Decididamente
el ejercicio de la política resulta cada día más complicado. No es de extrañar
que solo las mentes más brillantes puedan dedicarse a esos duros menesteres. Pero
incluso para los simples espectadores van surgiendo nuevas dificultades. Cuando,
después de ímprobos esfuerzos, habíamos conseguido pronunciar
multinacionalidad, nos vienen, sin tiempo para reponernos, con la
unilateralidad. ¡Por favor! Un poco de tregua. Algunas cosas necesitan un
tiempo para asimilarlas. Y no digamos para los propios políticos, sí, ya sé que
son seres especiales, pero humanos al fin y al cabo, no se les puede exigir
tanto. Ahí tienen por ejemplo a la señora Rovira, musa de ERC. Sin duda dama
dotada de enormes conocimientos de todo tipo pero que por alguna razón tiene
severas dificultades para expresarse en castellano. Parece que su propio
partido le ha recomendado que se escabulla de los debates entre candidatos,
siempre que se realicen en el idioma del gobierno central. Es natural, ¿cómo va
a repetir unilateralidad varias veces en un espacio corto de tiempo? Ya son
ganas de fastidiar. Si, a pesar de todo, no pudiera evitar la asistencia a
alguno de esos debates tan ilustrativos, le recomendaría prepararse realizando
algunos ejercicios fonéticos. Cada mañana, recién levantada y frente al espejo,
deberá repetir: “El país está unilateralizado, el desunilateralizador que lo desunilateralizare,
buen desunilateralizador será”. Estoy hablando solo de pronunciar los palabros
correctamente y sin titubeos, otra cosa es lo que signifiquen, si es que
significan algo. Pero eso tiene un interés relativo. ¿A quién le importa?
Cuanto
más largo sea el palabro, más versado parece el que lo pronuncia y más pasmo
produce en el que escucha. Así, resulta conveniente introducir en el discurso,
por ejemplo, multiculturalismo o heteropatriarcado, aunque no vengan a cuento.
A veces
resulta complicado resumir la expresión en un solo palabro y no hay más remedio
que fragmentarlo, como por ejemplo, el hecho diferencial. Bonita expresión
donde las haya, que aunque vaya separada en dos vocablos, ambos son
indisolubles, porque cada uno por sí solo pierde el sentido para el que se creó; a saber, señalar las incuestionables diferencias entre individuos por el simple hecho de
vivir en un sitio u otro, aunque se hallen separados por unos cientos de metros.
Algo realmente sorprendente.
En definitiva,
lo importante es introducir en el debate nuevos conceptos que enriquezcan la comunicación
y contribuyan a superar las dificultades de entendimiento derivadas de los
genuinos hechos diferenciales. Se trata, sobre todo, de poner encima de la mesa
las líneas rojas que, en un escenario de diálogo de progreso y cumpliendo el
mandato de la ciudadanía, consigan abrir espacios de convivencia para articular
un debate de progreso en este país, porque siendo más lo que nos une que los
que nos separa, podamos encontrar las herramientas para una confluencia de
progreso, y por ello se hace más necesario que nunca mover ficha para explorar
otras vías alternativas de progreso. Creo que ha quedado claro.
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