Guardia Civil. Teniendo en cuenta que todos los sueldos salen de los presupuestos del Estado que les roba, de ese mismo Estado que abominan y del que se quieren separar, habrá que pensar que aquí hay algo que no cuadra.
Es posible que todo sea simplemente consecuencia de la idiotez humana.      
El gran filósofo Carlo M. Cipolla, lo deja bien claro es su Tercera Ley Fundamental de la estupidez: “Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio”. Es difícil imaginar que personajes como los que lideran el prusés vayan a encontrar una mejor ubicación personal en cualquier otra coyuntura diferente. Ya es difícil entender cómo han llegado a donde están, pero suponer que pueden superar ese estado, es un ejercicio que nos puede conducir a la enajenación mental.
El daño grande que están generando, y el mucho mayor que es previsible que pueden generar, nos afectará a todos, a ellos, fascistas xenófobos activos, pero también a nosotros, observadores pasivos.
Ya se están viendo los efectos, hace apenas tres meses el ayuntamiento decía estar preocupado por la masificación del turismo. Ya lo han resuelto, en pocas semanas ha descendido un 20% y seguirá bajando. Unos linces. La fuga de empresas ya se contabiliza en miles de millones de pérdidas y en aumento del paro. ¿Y eso qué más da? Peccata minuta.   
El niño mimado y consentido se ha puesto a romper los juguetes diciendo que a sus hermanos los tratan mejor. Berrea y miente como un bellaco para llamar la atención de todo el mundo. Por mucho que teoricen los psicólogos, es sabido desde antiguo que la mejor manera de que deje de decir y hacer tonterías es un buen pescozón. 

jueves, 12 de octubre de 2017

El hedor de la política.

El grave problema que han generado los independentistas del noreste de España no es en esencia político, es fundamentalmente estético. Y se resolverá por la simple aplicación del buen gusto. No hay más que ver a los líderes y lideresas que se han situado al frente del prusés para comprender que el movimiento no tiene ningún futuro. Es imposible que un pueblo tan instruido, culto y elegante como el catalán, se deje guiar por esa turba de paletos provincianos que hacen daño a la vista de cualquier espíritu medianamente sensible. Duele verlos entrar en un lugar tan venerable como un Parlamento, templo de representación de todo el pueblo, con esos andares chabacanos y ese aspecto de hidrófobos y jabonófobos. ¿Es que los espléndidos sueldos que se autoasignan no les alcanzan para una simple pastilla de jabón? Si obligan a los ujieres a ir de punta en blanco, ¿por qué los diputados y diputadas van como si se acabaran de levantar de la cama después de haber dormido con la ropa puesta? Una nueva nación necesita personajes eminentes, dotados de fuerte personalidad y especial carisma. Gente que consiga que las generaciones posteriores se sientan orgullosas de los padres fundadores. ¿Alguien puede imaginarse Montserrat con las caras esculpidas de Puigdemont, Junqueras y la señora de la CUP? La montaña entera se vendría abajo avergonzada. 
Un pueblo que ha regalado a la humanidad delicatessen como la butifarra o el pa amb tumaca, y que ha engendrado personalidades de la talla y sensibilidad de Gaudí, Rusiñol, Dalí, Peret o Guardiola, no puede dejarse embaucar por personajes tan zafios, garrulos, lerdos y churrientos como los que manejan el llamado prusés. Empezando por el Molt Honorable con ese casco capilar propio de los años sesenta del siglo pasado. ¿Qué futuro le aguardaría a la nueva república en manos de un personaje tan esperpéntico? ¿Y qué decir del vicepresidente? Nunca lleva corbata, quizás porque las dimensiones del gollete no le permiten abrocharse el último botón de la camisa. ¡Home, Oriol! Cómprate una camisa más grande, pero a un acto tan solemne como la declaración de independencia hay que ir un poco aseado. Teniendo en cuenta que tiene aspecto de cura de aldea, me gustaría saber qué piensa de su comportamiento la madre superiora, guía y faro del independentismo, señora de acreditada elegancia y muy viajada; sobre todo a Andorra y Suiza. ¿Y qué pensará esa augusta dama de las ninfas de la CUP? Aunque ahora aparenten ir de la mano, es muy posible que cambiase de acera si viera venir de frente a alguna de esas náyades enflequilladas.    
Por no hablar ya de personajes secundarios como Tardá o Rufián, capaces de hacer llorar a tiernos infantes o espantar a candorosas viejecitas con su aspecto feroz y sus constantes exabruptos y procacidades.
Me pregunto si la gente vota sin saber a quién vota, o sin mirar a quién vota, porque no entiendo que un pueblo moderno, culto y educado, elija a personajes de ese jaez como sus representantes. Quizás si se pudiera oler a los candidatos y candidatas, el voto sería distinto en ocasiones. El olfato es un sentido potente que nos hace rechazar aquello que hiede, y en la política hay mucho hedor. Cada vez más.

