martes, 29 de septiembre de 2015

El infierno de los inocentes.

Empezó a amanecer, las primeras claridades intentaron levantar las brumas de la madrugada. Primero se empezaron a delinear las escasas píceas que sobrevivían desperdigadas como centinelas de la noche en la inmensidad blanca que tenía delante. Después empezó a divisar a su derecha el terraplén del ferrocarril Moscú-Leningrado, que se elevaba cinco o seis metros sobre el resto de la nevada planicie. A continuación surgieron los contornos de las isbas que se dispersaban entre ellos y los enemigos, todas abandonadas desde que se les aproximó la guerra. Por fin pudo ver las alambradas que cubrían la posición y que se perdían a un lado y otro a lo largo de centenares de kilómetros. Estaba llegando el momento de ser relevado, pasó la mano enfundada en la gruesa manopla sobre su cara y cabeza para quitar la escarcha helada que la cubría. Ansiaba el instante de regresar al leve calor del búnker, no podía soportar mucho más tiempo aquel cuchillo helado que atravesaba las capas de ropa y se clavaba en los huesos.   
Volvió la cara hacia la trinchera esperando que apareciera el relevo, y en ese momento sonó una explosión. Instintivamente se apretó contra el terreno helado y le pareció que el cielo se derrumbaba sobre él. El primer estallido se expandió, sin la más mínima pausa, en un terremoto de fuego y metralla que cayó sobre la posición como una tempestad incontenible. El ruido era ensordecedor, la luz de las explosiones cegadora, el hielo, triturado por los impactos, saltaba por los aires formando una espesa niebla, los árboles ardían, las isbas estallaban en pedazos, la línea de la trinchera a su espalda iba desapareciendo, quedando en su lugar solo los cráteres provocados por los obuses. El olor a pólvora se le agarraba a la garganta y le dificultaba la respiración. El suelo temblaba y se movía sacudiendo su cuerpo. Parecía que el diluvio de fuego no se iba terminar nunca, los minutos eran eternidades, pasaba el tiempo y continuaban cayendo bombas a su alrededor incesantemente. Embutido en su agujero, Daniel no hacía mas que apretarse contra el terreno, intentando inútilmente perforarlo con su cuerpo para huir de la superficie. Puso la mano sobre el lugar en que llevaba la foto del cumpleaños, era su amuleto, lo llevaba cosido a la camiseta, cerca del corazón. Cada vez que experimentaba una amenaza apremiante palpaba la fotografía como si a su contacto se desataran fuerzas mágicas que le protegieran de cualquier peligro.    
Miró hacia la trinchera y no estaba, había desaparecido, en su lugar solo había cráteres que iban cambiando de forma a medida que caían los obuses. Entre el blanco de la nieve pudo distinguir los cuerpos rotos de algunos compañeros. Los oficiales se desgañitaban dando órdenes pero era difícil entender lo que decían en medio de aquella barahúnda terrible. Musitó una oración y se volvió a apretar contra el terreno.
La lluvia mortífera se prolongó durante más de una hora, la hora más larga de su vida hasta aquel momento. De pronto las bombas empezaron a caer detrás de su posición, los artilleros enemigos habían alargado el tiro para no matar a sus propios soldados que iniciaban el asalto. Las tropas rusas estaban a punto de abalanzarse sobre ellos.
Los compañeros empezaron a salir de los agujeros, dando tumbos, desorientados, algunos heridos, sangrando. El capitán y los oficiales intentaron organizar la tropa. Daniel retrocedió unos pasos para unirse a los demás cuando un regimiento enemigo se lanzaba contra ellos. Una oleada de sombras blancas avanzaba a la carrera voceando como demonios su grito de guerra:
-¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra!
Ya lo había escuchado en las orillas del Voljov, y según le habían contado provenía de los antiguos cosacos. Era un grito para enardecerse en el combate y significaba algo así como “al Paraíso”. El que moría peleando iba derecho al cielo.
El grito resonaba por encima de los disparos y explosiones.
-¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra!
Centenares de hombres se abalanzaban sobre ellos bramando al unísono. Embutidos en sus largos abrigos, disparando sin cesar, hombro con hombro, cubiertas las cabezas con grandes gorros de lana oscura, con las lengüetas de las orejas flotando a ambos lados como alas siniestras de pájaros asesinos. Los que caían era reemplazados al instante por los que les seguían, la marea humana no parecía tener fin. Las balas silbaban alrededor de Daniel o rebotaban a escasos centímetros, se tiró sobre la nieve y disparó, una y otra vez, los asaltantes se movían deprisa, corrían, saltaban, caían, siempre gritando azuzados por el silbato de los oficiales, él continuaba disparando.  

Fragmento de "El infierno de los inocentes", novela que transcurre entre la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial. 
Disponible en Amazon.
https://www.amazon.es/INFIERNO-LOS-INOCENTES-Luis-Molinos-ebook/dp/B00QAJ7JI6/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1469351205&sr=8-1&keywords=el+infierno+de+los+inocentes






Opiniones de lectores
5.0 de un máximo de 5 estrellas
 Tremenda historia 2 de diciembre de 2014
Por Elisa
Formato:Versión Kindle|Compra verificada
En los pocos días que me ha durado la lectura he sentido un gran cariño por los protagonistas, Rosa y Daniel. Tremendo lo que tuvieron que vivir. Extraordinaria novela que nos traslada a un tiempo muy reciente y a una tragedia de dimensiones colosales que tuvieron que soportar nuestros abuelos. Me ha enganchado desde la primera línea y se me ha hecho corta, al final me he quedado con ganas de más. Me encantaría que el autor escribiera una segunda parte. Excelente novela.
EL INFIERNO DE LOS INOCENTES de [Molinos, Luis]

domingo, 27 de septiembre de 2015

Análisis (profundo) de la estupidez humana.

