domingo, 29 de julio de 2018

El extraño caso del abuelo republicano.


Un grupo de expertos en cálculo de probabilidades ha analizado el extraño caso del abuelo republicano. Parece, a juzgar por los medios, prensa, radio y televisión, que todo el mundo tuvo un abuelo que luchó heroicamente contra el dictador defendiendo la República y la Democracia. Por otra parte, también sabemos por esos mismos medios, que los fascistas masacraron a los demócratas durante la guerra y asesinaron en masa durante la posguerra, por eso todas las cunetas están llenas de cadáveres. A la guerra se va muy joven, es por lo tanto razonable pensar que un gran porcentaje de los caídos por defender la República no tuviera tiempo de dejar descendencia, ya que está científicamente demostrado que los muertos no se reproducen. Por ello, después de analizar exhaustivamente miles de datos, han llegado a la conclusión de que la probabilidad de tener un abuelo republicano es inferior a la de no tenerlo. Como por otra parte, la gran mayoría tiene dos abuelos, si la probabilidad de que uno fuese republicano es pequeña, la de que lo fuesen los dos al tiempo se reduce drásticamente, es más racional deducir que al menos uno sería franquista. Aseguran esos expertos que la posibilidad de tener ambos abuelos republicanos es incluso inferior a la de tener un abuelo cura. En definitiva, que la posibilidad de descender de franquistas es altamente superior a la de tener una ascendencia libre de ese estigma.  
La conclusión del estudio es que la gran mayoría de los que abominan del franquismo son descendientes de franquistas o fascistas. Esto lleva al inquietante corolario de que le deben la vida a los fachas.   
En fin; solo son elucubraciones de los expertos. Vaya usted a saber.

martes, 24 de julio de 2018

Burdo remedo de "Muerte de Antoñito el Camborio".

El grandioso original:


Voces de muerte sonaron           
cerca del Guadalquivir.             
Voces antiguas que cercan         
voz de clavel varonil.                
Les clavó sobre las botas          
mordiscos de jabalí.                   
En la lucha daba saltos               
jabonados de delfín.                   
Bañó con sangre enemiga           
su corbata carmesí,                     
pero eran cuatro puñales             
y tuvo que sucumbir.                 
Cuando las estrellas clavan        
rejones al agua gris,                   
cuando los erales sueñan          
verónicas de alhelí,                   
voces de muerte sonaron          
cerca del Guadalquivir.               

Antonio Torres Heredia,            
Camborio de dura crin,              
moreno de verde luna,                
voz de clavel varonil:                
¿Quién te ha quitado la vida      
cerca del Guadalquivir?              
Mis cuatro primos Heredias       
hijos de Benamejí.                       
Lo que en otros no envidiaban,  
ya lo envidiaban en mí.               
Zapatos color corinto,                
medallones de marfil,                 
y este cutis amasado                  
con aceituna y jazmín.                
¡Ay Antoñito el Camborio         
digno de una Emperatriz!            
Acuérdate de la Virgen                  
porque te vas a morir.                  .
¡Ay Federico García,                    
llama a la Guardia Civil!             
Ya mi talle se ha quebrado         
como caña de maíz.                     

Tres golpes de sangre tuvo 
y se murió de perfil. 
Viva moneda que nunca 
se volverá a repetir. 
Un ángel marchoso pone 
su cabeza en un cojín. 
Otros de rubor cansado, 
encendieron un candil. 
Y cuando los cuatro primos 
llegan a Benamejí, 
voces de muerte cesaron 
cerca del Guadalquivir.



El burdo remedo:

Votos extraños volaron
en las Cortes de Madrid.
Votos distintos se unieron
en contubernio ruin.
Les prometió lo ya escrito
y aquello por escribir.
Vendió por pisar Moncloa
a nuestra España cañí,
garantizando cesiones
sin bajarse del atril
En las elecciones tuvo
menos votos que Caín,
pero se apuntaron todos 
al prometido festín.
Cuando los que pierden sueñan
con el poder conseguir,
votos extraños volaron
en las Cortes de Madrid.

Pedro Sánchez Castejón
socialista de postín
moreno de chiringuito
voz de promesas sin fin:
¿Quién te dio la Presidencia
en un día aciago y gris?
Todos los separatistas
reunidos en torno a mí,
lo que otros no le daban
me pidieron y les di.
Concesiones a los presos,
pasta gansa a repartir,
la tele y lo que se tercie,
que en Moncloa he de dormir.
¡Ay Pedrito el socialista
digno de una meretriz!
Acuérdate de los tuyos  
que te van a hacer sufrir.
¡Ay Carmen la enzarcillada,
llama a la Guardia Civil!
Que traigan mi jet privado,
me voy a Benicasín.



lunes, 23 de julio de 2018

A moro muerto; gran lanzada.



