Unión
vs separación
En los años sesenta del siglo pasado
Alemania todavía andaba recuperándose de las heridas de la guerra. La derrota
la dejó arrasada y la dividió en dos países, uno cayó en la órbita de occidente
y el otro en la soviética. Por esas fechas Yugoslavia era un estado grande que
tenía voz en el mundo, durante la Guerra Fría promovieron el Movimiento de
Países No Alineados, una asociación que quería ser equidistante entre los dos
bloques.
En 1980 falleció el mariscal Tito, había
gobernado el país desde el final de la Guerra Mundial logrando mantenerlo cohesionado.
A partir de su muerte empezaron los problemas entre los territorios que componían
el estado y rápidamente se enfrentaron en una terrible guerra que se prolongó
durante diez años y causó 200.000 muertos, varios millones de desplazados,
ruina y penurias generalizadas. Las heridas aún no están cerradas y los
conflictos perduran con mayor o menor intensidad. El resultado es que lo que
era un país grande hoy son seis o siete pequeños países que pintan poco en el
concierto internacional. Supongo que eso habrá sido negativo para sus
habitantes.
El 9 de noviembre de 1989 cayó el muro
de Berlín. El 28 de ese mes el canciller Helmut Kohl presentó su programa de
unidad nacional. El 3 de octubre de 1990 se concluyó la reunificación de los
dos territorios en una sola Alemania.
Alemania después de esa reunificación se
ha convertido en un país de 85 millones de habitantes que está a la cabeza de
Europa e impone su voluntad a los demás países del continente. Sin duda eso
será positivo para sus habitantes.
A principios de los setenta hice un
viaje en coche por la antigua Yugoslavia. Recuerdo que al acercarnos a una
ciudad vimos una señal anunciando su proximidad, el nombre de la misma había
sido corregido con pintura para cambiarlo por otro parecido. Nos hizo mucha
gracia: “como en España”, dijimos. Sí, aquí ya se había iniciado ese afán de algunos
lugareños en marcar lo que consideran sus territorios.
En Yugoslavia el proceso de
desintegración fue muy rápido. Aquí está siendo lento pero sostenido. En la
fauna política nacional no se vislumbra ningún Helmut Kohl que capitanee una
unión sólida y sostenida, solo se ven petimetres provincianos que aspiran a ser
líderes de pequeños paisitos insignificantes, débiles y vulnerables. Para colmo
tenemos al mando, ahora en funciones, a un tipo sin escrúpulos, un mentiroso
compulsivo, un tramposo, un felón que ha encontrado en los separatistas a sus
socios ideales. No los ha encontrado por casualidad u obligado por las
circunstancias, los ha encontrado porque los ha buscado y está encantado con
ellos porque sirven a sus planes.
España se desliza por la misma pendiente
que la antigua Yugoslavia. Mientras la mayoría nos limitamos a contemplar
asombrados los acontecimientos, unos pocos se dedican a empujar pendiente
abajo.
Es posible que nuestros descendientes
tengan que vivir en algún pequeño país gobernados por algún petimetre.
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