Hace pocos días se ha destapado un escándalo monumental de repercusiones todavía imprecisas, pero que sin duda tendrán una enorme trascendencia. Volkswagen, el mayor fabricante mundial de automóviles, ha estado durante años confundiendo a los organismos encargados del control de emisiones contaminantes con un sistema expresamente diseñado para cometer el fraude. Asombra que alguien pensara que una estafa de esas proporciones pudiese pasar desapercibida indefinidamente. Hay que ser cretino para no prever que, con unas cifras de producción millonarias, alguien, más tarde o más temprano, tendría forzosamente que percatarse de un engaño tan zafio. Además del daño causado al medio ambiente, el perjuicio que ha provocado a la propia empresa, a la industria europea del automóvil en general, y a Alemania en particular, es incalculable. Es posible que pasemos del: “Es fiable, es alemán”, a “Es alemán, no te fíes”. Hasta que pase algún tiempo no sabremos con exactitud la dimensión del estropicio, pero lo lógico es que sea inmensa.  
Esto solo es otra prueba más de que el Antiguo Testamento estaba en lo cierto al asegurar que el número de idiotas es infinito. Hay que añadir, además, que se distribuyen por todo el espectro social, desde las posiciones más humildes hasta las de mayor prestigio, no hay más que repasar la lista de líderes mundiales. Asusta pensar en manos de quién están las armas más destructivas de que ha dispuesto la humanidad en toda su historia. Y da igual que esos individuos ocupen el poder por métodos golpistas o hayan sido elegidos democráticamente, en lo relacionado con su nivel de cretinez no se diferencian mucho. Ayer, sin ir más lejos, hubo elecciones en Cataluña. Contemplando a los aspirantes a liderar al pueblo, no se entiende que se haya batido el récord de participación ciudadana. ¿Pero alguien de verdad quiere ser administrado, guiado, acaudillado, por cualquiera de los que se han presentado? Parece evidente que la humanidad está en retroceso.
La democracia es el mejor sistema de gobierno que conocemos, sí, y nos sentimos contentos y orgullosos de su disfrute, sí, pero es un sistema que equipara el voto de Leticia Sabater al de Fernando Savater, o el de Paquirrín al de José Antonio Marina. Teniendo en cuenta que hay muchas más Leticias y Paquirrines no hay que asombrarse del jaez de quienes nos gobiernan, o de los que nos quieren gobernar. En este sentido, no hay que olvidar el impagable esfuerzo que hacen las televisiones para incrementar el número de paquirrines.
El siglo XX ha dado a la sociedad una pléyade de investigadores que durante décadas se ha consagrado al estudio de la perniciosa epidemia de la estulticia, a saber: Peter, Bloch, Parkinson, Cipolla, Aprile, y algunos otros. Todos han explorado, desde diferentes enfoques, el ignoto misterio de la estupidez humana. El problema es tan escabroso que ninguno de estos genios ha conseguido aclararlo del todo. No quiero pensar que también ellos están afectados por el virus que investigan, prefiero mantener un mínimo de esperanza en el ser humano.
Laurence J. Peter, descubrió que dada una estructura jerarquizada lo suficientemente grande, y esperando un tiempo adecuado, todo el mundo ascenderá por ella hasta llegar a su nivel de incompetencia, y una vez alcanzado, allí se quedará demostrando su incapacidad hasta que se retire a cuidar sus macetas. El presidente de VW podría ser el paradigma del enunciado.
Arthur Bloch, demostró científicamente con su ley de Murphy, que si las cosas pueden ir mal, irán mal. E incluso que por muy mal que vayan, pueden ir todavía peor. Y advierte de su inevitabilidad en su inquietante corolario: Si algo no puede salir mal, saldrá mal. Y asegura además que la estupidez es expansiva: Cuantas más personas participan en un acontecimiento, menos inteligentes se vuelven todas ellas. Para corroborar el aserto no hay más que contemplar un mitin político.
Produce escalofríos saber que en una sociedad burocratizada no hay modo de frenar el virus. Lord Northcot Parkinson, demostró que toda burocracia tiende a crecer a un ritmo del 5% anual, y además, lo hará sin necesidad de aumentar ni la cantidad ni la calidad del trabajo. O sea, que para realizar las mismas funciones necesitará cada vez un mayor número de idiotas. Pero es más, demostró que esa estructura se seguirá expandiendo aunque el trabajo a desarrollar sea mínimo, y continuará su crecimiento también en el caso extremo de que no tenga absolutamente nada que hacer.     
Carlo M. Cipolla, (se pronuncia Cipola), nos alerta de los peligros de la estupidez: Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo. E incide en el carácter universal e incoherente de su distribución: La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma. O sea, la posibilidad de ser estúpido es indiferente al sexo, raza, religión, o edad, a que haya alcanzado un determinado estatus social, incluso el más alto en la escala, o a que pertenezca a uno u otro colectivo, políticos, militares, religiosos, empleados, deportistas, o cualquier otra profesión. Incluso a que escriba o no en un blog, o participe en las redes sociales. Cipolla va más allá al asegurar que: Una persona estúpida es aquella que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio. Si antes advirtió que siempre se subestima su número, tenemos derecho a temer las peores catástrofes. Afirma con rotundidad que: El estúpido es el tipo de persona más peligroso que existe. Más peligroso que el malvado.
Pino Caprile, es aun más pesimista, asegura que la humanidad ha entrado en un proceso de destrucción de la inteligencia que atribuye a la necesidad de conservación de la especie. La inteligencia ha llegado a ser un peligro para la supervivencia de los seres humanos y se ha puesto en marcha un mecanismo natural para corregir la deriva. Afirma que: En la selección natural y cultural de la especie, prevalece lo peor, si lo peor es más útil.
Atribuye a Greg y Galton el aforismo de que si se poblara una aldea con cien irlandeses estúpidos, analfabetos, borrachos y zafios, y con cien ingleses cultos, bien educados y sobrios (o casi), varias generaciones después habrá varios miles de zafios y ni un solo gentleman. Sustituyan la aldea por el espacio europeo, por ejemplo, y esperen dos o tres generaciones.
Ante estas pesimistas previsiones científicamente demostradas, ¿que podemos hacer?
Y lo que es más inquietante, ¿cómo podemos saber si estamos infectados con el temible virus?
Habrá que seguir investigando pero no pinta bien.

