La
Guardia Civil ha presentado el balance de su actividad en montaña del año 2017,
y nos hemos enterado de que hasta ese momento llevaba rescatadas a 554 personas
que se encontraron en dificultades al no poder superar por sí mismas la
aventura que habían emprendido. Entre ellos no deja de sorprender el caso de
dos jóvenes independentistas que se vieron obligados a reclamar el auxilio de los
GREIM (Grupos de Rescate Especial de Intervención en Montaña). Ocurrió en el
pasado mes de junio, los dos intrépidos aventureros decidieron, en un acto de
valor sin parangón, que debían colocar una estelada en lo más alto del Pico del
Alba, en la provincia de Huesca. Sin duda es una acción de gran heroísmo entrar
en territorio enemigo y colocar una bandera en la cima de una montaña. Una gesta
de esa dimensión tiene forzosamente que añadir nuevos acólitos a la causa. Pero
hete aquí que a los valientes alpinistas les debieron faltar las fuerzas y
quedaron atrapados antes de coronar la cima. La familia, ante la falta de noticias,
no tuvo más remedio que pedir ayuda a la Guardia Civil, nada menos. A ese mismo
odioso cuerpo que han estado reprobando, insultando, expulsando de los hoteles,
montando caceroladas para evitar que descansaran, acosando a sus niños en los
colegios, y demás hostigamientos que todos conocemos. Me imagino el sufrimiento
de las familias, si también son independentistas, al tener que superar el difícil
trance de demandar ayuda al enemigo. Y supongo que los heridos aceptarían el auxilio
que les llegaba con mohín desdeñoso y “por imperativo legal”, igual que acatan otras
cosas. El caso es que debido a la demora en dar aviso, la oscuridad se les echó
encima y los dos jóvenes debieron pasar la noche en la montaña, porque hasta el
amanecer no pudo operar el helicóptero de salvamento. Pudieron soportar las
bajas temperaturas de las cumbres gracias a la bandera que llevaban, que les
sirvió para abrigarse del frío. Esa creo que es la moraleja de la historia. Una
bandera siempre es una bandera, por mucho que la vituperen algunos infames que
llegan a calificarla de trapo. He ahí la prueba de que una bandera puede
salvarte la vida.
miércoles, 29 de noviembre de 2017
jueves, 23 de noviembre de 2017
La desventura de España
“La desventura de España es la escasez de hombres dotados de
talento”, decía Ortega y Gasset hace un siglo. Desde entonces hemos ido a peor.
Nuestra desventura consiste en que cualquier individuo mediocre se cree capacitado
para dirigir la vida de los demás, y a nadie le sorprende tamaño disparate. Un
médico, un ingeniero, un juez, un arquitecto o cualquier otro profesional de
cierto nivel, necesita muchos años de estudios y acreditar fehacientemente los
conocimientos necesarios para ejercer su profesión antes de que la sociedad
acepte que la ejerza. A un político no se le exige ni el certificado de
estudios primarios, nada se le exige. Es inconcebible que a una persona que va
a controlar millones de euros de nuestros impuestos, de nuestro dinero por
tanto, y que va a incidir de modo muy directo en las vidas de todos nosotros,
no le exijamos que acredite unos determinados conocimientos antes de acceder a
la política. Cualquier ignaro sin preparación, sin experiencia, sin currículo
que lo acredite, dice que va a arreglar el mundo y la gente se lo traga y le
vota. Es un hecho ciertamente asombroso.
Para ser político bastan tres simples condiciones. A saber:
1-Una buena dosis de ambición personal (no necesariamente sana).
2-Una cierta capacidad verbal (hablar mucho y no decir casi nada).
3-Habilidad para halagar a los que pueden impulsar la trayectoria
del aspirante.
Hasta no hace mucho se hacía necesaria una cuarta condición, y
esta era ofrecer una presencia agradable, pero a la vista está que ese
requisito ha desaparecido por completo. Incluso es de creer que se ha tornado
180 grados y ahora prima presentar un aspecto desagradable, casi hediondo. Los
estándares estéticos son muy sensibles a las modas y parece que ahora estamos
en el ciclo de la cutrez y el mugrerío.