sábado, 7 de octubre de 2017

El Calimero xenófobo.

En los años ochenta del siglo pasado se hizo muy popular entre los niños la figura de Calimero, un pequeño pollo que adornaba su cabeza con un trozo de su propio cascarón. La cáscara del huevo que le servía de protección guarda una extraña semejanza con el casquete capilar con que se adorna el President Puigdemont. El pollito se sentía perpetuamente incomprendido por los demás y repetía quejas del tipo de: “esto es una injusticia” o, “los mayores no me entienden”. También el supuesto Honorable insiste en lamentos por las injusticias que dice sufrir, con frases del tipo: “España nos roba” (tiene maldita gracia que la región más rica acuse a las demás de robarle). “Tenemos derecho a decidir” (desde luego, y yo, y el que vive en Burgos, en Plasencia o en Sanlúcar de Barrameda, nos afecta a todos, ya nos está afectando, y todos tenemos que decidir). “Nos queremos ir” (mentira, el que se quiere ir coge la maleta y se va, lo que quieren es que se vayan los que no piensan como ellos).
El casco y las lamentaciones son las únicas semejanzas entre el pollito y el pollo; ya no hay más. El pollito en cuestión era un personaje entrañable que no hacía mal a nadie, y el pollo de carne y hueso es un peligro para la convivencia. Un traidor desleal, que se sirve de su cargo en una institución del Estado para socavar al propio Estado. Un golpista que debería estar ya en prisión. Parafraseando a Blaise Pascal podíamos decir que la política tiene razones que la razón desconoce. ¿Por qué sigue este nefando personaje al frente de la Generalitat después de haberse saltado una y otra vez las normas del Estado que le paga? Cuanto más tarde en ser juzgado mayor será el mal que ocasione.

En las últimas horas ha surgido un movimiento que pretende movilizar a la gente para pedir diálogo y entendimiento entre el gobierno de la nación y el de la autonomía. De entrada equipara a ambos bandos como si tuvieran la misma legitimidad y la misma fuerza, y después propone una especie de entente cordial para evitar males mayores. Eso solo serviría para dar más alas a los golpistas, y permitirles reforzarse para que retornaran a la carga con nuevos bríos dentro de pocos meses, o pocas semanas. A estas alturas de la película ya no puede haber diálogo, no puede haber empate entre el Estado de Derecho y los golpistas xenófobos y fascistas. Tiene que haber un claro vencedor y un completo derrotado que duerma tranquilo los próximos quince o veinte años. Cualquier otro final será una catástrofe para la convivencia en España y en Europa.   

jueves, 5 de octubre de 2017

¡Viva España!