Así está el mundo, Facundo.

sábado, 26 de septiembre de 2015

La perla de al Ándalus

-¿Tu abuelo trabajó junto a Hasday Ben Shaprut? -inquirió el viejo con asombro-, no te había oído comentar eso antes.
-Así es en efecto -respondió Samuel-. Yo mismo no lo supe hasta hace bien poco porque mi padre no me lo había revelado nunca. De hecho procura no hablar apenas del abuelo, sus relaciones se rompieron desde que se negara a aceptar la mujer que le tenían comprometida y ya nunca más se volvieron a reanudar. Sólo cuando comprobó que yo me interesaba abiertamente por la medicina me confesó que mi afición se debería tal vez a mis antecedentes. Yo no tuve la suerte de conocerlo pero por lo que me contaron deduzco que debió ser un auténtico hacán.
-Muchos consideran a Ben Shaprut el médico más grande del último siglo.
-Efectivamente, y mi abuelo estuvo con él muchos años colaborando intensamente. Hasta lo acompañó a tierras de los cristianos cuando acudió allí a sanar a Sancho el Grueso, el nieto de la reina Toda.
-Aquél fue un hecho extraordinario -asintió Abdelaziz en tono reverencioso.
-Así me lo contaron. Era tal la obesidad de Sancho que se mostraba incapaz de subir a su caballo. Era un inútil total para la vida cotidiana, pasaba la mayor parte de las horas acostado sin poder levantarse y Ben Shaprut consiguió devolverle la salud, según me aseguraron con la muy eficaz colaboración de mi abuelo.
Ahmed los miró asombrado.
-¿Se puede saber por qué estamos hablando de un gordo en vez de prepararnos para el trabajo? -exclamó indignado-. La princesa nos ha transmitido las urgencias que la angustian y nosotros nos entretenemos en hablar de no se qué grasiento cristiano. ¿Es que hemos perdido el juicio?
-No estamos hablando de un gordo sino de un sabio que sanó a un gordo -dijo Samuel con calma-, pero vayamos a tu princesa si lo prefieres, ¿es que es hora ya de emprender ese trabajo tan importante?
-Así es -asintió Tomás-, y después de habernos hecho esperar durante mucho tiempo sin la menor noticia, ahora desea que iniciemos la labor inmediatamente y que esté concluida en tres semanas, un plazo realmente difícil de cumplir. ¿Sigue en pie tu oferta de ayuda?
-Desde luego, podéis contar conmigo. Me vendrá bien para reposar las muchas enseñanzas que intentó inculcarme el sobrino de Ben Shaprut.
-¡Vaya! -observó Ahmed con cierta sorna-, nuestro amigo judío se va a dignar acompañarnos en tareas menores para dejar que su cerebro descanse de tanta función superior.
-No quise decir eso, mala víbora. Tan solo que estoy encantado de poder ayudar.

-Está bien -cortó el viejo-. Pongámonos a trabajar que hay mucho por hacer.

Fragmento de "La perla de al Ándalus", novela histórica que se desarrolla durante los años 1009 y 1013, período en el que se inició el declive del Califato.

LA PERLA DE AL ÁNDALUS de [Molinos, Luis]

LA PERLA DE AL ÁNDALUS

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Frases para políticos

Para ejercer de político, o sea, para vivir a costa de injerirse en la vida de los demás, no se exigen unos determinados conocimientos. No es necesario pasarse unos años preparando unas oposiciones ni hay que superar ningún examen. No se requiere acreditar un brillante currículo, ni tener don de gentes, ni ser un gran orador, ni demostrar una experiencia previa, ni saber idiomas, ni evidenciar una concreta capacidad en alguna faceta de la vida. Basta con conocer a alguien que ya esté instalado en un partido para que le incluya en alguna lista.
No obstante, es muy conveniente manejar con soltura una serie de locuciones con las que impresionar al auditorio sin que se note que no tiene ni idea de lo que está diciendo.
Anoto a continuación algunas de esas magníficas frases:
 
Tengo el absoluto convencimiento de… (lo que sea).

