Resulta
cuanto menos chocante comparar el tratamiento que dan los medios y como
reflejo, la mayoría de la sociedad, a esos dos conceptos, en teoría opuestos,
pero tan miméticos en sus comportamientos. Para empezar, el lenguaje; primera
batalla de cualquier guerra que se precie. Como es habitual, ganada con
amplitud por la izquierda.
Un
descerebrado de extrema derecha es un nazi, un fascista, o un facha. Punto. Tres
vocablos con idéntico significado. Con una sola palabra fácil de pronunciar el
individuo queda definido con todas las peores bajezas del ser humano.
Un
descerebrado de extrema izquierda, por el contrario, tiene definiciones mucho
menos concluyentes. Los medios políticamente correctos le dan otro tratamiento.
Antisistema, antifascista, okupa, o simplemente, militante de extrema
izquierda. En la mayoría de las ocasiones al epíteto se antepone el vocablo joven,
lo que dulcifica la definición. Aunque el elemento en cuestión tenga sus añitos,
el ir precedido de joven, le da una cierta aura romántica que le quita acritud.
No es lo mismo decir un antisistema que un joven antisistema, parece que el ser
joven justifica ciertas cosas. Pelillos a la mar. Ninguna de las posibles
definiciones lleva implícita la carga destructiva de facha. O es anti de algo,
o sea, que se rebela contra alguna injusticia de la sociedad que lo maltrata; o
se limita a ocupar algo que otros en principio no necesitan; o es un militante
con determinadas ideas perfectamente legítimas.
Uno
de este segundo grupo ha asesinado a un hombre dándole un golpe en la cabeza
con un objeto metálico. Que el presunto asesino pertenece al segundo grupo está
acreditado. Por eso enseguida se intenta buscar algún tipo de justificación. Se
dice que la víctima era simpatizante de Falange. ¡Ah! De Falange, vaya. Eso de
algún modo justifica la acción. Este mismo energúmeno hace años lanzó una
piedra a un agente de la guardia urbana y lo dejó tetrapléjico. Por ello pasó en
prisión dos años, o cinco, según las versiones que he leído. La victima está
condenado a tetraplejia de por vida.
Parece
que el motivo del asesinato ha sido una discusión porque el asesinado llevaba
unos tirantes con la bandera española y eso molestó al presunto asesino, chileno
de nacimiento al que se le otorgó la nacionalidad española. No sé si acogerse a
la nacionalidad lleva implícito jurar la bandera, pero debería. Llevar la bandera
de España, aunque sea de modo discreto, es para muchos un signo indudable de
ser facha. Algo alucinante en cualquier otro país. Para esos mismos lucir
ostentosamente el pañuelo palestino o una camiseta con la hoz y el martillo,
por ejemplo, es signo de libertad y democracia que nadie debe cuestionar. Este presunto
asesino es una escoria de la sociedad, un parásito que quiere vivir a costa de
los demás, un exaltado peligroso que pretende derribar la sociedad que le acoge
y tolera su comportamiento insolidario. Un auténtico descerebrado. Un facha.
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