Una victoria pírrica.
Epiro fue un
reino situado al norte de la actual Grecia entre los siglos V y II a.C. Pirro
fue su rey desde 307 a 272 a.C. Considerado uno de los grandes generales de la
antigüedad se pasó la vida batallando. Se enfrentó dos veces a la poderosa Roma
venciendo en ambas ocasiones pero a costa de enormes pérdidas de sus propias
fuerzas. Después del primer triunfo parece que dijo: “Otra victoria como esta y
tendré que regresar a Epiro solo”. Tras el segundo éxito fue aún más concluyente:
“Otra victoria como esta y estaré vencido”.
Después de
aquello pasó al acervo popular la expresión obtener una “victoria pírrica”
cuando el logro no ofrece la satisfacción esperada.
Pirro murió como
era natural batallando, aunque de una manera no muy gloriosa. Se encontraba
luchando en el interior de la ciudad de Argos cuando al parecer una señora de
edad avanzada le lanzó una teja desde una terraza que le impactó en la cabeza y
le derribó del caballo quedando inconsciente. Un soldado enemigo aprovechó el
momento para cortarle la cabeza.
Afortunadamente
en nuestra sociedad esa costumbre ancestral de cortar las cabezas se ha ido
perdiendo aunque sigue presente en otras zonas del planeta. Estoy hablando de
cortar físicamente pero entre nosotros se sigue practicando la amputación metafórica.
Estos días atrás
hemos tenido una representación paradigmática de lo que es una victoria
pírrica. Es difícil encontrar una victoria que haya sido más demoledora para
los victoriosos. Sin ninguna duda, si pudieran rebobinar, los afectados
preferirían haber perdido la final del campeonato de fútbol femenino, incluso
por goleada. Si hubieran sido derrotados nada de lo que pasó hubiera sucedido.
Ni el obsceno gesto de agarrarse los escrotos en el palco, ni el beso
consentido o no, ni el escándalo planetario, ni las miles de horas de recriminaciones
en los medios. Todos los personajes implicados continuarían tranquilamente con
sus vidas, con sus chanchullos más o menos consentidos, con sus virtudes y
defectos, con sus aptitudes y sus incompetencias. Incluso a lo mejor se les
hubiera generado a todos y todas un fuerte deseo de ganar la próxima vez. Y ese
sentimiento es muy positivo.
Ya nada de eso es
posible, al entrenador ya le han cortado la cabeza, metafóricamente, y al
presidente andan buscando el modo de hacerlo, al parecer con cuidado por si
acaso tiene material sensible de sus antiguos conmilitones, las jugadoras no
han podido disfrutar con serenidad y alegría su sufrida victoria, y no parece que toda
esta historia haya sido muy beneficiosa para el fútbol femenino en general.
El que le cortó
la cabeza a Pirro se supone que era un enemigo, pero a saber.
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