Da igual de qué se esté hablando. Es indiferente si se está afirmando o negando algo. Lo importante es que el vulgo comprenda inmediatamente que el político está convencido absolutamente de lo que dice. Al pronunciar la frase hay que enfatizar “absoluto”, para dejar bien claro que el que habla está en posesión de la verdad.

Es un escenario que no he contemplado.
También puede decir, si quiere dejar patente que domina los matices:
Es un escenario que no he barajado.

Es una respuesta muy útil para cuando no se quiere contestar a una pregunta incómoda. Denota que el político observa los acontecimientos con el rigor de un realizador de cine. Cuando se le presenta un problema lo sitúa en el escenario adecuado donde encontrar la solución más ventajosa para el pueblo. En este caso aún no lo ha situado en el escenario y por lo tanto no tiene todavía la solución.
 
Lo que este país necesita es… (lo que sea).

Muy importante. Hay que declamarla con mucha convicción. Demuestra que el político no tiene ni la menor duda de lo que es mejor para el pueblo. Es fundamental el matiz “este país”, si dice usted “España” puede ser catalogado de retrógrado o fascista. Diga siempre “este país” que queda mucho más progre. Esta frase suele ser más adecuada para los que están en la oposición. Saben perfectamente lo que necesita el país pero no les dejan demostrarlo. El que está gobernando debe utilizarla con mesura, corre el peligro de que le digan: “Si lo sabe ¿por qué no lo hace?”.
 
Tengo plena confianza en la honorabilidad de mi compañero.

Imprescindible en el hipotético caso de que algún colega de partido sea pillado con las manos en la masa. Ya sé que es raro pero podría llegar a ocurrir. Hay que decirla con el rostro imperturbable, espere a estar completamente seguro de que no le ve nadie para soltar la carcajada.

Es más lo que nos une que lo que nos separa.

Esta debe utilizarse cuando algún compañero se intenta saltar las consignas del grupo. También es oportuna para cualquier problema con los independentistas.

Hay que hacer un ejercicio de responsabilidad.

Esta es muy adecuada para casos de petición de dimisión. Se puede utilizar tanto para reclamar como para rechazar, ya se trate de algo que nos afecta a nosotros o nuestro grupo, o a alguien de un grupo adversario. El ejercicio de responsabilidad puede ser para exigir la inmediata  dimisión (es muy importante que sea inmediata) de alguien, y que el interfecto asuma los errores cometidos, o para aferrarnos al cargo alegando que cumpliremos con nuestro deber a cualquier precio y que estamos dispuestos a soportar cualquier sacrificio.

No me va a temblar el pulso para... (lo que sea).

Me temo que esta frase la han rescatado del pasado, me suena que la pronunciaba con asiduidad un antiguo gobernante. Es necesario que el que la pronuncie tenga un cargo de autoridad desde donde tomar decisiones, si no podría resultar grotesco. Con esta frase se deja claro que el pueblo está en buenas manos, firmes y sin tembleques. Los mandados pueden descansar tranquilos, el que manda tiene el pulso fuerte y los conducirá por la senda más conveniente.

No es el momento de… (lo que sea).

En este caso “lo que sea” es evidentemente molesto para el que la pronuncia, así que hay que aplazarlo indefinidamente. Repitiéndola con frecuencia el momento nunca llegará.

Estamos siguiendo la hoja de ruta.

Si alguien quiere saber qué está haciendo conteste con esta frase. No se preocupe por saber que hoja es esa, ni siquiera si existe, nadie le va a preguntar. Basta con que diga la frase con convencimiento, el pueblo entenderá que usted va por una ruta que conoce bien y que no se va a perder; se sentirá confiado.

 Hay muchas más, pero con estas ya puede empezar a desarrollar su sacrificada e impagable labor.