El primero de los requisitos es consustancial al individuo, no se
puede aprender, va en la naturaleza de cada uno. Así pues la gran mayoría de
los que optan a la política son personas ambiciosas que ven un medio para
progresar personalmente con rapidez. Al mismo tiempo tienen que estar
convencidos de que sus capacidades les van a permitir dirigir la vida de sus
conciudadanos. En este sentido es muy interesante el efecto Dunning-Kruger, que
demuestra que cuanto menos inteligentes son las personas, más seguras de sí
mismas tienden a mostrarse. Es muy posible que los aspirantes a políticos estén
afectados por dicho síndrome. Se sienten seguros de sus capacidades sin ningún
dato objetivo que lo sustente. Este requisito enlaza con el segundo, al hablar
deben transmitir seguridad porque de lo contrario no tendrán seguidores. De
hecho, entre las primeras cosas que aprenden está el decir frases como: “Estoy
absolutamente convencido de que…”, o “tengo la completa seguridad de que…”, de
lo que sea, da igual ocho que ochenta, una cosa o su contraria, lo importante
es que el pueblo perciba que su seguridad en lo que afirman es suficiente y no
necesita ninguna otra comprobación. Aunque lo que afirmen sea la mayoría de las
veces de difícil comprensión. Cualquier político que se precie debe saber hacer
comentarios de un alto nivel intelectual, tal que:
“Estoy
absolutamente convencido de que las líneas rojas que hemos puesto encima de la
mesa en un escenario de diálogo de progreso, cumpliendo el mandato de la
ciudadanía, van a abrir espacios de convivencia para articular un debate de
progreso en este país, porque siendo más lo que nos une que lo que nos separa
vamos a encontrar las herramientas para una confluencia de progreso, y por ello
se hace más necesario que nunca mover ficha para explorar otras vías
alternativas de progreso.”
Es importante
redundar en el progreso porque es algo que suena muy bien.
Hablar mucho y no decir casi nada es uno de los atributos más apreciados
por los potenciales votantes. El paradigma de esta capacidad podría ser la
alcaldesa de Barcelona. Si le ponen un micrófono delante puede estar horas
hablando muy deprisa sin decir nada en concreto, o incluso diciendo una cosa y
la contraria sin solución de continuidad y sin traslucir el menor rubor. Pero se
podrían poner muchos más ejemplos de personajes de ese jaez.
La tercera condición es menos evidente para la población en
general porque se desarrolla en el interior de los partidos y pertenece al
funcionamiento de los mismos.
La cuestión es que los más hábiles manejando esas variantes
acceden a puestos de responsabilidad para los que no están capacitados y a los
que nunca deberían haber accedido.
Las consecuencias de ese desatino es que tenemos que sufrir una
clase dirigente de ínfima calidad que desde sus posiciones de privilegio se
dedican a joder la vida de los demás. Y así nos va.
sábado, 18 de noviembre de 2017
No te fíes de tus ojos
Un
payés se fue a viajar
y
al llegar a Andalucía
se
asombró que cada día
iba
la gente a currar.
Y
pensaba: “No me engañan,
en
la escuela me decían
que
viviendo a costa mía
gandulean
en España.
En
cuanto me dé la vuelta
-el
buen hombre repetía-
o
se van de romería,
o
se pegan la gran siesta.
De
mis ojos yo desisto,
cuando
regrese a mis lares
que
Tevetrés me lo aclare
y
me diga lo que he visto.”viernes, 10 de noviembre de 2017
La nueva Juana de Arco
La
señora ha declarado,
nadie
sabe qué ha pasado.
Como Juana de Arco entró
y
como Judas salió.
Se
desvaneció su orgullo
con
la amenaza del trullo.
-La
independencia no es nada,
una
simple inocentada,
una
broma, un arrebato
solo
por pasar el rato.
El
ciento cincuenta y cinco
me
encanta, lo aplaudo y brinco
de
entusiasmo y de alegría
al
oírlo, señoría.
Yo
me siento muy española,
tanto
o más que la gran Lola.
Se
me encienden las entrañas
cuando
oigo el ¡Viva España!
que
cantaba el Escobar.
¿Me
lo permite cantar?
miércoles, 8 de noviembre de 2017
El efecto Dunning-Kruger
Ahora
empiezo a comprender. Me acabo de enterar de que hay un efecto que se llama de
Dunning-Kruger, por el nombre de los investigadores que lo determinaron, que asegura
que cuanto menos inteligentes son las personas, más seguras de sí mismas tienden
a mostrarse. Tras diferentes experimentos con un grupo numeroso de estudiantes
llegaron a la conclusión de que: “La sobrevaloración del incompetente nace de
la mala interpretación de la capacidad de uno mismo, mientras que la
infravaloración del competente nace de la mala interpretación de la capacidad
de los demás.”
Andaba
perplejo y desorientado cada vez que
veía hablar ante los medios a alguno y alguna de los políticos de nuevo cuño, y
ciertamente se les ve cada vez que enciendes el televisor, a todas horas y en casi
todas las cadenas. Les encanta hablar. Sueltan las mayores sandeces y
simplezas, cuando no mienten como bellacos, con la enjundia y la seguridad del
que acaba de descubrir el remedio para los peores males de la humanidad. Cualquier
mindundi que puede que tenga dificultades para hacer la O con un canuto,
pontifica sobre lo divino y humano con la arrogancia del que está imbuido del conocimiento
de los siete sabios de Grecia y de alguno más. Saben perfectamente lo que hay
que hacer, lo que tienen que hacer ellos y lo que deben hacer los oponentes. Lo
saben todo.