En el Museo de Málaga hay un cuadro de Bernardo  Ferrándiz y Badenes, pintor valenciano del siglo XIX, en que se representa a un ratoncillo paseando ufano entre los huesos de un gato. El marco lleva en su parte superior la inscripción: “A moro muerto, gran lanzada”, y en la parte inferior unos versos: “Rey Fiero ayer para ti/ Mis leyes di a respetar/ Y hoy que la muerte está en mi/ Hasta tú vienes a hollar el polvo de lo que fui”. 
La frase corresponde a un antiguo refrán medieval, época como todos saben, de constantes enfrentamientos entre cristianos y musulmanes.
Vaya por delante que el adagio chirría un tanto con el actual lenguaje políticamente correcto. Tal vez habría que decir: “A musulmán sin señales de vida, clávese presuntamente una pequeña lanza.” Pero es lo que pasa con las cosas antiguas. Suenan un poco bruscas.
El caso es que el refrán en cuestión ironiza con ese comportamiento oportunista de los míseros y cobardes que, una vez conjurado el peligro, acuden a hacer ostentación de su supuesto valor alardeando de haber derrotado al enemigo. Una vez que el muerto está muerto y bien muerto, aparece el osado héroe que se enfrenta a él con legendario valor y le clava la lanza. Más o menos como ese ratoncillo que se pavonea entre los huesos del gato.
Algunos compaginan el coraje con la prudencia, por aquello de que más vale prevenir que lamentar, y han esperado más de cuarenta años para clavar la lanza en el muerto. No sería extraño que quieran fotografiarse con los huesos del difunto, remedando a esas terribles imágenes que circulan por Internet, de milicianos posando junto a cadáveres de monjas o curas recién extraídos de sus ataúdes, meros esqueletos con algunos andrajos adheridos a los huesos. Posados realmente macabros, propios de mentes perturbadas y enfermas.
Supongo que, dado el tiempo transcurrido, el cadáver que tanto preocupa estará como el de aquellas monjas, huesos mondos y lirondos con alguna medalla colgando. Sería insuperable una foto junto al esqueleto haciendo con los dedos la V de victoria.      
Como ya se está prolongando demasiado el anuncio de la exhumación y empieza a ser cansino, espero que se realice “en breve”, tal como ha prometido el ardido Presidente. Aunque a tenor de su nivel de cumplimiento de promesas no sé yo, igual vuelve a decir Diego donde dijo digo. Vaya usted a saber.
En este caso espero que cumpla y trasladen al finado a otro lugar, no sé adónde, ya que estoy deseando ver lo que sigue. Porque barrunto que ese no será el final de la película, como decían en las series antiguas: Continuará…

lunes, 9 de julio de 2018

Supremacismo y otros eufemismos.


Según el DRAE, eufemismo es la “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”.
Es una bonita y precisa definición de algo que se suele utilizar por parte de los políticos simplemente para mentir. Para enmascarar la abyecta hipocresía de que hacen gala.
El eufemismo es íntimo aliado de lo políticamente correcto, de la introducción del pensamiento único a través de todos los medios de difusión.  
“-Cuando yo uso una palabra –dijo Humpty Dumpty en un tono desdeñoso-, esa palabra quiere decir lo que yo quiero que diga, ni más ni menos.
-La cuestión es –insistió Alicia-, si se puede hacer que las palabras signifiquen cosas diferentes.
-La cuestión –cortó Humpty Dumpty-, es saber quién manda. Eso es todo.”
“Alicia a través del espejo”. Lewis Carroll.
Es el lenguaje el que crea la realidad, sin importar demasiado cuál sea esa realidad. Es la palabra la que la determina. Surgen nuevos vocablos sin que a los sabios de la Academia les dé tiempo a actualizar el diccionario. Supremacismo no lo recoge todavía. Solo supremacía: “Grado supremo en cualquier línea”. “Preeminencia, superioridad jerárquica”. Algo un tanto desdibujado, melifluo, muy adecuado a la necesidad del momento de enmascarar la cruda realidad; que no es otra que un racismo de libro. El más infame y repugnante racismo que destilan unos personajes repugnantes e infames. La “exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación y persecución de otro u otros con los que convive”. Aquí, todavía más sangrante cuando ante la inexistencia de esa diferenciación de “grupo étnico”, pasa directamente a inventárselo. Así las apelaciones al ADN, a la proximidad con los suizos, a la raza superior, o a otras lindezas propias de cerebros enfermizos.    
Llamemos a las cosas por su nombre.