lunes, 14 de septiembre de 2015

La perla de al Ándalus

Tomás le hizo un gesto al visitante indicándole que estaba listo, mientras se echaba sobre los hombros un albornoz oscuro de espesa lana y se cubría la cabeza con la capucha. El otro hombre hizo lo mismo y juntos salieron a la callejuela.
El aire frío de la sierra entrando con ímpetu entre los muros de las casas se abalanzó sobre los hombres y les incitó a acelerar el paso. Ali Ibn Mahouda respiraba con dificultad y caminaba con la boca abierta expeliendo a cada paso un globo vaporoso que quedaba flotando durante unos instantes a sus espaldas. Con amplia y rápida zancada recorrieron varias calles semidesiertas hasta desembocar en la pequeña plaza donde se ubicaba el palacete.
Una sonrisa asomó al rostro de Tomás al pensar en la cara que iba a poner su amigo Ahmed Ibn Amir cuando le contara que había estado en la casa de su idolatrada princesa. ¡Lo que habría dado por estar en su lugar! No podría ni imaginar que él, sin proponérselo y sin hacer el menor esfuerzo iba a tener la oportunidad de entrar en la casa mucho antes que Ahmed, a pesar de las argucias y las cavilaciones de éste para conseguir tal propósito.
El servidor se detuvo jadeando ante el grueso portalón pintado de azul y agarrando la aldaba la hizo chocar con fuerza tres veces contra la contera. Luego quedó apoyado en ella intentando recuperar el resuello.
Tardó poco en oírse el chirrido que producía el cerrojo al deslizarse sobre sus abrazaderas y a continuación se abrió una de las hojas de la puerta.
-¡Vamos! -dijo el hombre atravesando el umbral.
Tomás le siguió obediente para acceder a un amplio y bien cuidado patio repleto de árboles frutales dividido en dos mitades por un pasillo de suelo de piedra que llevaba hasta el edificio principal. A ambos lados se distribuían simétricamente naranjos y limoneros y entre ellos pudo contar hasta ocho fuentes, cuatro a la derecha y otras cuatro a la izquierda, de las que surgían delgados chorros de agua que con su sonido al impactar con la piedra contribuían a aumentar la sensación de frío. Intentó imaginar Tomás cuanto más hermoso estaría el recinto cuando llegase le estación cálida y todos los parterres se llenasen de flores.
Pasaron bajo el arco de herradura de la entrada para acceder a una amplia estancia de suelo de mármol y paredes adornadas con ricos mosaicos de cerámicas de brillantes colores. En el muro frontal una espléndida ataujía le indicaba a los visitantes que estaban entrando en el palacio de una persona preeminente. Toda la estancia se hallaba rodeada por unos pequeños bancos de cuero con los respaldos de guadamecí, que se apoyaban contra unos espaldares de taraceas. El servidor le indicó que se sentara en uno de ellos y esperase mientras él iba a comunicar a la señora su presencia en la casa, desapareciendo tras unas grandes cortinas adamascadas. Desde el cercano alminar de la gran mezquita le llegó poderosa la voz del almuecín llamando a la oración del mediodía.

Fragmento de "La perla de al Ándalus" novela histórica que se desarrolla en al Ándalus entre 1009 y 1013.
 
LA PERLA DE AL ÁNDALUS de [Molinos, Luis]

domingo, 13 de septiembre de 2015

Previsiones

En junio de 2006, el diario “El Mundo” publicó un artículo un tanto apocalíptico titulado “La gran invasión”. Exponía las previsiones de Chris Parry, contraalmirante y estratega militar británico, quien con un equipo de cincuenta expertos se dedicaba, ignoro si continúa haciéndolo, a pensar en los posibles peligros que podían acechar a la Gran Bretaña y a los demás países de su entorno. En su informe mostraba la certeza de que las futuras migraciones crearían en Europa una situación similar a la que condujo a la caída del Imperio Romano en el siglo V. Según Parry, el continente europeo se iba a enfrentar a una “colonización a la inversa”: grupos de inmigrantes que no sienten lealtad por el país que los acoge y que permanecen conectados, en virtud de la globalización, a sus países de origen. Calculaba que sería entre 2012 y 2018 cuando se produciría la ruptura del sistema de poder establecido en el mundo en el momento de redactar el informe. Preveía también que la población mundial pasaría de los 6.500 millones existentes en aquel momento a 8.500 millones en 2035. Esta previsión ya se ha quedado corta, los últimos cálculos de la ONU adelantan esa cifra cinco años, señalándola para 2030. Según un informe de ese organismo, los países que más están creciendo son los africanos, prevé que entre 2015 y 2050 la mitad de la población mundial vivirá en 9 países y 5 serán africanos. En un plazo de 35 años se duplicará la población en 28 países de ese continente. En contraste con esas cifras, para 2050, uno de cada tres europeos tendrá más de 60 años. Las cifras de natalidad africanas multiplican por cuatro, cinco o seis, las europeas.
La terrible crisis migratoria provocada por el EI no ha hecho más que acelerar drásticamente un proceso que ya estaba en marcha y que previsiblemente se va a ir incrementando en los próximos años. La tragedia de la guerra en Siria ha venido a sumarse a una situación que ya era dramática. Los gobiernos europeos están claramente desbordados y no saben cómo actuar ante un movimiento migratorio de dimensiones desconocidas y que, lejos de calmarse, se está acelerando como si se hubiese producido una psicosis colectiva por no quedarse el último. Mientras aquí nos lamentamos de la recesión económica a la que no se le ve fin, cientos de miles, millones de personas se juegan la vida por llegar hasta nosotros y alcanzar un supuesto Edén. La migración de los refugiados sirios es en principio puntual pero es muy probable que no sea la última provocada por un país en guerra. La de los países subsaharianos y del Magreb es sistémica y va in crescendo. Los sirios llegan con sus familias, mujeres, niños y ancianos. Los inmigrantes “regulares” son en su inmensa mayoría hombres jóvenes sin mujeres, lo que hace aun más grave el problema.