Dudaba
yo pensando si eran unos jetas que intentaban engañar a la audiencia con
absoluto descaro, pero por lo visto solo son sujetos afectados por el síndrome
de Dunning-Kruger.
Una
conclusión diabólica del estudio es que la gente que habla con seguridad consigue
convencer en mayor grado a los que escuchan. O sea, que son tontos y encima
tienen más seguidores.
No
sé si tenemos salvación.
Por sus ideas
A
medida que se suceden los acontecimientos, surgen los lemas que pretenden explicarlos
o justificarlos. Son como frases publicitarias, cuanto más simples mejor, para
consumo de cerebros predispuestos a recibirlas sin el fastidioso trabajo de
analizarlas. Se utilizan para dogmatizar con sentencias sencillas, para dar por
supuesto, para difundir la “verdad” del que las emite y del que las recibe y
repite. Entre los mantras que se recitan como una verdad inconmovible, el
penúltimo, referido a los inculpados de sedición es: “están presos por sus
ideas”. Naturalmente, en sentido aséptico tienen toda la razón, todo el mundo
tiene ideas y actúa en consecuencia. Otra cosa es el resultado de esas ideas. Jack
el Destripador, Hitler o Al Capone tenían ideas y las llevaron a la práctica.
Y
ya que el fugitivo exhonorable se ha refugiado en Bélgica, podíamos mencionar
algún personaje de ese país, Leopoldo II, por ejemplo. Rey de los belgas entre
1865 y 1909, también tenía ideas, y muchas. Antepasado directo del actual
monarca, fue para muchos el mayor genocida del siglo XX, y mira que hay para
elegir en dicho siglo. Ahora que algunos belgas se han puesto estupendos y
acusan al gobierno español de franquista, convendría recordarles su historia
reciente y aconsejarles que miren la viga leopoldista en ojos propios, antes de
mirar la paja franquista en los ajenos. Leopoldo II tuvo grandes ideas, la
principal hacerse inmensamente rico, y se las ingenió para adueñarse del
territorio del Congo, veinte veces más extenso que su país, convirtiéndose en
el amo y señor de sus tierras y su población. Curiosamente jamás puso el pie
allí, pero eso no le impidió saquear sus riquezas de caucho, marfil, y minería,
esclavizando a los pobladores autóctonos, y sometiéndolos a toda clase de
ignominias. Se calcula que unos diez millones de personas, la mitad de la
población, murió durante su infausto reinado, por agotamiento, enfermedades,
hambre, o directamente asesinados en masa; además de condenar a otros muchos a
insufribles mutilaciones, la más común, el corte de manos a la altura de la
muñeca. Su avaricia no conocía límites y utilizó para lucrarse todo un rosario
de prácticas infames contra la población indígena. Sin embargo murió en su cama
y Bélgica está llena de estatuas a su memoria. Naturalmente, él fue el mayor
responsable de esas atrocidades, pero tuvo que contar con la colaboración, el
apoyo, la comprensión, o la impasibilidad de otros muchos belgas. Le sucedió su
sobrino Alberto, bisabuelo del actual monarca. Tras su muerte, Bélgica siguió esquilmando
las riquezas del “Congo Belga”, con algo menos de crueldad pero con las mismas
compañías explotadoras, hasta que en 1960 el país se convirtió en la República
Democrática del Congo.
Harían
bien, algunos de los actuales dirigentes belgas, en repasar su historia en vez de
preocuparse por la de España.
martes, 7 de noviembre de 2017
El fugitivo deshonroso
Como
sin querer la cosa
declaró
la independencia
y
con cobardes urgencias
puso
pies en polvorosa.
Con
insólita presteza
corre
a esconderse a Bruselas;
pero más
que correr, ¡vuela!,
para
escapar de la jueza.
De
quien dice que ha fundado
una
república nueva,
es
sorprendente y subleva,
que
a otro reino haya escapado.
En
su vergonzante huida
para
escabullir la ley,
no
le importa que otro rey
le
brinde amable acogida.
Ni
tampoco le importaba
que
otros varios de los suyos
fueran
a dormir al trullo
mientras
él se evaporaba.
Con
quien no tiene valor
para
afrontar sus acciones
huelgan
las contemplaciones,
cuanto
más lejos, mejor.
El
presunto delincuente
es
parte de esa calaña
que
quiere quebrar España.
Cismáticos,
mala gente.
viernes, 3 de noviembre de 2017
Con permiso de don Francisco.
Érase un remedo de espantajo,
érase
un flequillo fugitivo,
érase
un parásito nocivo,
érase
la fregona boca abajo.
Érase un evadido escarabajo,
érase
un sansirolé furtivo,
érase
un honorable putativo,
érase
un sedicioso del carajo.
Xenófobo inventor de mil patrañas,
embarcó
a los demás y quedó fuera,
sandio imitador del capo Araña.
Fascista fabricante de fronteras,
érase
un peligro para España;
merece
un buen descanso en Estremera.
miércoles, 1 de noviembre de 2017
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