Le citó la juez Lamela,
Espartaco olió el talego,
tomó las de Villadiego
y se refugió en Bruselas.
Redentor de esclavizados,
al
viento el grácil flequillo,
con
su babero amarillo
tiene
al pueblo obnubilado.
¡Oh!
Padre de la nación,
¡Oh!
Mesías provinciano,
extiende
tus recias manos
y esparce tu bendición.
Gran
genio de la espantada,
tu
leal ciudadanía,
acude
a ti en romería
para
apoyar tu escapada.
Valeroso
gladiador,
titán
pleno de virtudes
que
en olor de multitudes
quiebras
el yugo opresor.
Por
amor a este tu poble
preferiste
el duro exilio
a
un confortable presidio.
¡Qué
valor! ¡Qué gesto noble!
¡Qué
muestra de abnegación
al
rechazar el arresto
y
decir: -Aquí estoy presto
a
sufrir por mi nación!
¡Qué
señorío de cuna!
¡Qué
frondosa cabellera!
Más
gallardo no lo hubiera,
en
república ninguna.
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