Es imposible no conmoverse con las imágenes que contemplamos a diario. El drama humanitario remueve las conciencias y ha provocado un lógico movimiento de solidaridad; aún más, se está produciendo en las últimas fechas una especie de competición entre gobernantes para ver quién es más generoso. Estos sentimientos son altamente plausibles y dicen mucho bien de quien los efectúa, pero debemos preguntarnos: ¿Durante cuánto tiempo nuestra convaleciente sociedad podrá absorber una avalancha humana de esta magnitud y al ritmo vertiginoso en que se está produciendo? Es difícil oponerse al discurso políticamente correcto so pena de ser inmediatamente tildado de insolidario, fascista o racista, pero no hay más remedio que reflexionar sobre un asunto que nos desborda y nos amenaza, y hay que hacerlo urgentemente. A la velocidad que está sucediendo no hay mucho tiempo para deliberar intentando buscar soluciones. Los remedios que se van aplicando equivalen a poner una tirita en una hemorragia generalizada. Si no se ataca el problema en origen, corremos el riesgo de que dentro de una o dos generaciones, el movimiento migratorio tenga que hacerse a la inversa para escapar de una Europa arruinada, degradada y destruida.        

viernes, 11 de septiembre de 2015

La perla de al Ándalus

-¿No crees que pronto no tendremos más remedio que combatir? -inquirió Tomás.
-Ya procuraré yo que eso no ocurra -contestó Ahmed-. Para eso se paga a los mercenarios. Con los eslavos y los beréberes ya tienen suficiente unos y otros. Nosotros los árabes de pura estirpe estamos para ordenar y ser obedecidos.
-¿Pero no me aseguraste hace apenas unos días que eras beréber?
-Según para qué y según para quién, amigo mío. Las cosas no son tan simples como tú pareces pensar. Yo no voy a ser lo que los demás quieran sino lo que yo decida. Supongo que estarás de acuerdo en eso.
Tomás se encogió de hombros; desde el alminar de la gran mezquita resonó poderosa la voz del almuédano llamando a la oración del mediodía, al tiempo que los rayos de sol caían en picado sobre la plaza y calentaban lo justo para invitar a disfrutar del paseo sin preocuparse de nada más.
Mientras deambulaban entre los puestos les iba asaltando una interminable procesión de olores que les ayudaban a la sensación de placidez. Al pasar por delante de los tenderetes de los especieros les llegaban los aromas de la canela recién traída desde Ceilán, o de la pimienta procedente de la India, o del jengibre llegado de la todavía más lejana China. Tomás sabía, porque se lo había oído muchas veces al viejo Kader Ben Ismail, el hermano mayor de su padre, que todas estas maravillas que alegraban los sentidos, llegaban desde el lejano oriente a través de la ruta de las especias, primero por mar desde las costas indias hasta el golfo Pérsico para, remontando el Tigris, alcanzar Bagdad; una vez allí, largas caravanas las transportaban hasta los puertos más orientales del Mediterráneo, y después, de nuevo en barcos en un viaje que podía durar dos o tres meses, se las hacía llegar hasta Almería, Málaga o Cartagena.

Cuando todavía era un niño y escuchaba a su tío contar aquellos relatos, se le alborotaba la imaginación y podía pasarse toda la noche en vela viéndose él mismo realizando aquel larguísimo recorrido a lomos de poderosos y enormes caballos, o afrontando la mar embravecida en una veloz embarcación que siempre conseguía navegar por la cresta de las olas, o peleando con ímpetu contra los piratas que deseaban arrebatarle los tesoros que portaba. En una sola noche era capaz de ir hasta los confines de la China y volver cargado de casia, cardamomo, almizcle, incienso, ámbar o mirra.

Fragmento de "La perla de al Ándalus", novela histórica que transcurre entre 1009 y 1013, periodo en que se inició la desintegración del Califato.
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LA PERLA DE AL ÁNDALUS de [Molinos, Luis]

sábado, 5 de septiembre de 2015

Colmillo blanco alunado sobre fondo verde.

