jueves, 23 de julio de 2015

Vorkutá.

-Le declaro culpable de atentar contra el artículo 58-I, se le considera traidor a la Patria. Queda condenado a 25 años de trabajos forzados. 
Lo sacaron de allí, y en un furgón celular tan negro como su ánimo, lo trasladaron directamente a la estación donde unos guardias le estaban esperando. A empujones, ¡davai!, ¡davai!, lo llevaron hasta un tren que estaba a punto de partir y le obligaron a subir a uno de los vagones. Se cerró la puerta metálica y sintió la sacudida del convoy que se ponía en marcha. 
Cuando la claridad del alba empezó a deshacer las sombras del interior del vagón, Daniel comprobó que no viajaba solo. Otro hombre permanecía en cuclillas en un rincón, en completo silencio, no se le oía ni respirar. Le preguntó si sabía adónde iban pero el hombre no contestó, ni se movió, ni dio signo alguno de haberle escuchado. Volvió a intentarlo por dos veces con el mismo nulo resultado. Se asomó al ventanuco enrejado que era la única abertura del furgón y contempló durante unos minutos el paisaje por el que transitaban. Vio que el sol se elevaba por el lado de la locomotora, y dedujo que iban hacia el este. ¡Hacia el este! El tren avanzaba implacable sumergiéndose en las profundidades del inmenso país. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué le habían separado del resto, por qué le habían condenado, por qué le transportaban a algún lugar desconocido?
El guardia que les traía dos veces al día la mísera comida se limitaba a decir que él no sabía adónde iban. Con su compañero de viaje no era posible hablar. Lo único que salió de su boca fueron una serie de sonidos inconexos, al tiempo que hacía torpes gestos con los brazos mientras paseaba su mirada imprecisa y delirante por el vagón.
A los tres días de viaje, el tren se detuvo en una pequeña estación y subieron al vagón ocho presos más, desarrapados y malcarados, con aspecto de gente del hampa, todos rusos. Por ellos se enteró de que el tren se dirigía a Vorkutá, un lager situado cerca del Ártico. Sintió que el cielo se desplomaba sobre su cabeza.   
El viaje concluyó después de dos semanas de traqueteos en una sucia estación en medio de un páramo desolado. El martirizante traslado le sirvió al menos, debido a la inactividad, para recuperar algo de las fuerzas perdidas. Al bajar del vagón pudo ver que más allá del viejo edificio destartalado todo era nieve, bruma y nieve, un paisaje lechoso se extendía hasta el infinito. Les hicieron formar para el conteo y después, rodeados de guardias y de perros, echaron a andar.
-¡Davai! ¡Davai!
Tres horas estuvieron caminando, hundiendo las piernas en la nieve hasta las rodillas, soportando la ventisca, escoltados por los tenaces ladridos de los amenazantes perros.
-¡Davai! ¡Davai!
Por fin llegaron a su destino. Alambradas, torretas, centinelas con gorro de astracán y abrigos de piel de oso, más guardias de rasgos asiáticos con metralletas, más perros enfurecidos, barracones de madera, frío infernal.
A Daniel y al perturbado que le acompañaba desde el inicio del viaje les introdujeron en una barraca donde había una decena de internos. Los de dentro empezaron a maldecir y a gritar que allí no cabía nadie más pero los guardias se marcharon sin hacer caso de las voces. Uno de los presos, un tipo corpulento, de cabeza grande adornada por una turbulenta cabellera, les gritó:
-¡Vosotros dos, poneos a limpiar el suelo!
Los demás rieron secundando a su compañero.
El orate no hizo el menor caso, se quedó inmóvil y en su rostro apareció una mueca que asemejaba a una sonrisa. El interno se enfureció:
-¿Qué te pasa? ¿Te hace gracia? ¿Crees que estoy bromeando?
Sacó un pincho de su bolsillo y avanzó con ademán intimidatorio hacia el recién llegado, mientras todos los demás arreciaban en sus gritos.  

-Él no comprende -acertó a decir Daniel, un segundo antes de que a su compañero de viaje le introdujeran el pincho en el costado. El pobre hombre no hizo ni ademán de intentar esquivar el ataque. Al recibir el golpe cayó al suelo hecho un ovillo.
Fragmento de "El infierno de los inocentes", novela que se desarrolla entre la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial. Disponible en Amazon
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EL INFIERNO DE LOS INOCENTES de [Molinos, Luis]

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