El golpe de Estado perpetrado por los separatistas ha puesto a España en su peor escenario desde la restauración de la democracia. La fractura social que se ha producido en el noreste del territorio es el hecho más dramático que puede darse en una sociedad libre y avanzada como la nuestra. Es difícil entender que unos personajes tan ridículos y mediocres hayan podido arrastrar a las masas al enfrentamiento con sus conciudadanos, pero ahí están los lamentables resultados. Costará mucho tiempo, esfuerzo y habilidad, restañar heridas tan profundas.
No obstante, de estas circunstancias tan aciagas, podría brotar algo bueno. Newton nos explicó el principio de acción y reacción: Todo cuerpo que ejerce una fuerza sobre otro, experimenta una fuerza de igual intensidad en sentido opuesto. Durante muchos meses, incluso años, solo se ha escuchado la voz de los separatistas, como si fueran una fuerza hegemónica, como si estuvieran empujando contra la nada. Ante la ausencia de reacción se han ido creciendo y han ido actuando cada vez más como el matón de la cantina que tiene a todo el pueblo amedrentado. Ante su agresividad e insolencia, los que no pertenecían a la banda, se han limitado a apartarse en silencio. Por lo que se va viendo en las últimas horas, se ha empezado a producir el inevitable efecto de reacción. La gente se ha hastiado de tantas mentiras, insultos y vejaciones y ha decidido poner pie en pared. Ya era hora. Por todo el país se han producido manifestaciones de apoyo al gobierno y en contra de la fragmentación de nuestra tierra. Espero, deseo, que de este desafío que nos han planteado, resurja un sentimiento que estaba adormecido en los últimos años, y que solo aparecía de tarde en tarde al amparo de algún éxito de la selección de fútbol, para desaparecer a los pocos días. Me refiero al sentimiento de legítimo orgullo de pertenecer a un colectivo, a una sociedad, a una nación centenaria que a lo largo de la historia ha contribuido como la que más al desarrollo de la humanidad. Durante décadas, desde diversos medios, demasiados, se ha ido produciendo un ataque sistemático a todo lo que ayudase a representar una idea de nación en la que pudiéramos reconocernos todos. Empezando, precisamente, por evitar llamar España a España, para sustituirlo por ese ridículo término de “este país”. Por oscuros motivos que desconozco, se atacan las tradiciones, la bandera, la cultura, la lengua, cualquier cosa que represente lo que pudiéramos definir a bote pronto como “español”, siempre con la amenazante espada de Damocles de definir como “facha” a cualquiera que presumiera de ser y sentirse simplemente español. En una labor constante y metódica, se exageran los defectos y se ocultan las virtudes, se ha resucitado la nefanda y mendaz “Leyenda Negra”, se intenta que nos sintamos culpables de cualquier contratiempo del pasado, y se procura que nuestro sentimiento de pertenencia a un colectivo fuerte y definido, se diluya como mucho en un amorfo y melifluo “ciudadano del mundo”. Se debilita la nación y se potencian los separatismos para acabar de liquidarla. Mientras los xenófobos nacionalismos periféricos, con la ayuda inestimable de casi todas las televisiones, nos meten por los ojos su bandera anticonstitucional a todas horas y en todas partes, esos mismos medios, nos intentan convencer de que enseñar la nuestra es propio de fascistas.
Resulta completamente idiota y patético pretender ningunear una lengua en la que se comunican más de 500 millones de personas por todo el mundo, y eso es lo que se está intentando hacer desde hace años en una parte de nuestro territorio, empleando métodos fascistas.
Se necesitarían muchos libros para reseñar todo lo que los españoles hemos aportado al desarrollo de la civilización mundial, a la cultura, a la ciencia, a las artes y a las letras; en definitiva, a hacer un mundo mejor. Tenemos muchos motivos para sentir un legítimo orgullo, pero como botón de muestra voy a señalar un único dato; España es el primer país del mundo en trasplante de órganos, el primero. Desde hace más de 20 años nuestro país encabeza la lista de donaciones y trasplantes. Tenemos una tasa de donación de 36 personas por millón de habitantes, cuando la media europea es de 19. Esto significa dos cosas, la primera, que somos un pueblo solidario y generoso, que nos esforzamos por ayudar a nuestros semejantes. La segunda, que tenemos un sistema sanitario de primerísimo nivel, de los mejores del mundo. En esa conjunción de generosidad de carácter y desarrollo social y científico florecen nuestras señas de identidad.  
Sería bonito y hasta poético, que el desafío xenófobo y racista de unos pocos españoles del noreste nos sirva al resto para despertar nuestra conciencia de país fuerte y unido. Para que podamos gritar con naturalidad, sin esfuerzo, con sencillez:

¡Viva España!