Reflexiones de un espectador inerme.
Viví los últimos tiempos del
franquismo. A finales de los sesenta y principios de los setenta se apreciaba
que en general, el entorno ciudadano mejoraba de año en año. Tras la muerte del
dictador no solo continuó esa mejoría sino que se incrementó. Se construían
nuevas autopistas, nuevas edificaciones, pabellones deportivos, se hermoseaban
las calles, se inauguraban nuevos parques, se abrían buenos comercios, cada vez
se veían más y mejores coches, cada vez la gente vestía mejor, se respiraba un
ambiente de optimismo y prosperidad. Atravesamos algunas de esas crisis mundiales
redundantes sin apreciables quebrantos. En general las cosas seguían progresando.
A principios de siglo llegaron los atentados de las torres gemelas, algo
pareció quebrarse pero aquí continuamos en una buena dinámica. En 2004 sufrimos
los atentados de los trenes de Atocha. La inercia hizo que la sociedad siguiera
caminando con aparente firmeza pero ya iba herida. En 2007 estalló la burbuja
inmobiliaria y se hizo evidente el declive. Desde entonces todo se ha ido
degradando. Basta caminar por una ciudad cualquiera, en mi caso Alicante, para
observar cómo poco a poco, los comercios lujosos van dejando sitio a tiendas de
todo a cien, los ultramarinos a fruterías tercermundistas, el pequeño comercio
va desapareciendo, locales grandes se quedan vacíos durante meses o años, la
gente viste peor, lo que va envejeciendo no se renueva, la suciedad es más
palpable, hay más pobres pidiendo por la calle, hay una impresión generalizada
de declive constante. La decadencia se va acelerando. Puede que sea la
constatación de que la clase media va desapareciendo y va aumentando la pobreza
al tiempo que unos pocos muy ricos son cada vez más ricos. Mientras tanto no
cesan de llegar pateras con inmigrantes ilegales, unos 50.000 en lo que va de
año. El 99% jóvenes varones, ni mujeres ni niños, solo hombres. Seguramente
vienen en busca de un mundo mejor pero es muy probable que contribuyan a
acelerar el deterioro. En fin, solo son disquisiciones sin ninguna base
científica. Puede que mis impresiones sean consecuencia de mi provecta edad. O
puede que no. Puede que todo se vea según el color del cristal con que se mire y
puede que el mío esté algo empañado. A saber.
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