lunes, 2 de octubre de 2023


 

Unión vs separación

 

En los años sesenta del siglo pasado Alemania todavía andaba recuperándose de las heridas de la guerra. La derrota la dejó arrasada y la dividió en dos países, uno cayó en la órbita de occidente y el otro en la soviética. Por esas fechas Yugoslavia era un estado grande que tenía voz en el mundo, durante la Guerra Fría promovieron el Movimiento de Países No Alineados, una asociación que quería ser equidistante entre los dos bloques.

En 1980 falleció el mariscal Tito, había gobernado el país desde el final de la Guerra Mundial logrando mantenerlo cohesionado. A partir de su muerte empezaron los problemas entre los territorios que componían el estado y rápidamente se enfrentaron en una terrible guerra que se prolongó durante diez años y causó 200.000 muertos, varios millones de desplazados, ruina y penurias generalizadas. Las heridas aún no están cerradas y los conflictos perduran con mayor o menor intensidad. El resultado es que lo que era un país grande hoy son seis o siete pequeños países que pintan poco en el concierto internacional. Supongo que eso habrá sido negativo para sus habitantes.

El 9 de noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín. El 28 de ese mes el canciller Helmut Kohl presentó su programa de unidad nacional. El 3 de octubre de 1990 se concluyó la reunificación de los dos territorios en una sola Alemania.

Alemania después de esa reunificación se ha convertido en un país de 85 millones de habitantes que está a la cabeza de Europa e impone su voluntad a los demás países del continente. Sin duda eso será positivo para sus habitantes.

A principios de los setenta hice un viaje en coche por la antigua Yugoslavia. Recuerdo que al acercarnos a una ciudad vimos una señal anunciando su proximidad, el nombre de la misma había sido corregido con pintura para cambiarlo por otro parecido. Nos hizo mucha gracia: “como en España”, dijimos. Sí, aquí ya se había iniciado ese afán de algunos lugareños en marcar lo que consideran sus territorios.

En Yugoslavia el proceso de desintegración fue muy rápido. Aquí está siendo lento pero sostenido. En la fauna política nacional no se vislumbra ningún Helmut Kohl que capitanee una unión sólida y sostenida, solo se ven petimetres provincianos que aspiran a ser líderes de pequeños paisitos insignificantes, débiles y vulnerables. Para colmo tenemos al mando, ahora en funciones, a un tipo sin escrúpulos, un mentiroso compulsivo, un tramposo, un felón que ha encontrado en los separatistas a sus socios ideales. No los ha encontrado por casualidad u obligado por las circunstancias, los ha encontrado porque los ha buscado y está encantado con ellos porque sirven a sus planes.

España se desliza por la misma pendiente que la antigua Yugoslavia. Mientras la mayoría nos limitamos a contemplar asombrados los acontecimientos, unos pocos se dedican a empujar pendiente abajo.

Es posible que nuestros descendientes tengan que vivir en algún pequeño país gobernados por algún petimetre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario