miércoles, 20 de septiembre de 2023


 

Don Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano (1795-1861), dramaturgo, poeta, pintor, historiador y estadista, es más recordado como Duque de Rivas.

En su poema “Un castellano leal” clama:

“No profane mi palacio

un fementido traidor

que contra su rey combate

y que a su patria vendió.”

Parece como si los versos estuvieran dedicados a quién hoy ocupa La Moncloa.

Fementido: Que no tiene fe ni palabra. Que es engañoso o falso.

Traidor: Que comete traición, conjunto de actos en contra del país al que pertenece. Que defrauda a la gente que le otorgó su confianza haciendo lo contrario de lo que se había comprometido.

Contra su rey combate: Desde el primer día intenta menospreciar, ningunear, puentear, soslayar la autoridad del rey seguramente persiguiendo su sueño de ser el primer presidente de la República de los pueblos ibéricos o como quiera que se haya imaginado el nombre para esa ensoñación.

Que a su patria vendió: La está vendiendo en cómodos plazos a los que no quieren ser españoles, sus socios.

Si creyera en milagros pensaría que las urnas le han dado la milagrosa posibilidad de hacer lo que está haciendo. Milagroso es que el recuento de los votos determinara que ganaran los otros pero que no pudieran gobernar. Un milagro que perdiendo él pudiera gobernar reuniéndose con todos los otros perdedores. Más milagroso todavía que necesitara incluso los votos del perseguido por la justicia, por lo que no tiene más remedio que concederle la amnistía, por supuesto por el bien mayor de la gobernabilidad del país. Que para ello el rey tenga que desdecirse de todo lo que dijo en su discurso después del golpe de 2017 no solo no es enojoso o perturbador sino que contribuye milagrosamente a su recurrente ofensiva, a su constante menosprecio. Todo resulta muy milagroso. Tanto más cuando hace siglos que ya no se producen milagros.

miércoles, 6 de septiembre de 2023


 

Una victoria pírrica.

Epiro fue un reino situado al norte de la actual Grecia entre los siglos V y II a.C. Pirro fue su rey desde 307 a 272 a.C. Considerado uno de los grandes generales de la antigüedad se pasó la vida batallando. Se enfrentó dos veces a la poderosa Roma venciendo en ambas ocasiones pero a costa de enormes pérdidas de sus propias fuerzas. Después del primer triunfo parece que dijo: “Otra victoria como esta y tendré que regresar a Epiro solo”. Tras el segundo éxito fue aún más concluyente: “Otra victoria como esta y estaré vencido”.

Después de aquello pasó al acervo popular la expresión obtener una “victoria pírrica” cuando el logro no ofrece la satisfacción esperada.  

Pirro murió como era natural batallando, aunque de una manera no muy gloriosa. Se encontraba luchando en el interior de la ciudad de Argos cuando al parecer una señora de edad avanzada le lanzó una teja desde una terraza que le impactó en la cabeza y le derribó del caballo quedando inconsciente. Un soldado enemigo aprovechó el momento para cortarle la cabeza.

Afortunadamente en nuestra sociedad esa costumbre ancestral de cortar las cabezas se ha ido perdiendo aunque sigue presente en otras zonas del planeta. Estoy hablando de cortar físicamente pero entre nosotros se sigue practicando la amputación metafórica.

Estos días atrás hemos tenido una representación paradigmática de lo que es una victoria pírrica. Es difícil encontrar una victoria que haya sido más demoledora para los victoriosos. Sin ninguna duda, si pudieran rebobinar, los afectados preferirían haber perdido la final del campeonato de fútbol femenino, incluso por goleada. Si hubieran sido derrotados nada de lo que pasó hubiera sucedido. Ni el obsceno gesto de agarrarse los escrotos en el palco, ni el beso consentido o no, ni el escándalo planetario, ni las miles de horas de recriminaciones en los medios. Todos los personajes implicados continuarían tranquilamente con sus vidas, con sus chanchullos más o menos consentidos, con sus virtudes y defectos, con sus aptitudes y sus incompetencias. Incluso a lo mejor se les hubiera generado a todos y todas un fuerte deseo de ganar la próxima vez. Y ese sentimiento es muy positivo.

Ya nada de eso es posible, al entrenador ya le han cortado la cabeza, metafóricamente, y al presidente andan buscando el modo de hacerlo, al parecer con cuidado por si acaso tiene material sensible de sus antiguos conmilitones, las jugadoras no han podido disfrutar con serenidad y alegría su sufrida victoria, y no parece que toda esta historia haya sido muy beneficiosa para el fútbol femenino en general.  

El que le cortó la cabeza a Pirro se supone que era un enemigo, pero a saber.