Ahora
empiezo a comprender. Me acabo de enterar de que hay un efecto que se llama de
Dunning-Kruger, por el nombre de los investigadores que lo determinaron, que asegura
que cuanto menos inteligentes son las personas, más seguras de sí mismas tienden
a mostrarse. Tras diferentes experimentos con un grupo numeroso de estudiantes
llegaron a la conclusión de que: “La sobrevaloración del incompetente nace de
la mala interpretación de la capacidad de uno mismo, mientras que la
infravaloración del competente nace de la mala interpretación de la capacidad
de los demás.”
Andaba
perplejo y desorientado cada vez que
veía hablar ante los medios a alguno y alguna de los políticos de nuevo cuño, y
ciertamente se les ve cada vez que enciendes el televisor, a todas horas y en casi
todas las cadenas. Les encanta hablar. Sueltan las mayores sandeces y
simplezas, cuando no mienten como bellacos, con la enjundia y la seguridad del
que acaba de descubrir el remedio para los peores males de la humanidad. Cualquier
mindundi que puede que tenga dificultades para hacer la O con un canuto,
pontifica sobre lo divino y humano con la arrogancia del que está imbuido del conocimiento
de los siete sabios de Grecia y de alguno más. Saben perfectamente lo que hay
que hacer, lo que tienen que hacer ellos y lo que deben hacer los oponentes. Lo
saben todo.
Dudaba
yo pensando si eran unos jetas que intentaban engañar a la audiencia con
absoluto descaro, pero por lo visto solo son sujetos afectados por el síndrome
de Dunning-Kruger.
Una
conclusión diabólica del estudio es que la gente que habla con seguridad consigue
convencer en mayor grado a los que escuchan. O sea, que son tontos y encima
tienen más seguidores.
No
sé si tenemos salvación.
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