Don Ángel de Saavedra
y Ramírez de Baquedano (1795-1861), dramaturgo, poeta, pintor, historiador y
estadista, es más recordado como Duque de Rivas.
En su poema “Un
castellano leal” clama:
“No profane mi palacio
un fementido traidor
que contra su rey combate
y que a su patria vendió.”
Parece como si
los versos estuvieran dedicados a quién hoy ocupa La Moncloa.
Fementido: Que no tiene fe ni palabra. Que es
engañoso o falso.
Traidor: Que comete traición, conjunto de actos en contra del país
al que pertenece. Que defrauda a la gente que le otorgó su confianza haciendo
lo contrario de lo que se había comprometido.
Contra su rey combate: Desde el primer día intenta
menospreciar, ningunear, puentear, soslayar la autoridad del rey seguramente
persiguiendo su sueño de ser el primer presidente de la República de los
pueblos ibéricos o como quiera que se haya imaginado el nombre para esa
ensoñación.
Que a su patria vendió: La está vendiendo en cómodos plazos a
los que no quieren ser españoles, sus socios.
Si creyera en
milagros pensaría que las urnas le han dado la milagrosa posibilidad de hacer
lo que está haciendo. Milagroso es que el recuento de los votos determinara que
ganaran los otros pero que no pudieran gobernar. Un milagro que perdiendo él pudiera
gobernar reuniéndose con todos los otros perdedores. Más milagroso todavía que
necesitara incluso los votos del perseguido por la justicia, por lo que no
tiene más remedio que concederle la amnistía, por supuesto por el bien mayor de
la gobernabilidad del país. Que para ello el rey tenga que desdecirse de todo
lo que dijo en su discurso después del golpe de 2017 no solo no es enojoso o
perturbador sino que contribuye milagrosamente a su recurrente ofensiva, a su
constante menosprecio. Todo resulta muy milagroso. Tanto más cuando hace siglos
que ya no se producen milagros.
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