Federico Martínez fue un niño de apariencia normal, le gustaba jugar y reír como a los otros niños y nada en su comportamiento hacía sospechar que andando el tiempo llegaría a elevarse a las excelsas cumbres que sólo están reservadas para los elegidos. Su adolescencia también transcurrió dentro de lo que podríamos considerar natural para su época y su entorno. Tal vez, si pecáramos de exigentes en la búsqueda de algún motivo que nos alertase de su extraordinaria personalidad posterior, podríamos decir que su despertar al sexo fue algo lento y confuso, pero nunca rebasando unos límites que pudiéramos considerar provocativos. Terminó los estudios elementales dentro del más discreto anonimato, salvando todos los exámenes con la mínima puntuación obligatoria, como si no quisiera llamar la atención antes de tiempo hacia su egregia personalidad. Empezó dos carreras que pronto abandonó, al no ofrecerle respuestas a las múltiples preguntas que se agitaban en su interior, y finalmente obtuvo un diploma de experto en vocalización intralabial cognitiva (EVIC), lo que le valió para conseguir una plaza de profesor ayudante en el colegio de su pueblo.
Se casó, tuvo dos hijos, chico y chica, y pasó unos años tranquilos, entregado a la educación de los niños de su localidad. El profesor D. Federico Martínez era querido y respetado por sus alumnos y podría haber prolongado por mucho tiempo aquella idílica existencia, pero en su interior una pequeña llama le abrasaba y le advertía de que su verdadero destino estaba por llegar.
La Revelación le alcanzó cuando acababa de cumplir los cuarenta y cinco. A Federico le gustaba pasear por los alrededores del pueblo y muchas tardes de verano aprovechaba para dar largas caminatas provisto de un cayado que usaba para remover cualquier cosa que despertara su natural e insaciable curiosidad. Un 15 de agosto, día de la Virgen, bajo un calor sofocante, acompañado por el estridor de las chicharras, reparó en un matorral que para cualquier otro no hubiera merecido un mínimo motivo de atención, pero que en él provocó la inmediata sacudida de su asombrosa sensibilidad. Se acercó, removió las matas con la punta del cayado y descubrió detrás, oculto por la maleza, lo que parecía la entrada de una cueva. Arrastrándose y despreciando las heridas que le causaban las espinas del zarzal, consiguió acceder al interior y con la pequeña linterna que siempre llevaba consigo iluminó la cavidad.
¡Ahí se evidenció de nuevo su extraordinaria clarividencia!
Para cualquier ser humano corriente, lo que se ofreció a sus ojos no habría pasado de un nebuloso cúmulo de manchas y unos dispersos rasguños en la roca.
Para un hombre de la agudeza intelectual de Federico, la visión le abrió un mundo de inabarcables perspectivas.
Inmediatamente comprendió que lo que estaba observando era un mensaje del pasado, una singular comunicación de nuestros predecesores. Ayudado por su sublime intuición, adivinó que aquello que parecían simples arañazos eran signos inteligentes que recreaban un lenguaje. Aquellos trazos en apariencia inconexos, eran la escritura autóctona de los antiguos habitantes de esta tierra. Conservado durante siglos en la umbría húmeda de aquella oquedad, estaba plasmado el espíritu de los primitivos pobladores del territorio. Allí resplandecía la esencia de nuestros ancestros.
Aquel mágico momento cambió su vida y la de todos nosotros.
Pidió una excedencia en el colegio y dedicó toda su energía al estudio del idioma primario. Con la paciencia del investigador y la sabiduría del erudito, fue reconstruyendo el vocabulario y la gramática de nuestra olvidada civilización.
El paraje donde está la cueva era conocido desde siempre como el monte de los cochinos, porque en tiempos pretéritos los cerdos salvajes hozaban por allí sin impedimentos. Federico intuyó enseguida que “jabalí” era un término de la lengua original incautado por el idioma invasor. Con esclarecida tenacidad inspeccionó infatigablemente las paredes de la gruta hasta encontrar la palabra en su grafía natural. Esa fue la piedra sobre la que pudo edificar todo el armazón de nuestra cultura autóctona, la de nuestros auténticos antepasados, el pueblo jabal.
Su labor pronto encontró el apoyo entusiasta de otros estudiosos que se integraron, bajo su presidencia, en un equipo de doctores que hoy es ya reconocido y respetado en todo el mundo, la Asociación Autóctona Projabal (AAP). Podemos decir sin temor a equivocarnos que el profesor Federy Marthy es, hoy por hoy, el mayor jabalólogo mundial, y sus conferencias son escuchadas con enorme expectación en los más ilustres foros.
Hay que aclarar que el profesor Federico Martínez es ahora Federy Marthy, en su autentica pronunciación autóctona.
Una de las singulares características del idioma jabal es que no tiene género y por lo tanto ninguna palabra acaba en o ni en a. Esta sobresaliente peculiaridad demuestra a las claras que el jabal es un idioma igualitario y solidario, un lenguaje avanzado que excede en virtudes, de forma categórica, al que los invasores nos impusieron y nos obligaron a utilizar durante los últimos siglos.
Las profundas investigaciones del profesor Marthy han fructificado en hallazgos de una extraordinaria relevancia. Calculando la distancia recorrida por una familia de jabalís en una semana, el profesor ha podido determinar con exactitud los márgenes del territorio jabalense. Ha estudiado profusamente la morfología de los habitantes de esa zona y ha constatado que, en un porcentaje muy elevado, tienen el hueso de la rodilla izquierda más desarrollado que el de la derecha. Exactamente igual que ocurría con el esqueleto que se encontró cerca de la cueva de los cochinos. A esos restos óseos se les ha calculado en un primer análisis una antigüedad de dos mil años. O más.   
En su estudio de los topónimos y antropónimos ha cosechado igualmente extraordinarios logros. Como ejemplo podemos reseñar el caso de la charca de los mosquitos, paraje bien conocido de nuestra geografía. Pues bien, el profesor ha descubierto que el nombre deriva del original, “lachar mosqui ros”, que en jabal significa “agua que no has de beber”.
Es igualmente significativa la proliferación del apellido Caballero en nuestras tierras, hecho que siempre se ha considerado una característica particular sin explicación razonada. Ahora, gracias al insigne profesor sabemos que su origen está en los primitivos pobladores, ya que el nombre deriva de “jabal yhe ros”, que significa “el que bebe como un jabalí”. Su auténtica definición fue adulterada, deformada y preterida por los invasores.
Y así podríamos continuar con innumerables evidencias.
Podemos afirmar con rotundidad que gracias a la titánica labor del profesor Marthy, nuestro pueblo jabal está cada día más concienciado de sus orígenes y más orgulloso de sus raíces.
Pero después de felicitarnos por estos innegables avances, hay que decir que no podemos conformarnos con lo conseguido hasta ahora. Todos los esfuerzos son pocos en pro de la definitiva reimplantación de nuestro acervo cultural y de nuestro reconocimiento como pueblo soberano. La subvención que el Ministerio de Cultura del Gobierno Central da para la recuperación de las lenguas autóctonas no pasa de ser un mero óbolo con el que pretenden silenciar nuestras justas reivindicaciones y acallar sus malas conciencias. Necesitamos la colaboración activa de todo el pueblo jabal para desarrollar en el más breve plazo posible nuestra autentica identidad. Para facilitar las aportaciones hemos abierto cuentas en los principales bancos del país a nombre de la Asociación Autóctona Projabal (AAP). ¡Jabalenses! Contamos con vuestra colaboración, ya es hora de expulsar a los conquistadores que nos han oprimido durante siglos. No descansaremos hasta que nuestra bandera, colmillo blanco alunado sobre fondo verde, ondee orgullosa en todos los edificios oficiales. La nueva constitución ya está siendo redactada por un comité de expertos, pronto todas las escuelas educarán a nuestros hijos en el jabalense y todos los funcionarios estarán obligados a dominar la lengua vernácula.
Gracias al Profesor Marthy podemos lanzar al mundo nuestro grito de pueblo libre:
¡Pueblo jabal! ¡Tal!, ¡Pueblo jabal! ¡Tal! ¡Pueblo jabal! ¡Tal y tal y tal!  

