miércoles, 14 de septiembre de 2016

La perla de al Ándalus

La negra la agarró por la muñeca y tiró de ella sin muchos miramientos. La llevó por un arriate que costeaba un hermoso jazmín en el que aún sobrevivían algunas flores. La planta camuflaba con su frondosidad una estrecha puerta por donde se introdujeron accediendo a un pequeño habitáculo en el que solo había un jergón, un pequeño ataifor y unos cuantos trastos desordenados en un rincón.
Una vez en el interior, la mujer se plantó ante la muchacha con las piernas separadas y los brazos en jarras y la miró de arriba abajo con expresión de desagrado. Detuvo su vista en el vientre intentando adivinar,
-¿Cuánto hace? -preguntó con una voz ronca que intimidaba a la joven.
-Dos meses -respondió en un susurro.
La negra movió la cabeza con disgusto y profirió unas palabras que la chica no comprendió.
-¿Cuánto dinero llevas?  
Zaida metió la mano en la faltriquera y le enseño el saquito con las monedas.
La mujer se lo arrebató, lo sopesó y lo dejó sobre el ataifor.
-Bien, voy a preparar un bebedizo. Espera aquí. Tardaré un poco.
La muchacha se sentó en el camastro con la cabeza entre las manos. Al quedarse sola volvió a sentirse aterrada. Por un instante tuvo deseos de salir corriendo, volver a su casa y dejar que la vida siguiera su curso.
Al instante siguiente rechazó el impulso.
Nadie se lo iba a perdonar, probablemente ni Abdelaziz entendería la situación. Había escuchado muchísimas veces a las mujeres hablar de tal o cual joven a la que le había ocurrido lo que a ella. Quedaban marcadas para toda la vida. La mayoría acababa en los burdeles del río. Su padre ya no estaba y no podría repudiarla, pero ahora ejercía la autoridad en la casa el hermano, Hassán el rojo, que era todavía más estricto. Sentía pánico al imaginar lo que podría llegar a hacer si se enterara. Nadie debía saberlo, ni siquiera su madre. Cuando se hablaba de estas cosas, las mujeres siempre decían que la negra era una experta, que no dejaba trazas, que hacía un trabajo rápido y limpio, que lo había hecho tantas veces que para ella era tan sencillo como ir al pozo a por agua.
Cierto era que no le había gustado su aspecto; era una mujer desagradable, olía mal, despedía un repugnante tufo a rancio, tenía un expresión irritante con ese labio superior como arrugado. La cabeza era enorme y el pelo crespo y sucio la hacía parecer aún más voluminosa, y su cuerpo era tan grande y gordo que la agobiaba con su presencia. Un momento antes, cuando estaba en el centro del pequeño cuarto, llegó a pensar que le faltaba el aire, que todo se lo quedaba la negra.

Pero ya no había remedio. Además no conocía a nadie más y en cualquier caso, todas decían que esta era la mejor. Tenía que tener en cuenta que la había despertado en mitad de la noche, en cierto sentido era normal que estuviera molesta. Tardaba mucho en regresar, ¿qué estaría haciendo?, un bebedizo dijo, ¿qué clase de bebedizo?, ¿tanto se tarda en preparar uno?

Fragmento de "La perla de al Ándalus", novela histórica que se desarrolla en los inicios del siglo XI en Qurtuba, la capital de al Ándalus, cuando, tras la muerte de Almanzor, inició su declive.
Está disponible en Amazon´
LA PERLA DE AL ÁNDALUS de [Molinos, Luis]