miércoles, 6 de septiembre de 2023


 

Una victoria pírrica.

Epiro fue un reino situado al norte de la actual Grecia entre los siglos V y II a.C. Pirro fue su rey desde 307 a 272 a.C. Considerado uno de los grandes generales de la antigüedad se pasó la vida batallando. Se enfrentó dos veces a la poderosa Roma venciendo en ambas ocasiones pero a costa de enormes pérdidas de sus propias fuerzas. Después del primer triunfo parece que dijo: “Otra victoria como esta y tendré que regresar a Epiro solo”. Tras el segundo éxito fue aún más concluyente: “Otra victoria como esta y estaré vencido”.

Después de aquello pasó al acervo popular la expresión obtener una “victoria pírrica” cuando el logro no ofrece la satisfacción esperada.  

Pirro murió como era natural batallando, aunque de una manera no muy gloriosa. Se encontraba luchando en el interior de la ciudad de Argos cuando al parecer una señora de edad avanzada le lanzó una teja desde una terraza que le impactó en la cabeza y le derribó del caballo quedando inconsciente. Un soldado enemigo aprovechó el momento para cortarle la cabeza.

Afortunadamente en nuestra sociedad esa costumbre ancestral de cortar las cabezas se ha ido perdiendo aunque sigue presente en otras zonas del planeta. Estoy hablando de cortar físicamente pero entre nosotros se sigue practicando la amputación metafórica.

Estos días atrás hemos tenido una representación paradigmática de lo que es una victoria pírrica. Es difícil encontrar una victoria que haya sido más demoledora para los victoriosos. Sin ninguna duda, si pudieran rebobinar, los afectados preferirían haber perdido la final del campeonato de fútbol femenino, incluso por goleada. Si hubieran sido derrotados nada de lo que pasó hubiera sucedido. Ni el obsceno gesto de agarrarse los escrotos en el palco, ni el beso consentido o no, ni el escándalo planetario, ni las miles de horas de recriminaciones en los medios. Todos los personajes implicados continuarían tranquilamente con sus vidas, con sus chanchullos más o menos consentidos, con sus virtudes y defectos, con sus aptitudes y sus incompetencias. Incluso a lo mejor se les hubiera generado a todos y todas un fuerte deseo de ganar la próxima vez. Y ese sentimiento es muy positivo.

Ya nada de eso es posible, al entrenador ya le han cortado la cabeza, metafóricamente, y al presidente andan buscando el modo de hacerlo, al parecer con cuidado por si acaso tiene material sensible de sus antiguos conmilitones, las jugadoras no han podido disfrutar con serenidad y alegría su sufrida victoria, y no parece que toda esta historia haya sido muy beneficiosa para el fútbol femenino en general.  

El que le cortó la cabeza a Pirro se supone que era un enemigo, pero a saber. 

 

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