Relato incluido en "El crimen de Lainma y otros horrores", libro que se compone de una novela corta y varios relatos. Disponible en Amazon.

https://www.amazon.es/El-crimen-Lainma-otros-horrores-ebook/dp/B009GY8S3M/ref=sr_1_18?ie=UTF8&qid=1499591256&sr=8-18&keywords=luis+molinos

El crimen de Lainma y otros horrores de [Molinos, Luis]

viernes, 4 de septiembre de 2015

La perla de al Ándalus

No podría decirse que con serenidad de espíritu, pero sí que con algo menos de espanto en el ánimo, se encaminaron hacia el campamento.
El viejo Mulud finalmente había juzgado más provechoso para su integridad acatar las órdenes de su jefe inmediato que obedecer al más lejano general por mucho mando que ostentase, así que siguió al grupo y observó toda la escena camuflado entre los árboles. Los jóvenes, en su atolondramiento, pasaron cerca de él al retirarse, sin verlo, y lo que resulta más extraño, sin olerlo. Una vez se hubieron ido, salió el viejo de su escondrijo y se dedicó a inspeccionar el terreno y la falla. No entendía para qué habían colocado aquellas piedras alineadas pero en sus incontables batallas había desarrollado un sentido que se podría calificar como el de la refutación beneficiosa. Lo que pudiera resultar bueno para el contrario forzosamente debía ser malo para uno mismo, y viceversa. Los jóvenes eran sospechosos y por lo tanto culpables; y consecuentemente, contrarios. Si habían colocados las piedras de aquél modo sería por algún oculto interés tendente a beneficiarlos, así que las recogió todas y las trasladó unos pasos a su izquierda. Ese cambio sería malo para ellos y por lo tanto bueno para él y su jefe Alí.   
La noche y el día pasaron como una exhalación. Jamás imaginó Ahmed que el tiempo pudiera ser tan fugaz. El crepúsculo siguiente se presentó con implacable celeridad y un rato después apareció Omar llevando un gran bulto bajo el brazo.
-Vamos -ordenó secamente.
Los dos amigos obedecieron con mansedumbre, como obedece el cordero que va a ser degollado. Siguieron los pasos del capitán y tras ellos, amparado por las sombras y a prudente distancia, se deslizó el viejo Mulud.
Cuando salieron de entre los árboles pudieron disfrutar de un espectáculo ciertamente hermoso. La luna llena iluminaba esplendorosamente la pendiente y esparcía su luz por la serena vaguada que discurría allá abajo. Un airecillo alegre y refrescante entraba desde sus espaldas y se desparramaba ufano por la pendiente.
-Es la noche perfecta -exclamó Omar eufórico.
Inmediatamente desenredó el fardo que portaba y extrajo una vestimenta totalmente recubierta de magníficas plumas. Lo exhibió orgulloso y lo lanzó al aire para mostrar su liviandad.
-Desnúdate completamente -ordenó a Ahmed-, despréndete del sayal que portas e imbúyete en esta excelsa clámide que sería la envidia del mismo Creso. Debes sentirla como si fuera tu propia piel. ¡Es tu propia piel! Las plumas son tus plumas porque eres un zorzal.
Obedeció Ahmed, mostrando a la radiante luna su enteca anatomía y pasó a enfundarse el emplumado atavío. La prenda le quedaba holgada en el ancho y escasa en el largo, dejando expuestas al aire sus magras canillas. 

-¡Perfecto! -exclamó gozoso Omar señalándole las pantorrillas-, ¡eres un pájaro! Hasta las patas son de pájaro. Ahora haz lo que hacen los pájaros. ¡Vuela!

Fragmento de "La perla de Al Ándalus", novela que transcurre en la Qurtuba de principios del siglo XI, un periodo convulso que inició el declive del Califato.

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La opinión de lectores
7 de 7 personas piensan que la opinión es útil
5.0 de un máximo de 5 estrellas Me ha encantado. 26 de noviembre de 2012
Por Elisa
Formato:Versión Kindle|Compra verificada
Una gran novela, narra las aventuras de un joven que se ve atrapado en un mundo que se desmorona a su alrededor. A principios del siglo XI, el califato de Córdoba está inmerso en una guerra entre facciones rivales y toda la sociedad se ve arrastrada por ese ambiente de violencia y división. La novela tiene un ritmo muy vivo que enseguida te atrapa, está muy bien escrita, tiene acción, aventura, amor y humor. Me ha encantado.
Disponible en Amazon

LA PERLA DE AL ÁNDALUS de [Molinos, Luis]