Ayer,
entrevistado en una televisión uno de los separatistas “moderados”, decía con
sonrisa beatífica: “Lo único que queremos es mejorar como país”. Dicho así, con
expresión de cura en Domingo de Ramos, ¿a quién le va a parecer mal? Nada más
razonable, todos queremos mejorar. El problema viene en lo que encierra ese
pensamiento en apariencia inocuo. Para mejorar, los susodichos entienden que
deben expulsar a los que no piensan como ellos, a esa chusma de charnegos vagos
y atrasados que son una rémora para el desarrollo de un poble superior.
Decía
Sabino Arana, padre de la patria vasca: "La
fisonomía del vizcaíno es inteligente y noble, la del español inexpresiva y
adusta. El vizcaíno es nervudo y ágil, el español es flojo y torpe. El vizcaíno
es inteligente y hábil para toda clase de trabajos, el español es corto de
inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos”. Y también: "El
aseo del vizcaíno es proverbial, el español apenas se lava una vez en su vida y
se muda una vez al año. Oíd hablar a un vizcaíno y escucharéis la más eufónica,
moral y culta de las lenguas; oídle a un español, y si solo le oís rebuznar,
podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes ni
blasfemias". Espectacular. Este espécimen arrastró millones de prosélitos
y es ensalzado y reverenciado en escritos y monumentos.
Los
del noreste todavía no llegan a esas cotas de demencia pero van de camino. Junqueras
dice que tiene más coincidencias genéticas con los franceses y suizos que con
los demás españoles. No sé si los suizos estarán de acuerdo. ¿Es que en su casa
no hay espejos? ¿Y qué decir de las y los de la CUP? Sentirse superior a sus
semejantes es fascista, sí, pero además es profundamente idiota. Basta verlos
para entender que la asunción de la propia superioridad escapa a la lógica más
elemental.
Quizás
se deba a un exceso de obsequiosidad por parte de los “otros”. Sabido es que un
niño demasiado consentido se convierte en un adulto egoísta y desabrido; vamos,
en un auténtico cretino.
Ya en 1839, Stendhal, en su "Diario de un turista", escribe: "Los catalanes quieren leyes justas, a excepción de la ley de aduana, que debe ser hecha a su medida. Quieren que cada español que necesite algodón pague cuatro francos la vara, por el hecho de que Cataluña está en el mundo. El español de Granada, de Málaga o de La Coruña no puede comprar paños de algodón ingleses, que son excelentes, y que cuestan un franco la vara". El arancel proteccionista, implantado por los gobiernos de España en atención a la perpetua queja catalana, convirtió al resto de españoles en un mercado cautivo del textil catalán, siendo más caro y peor que el inglés.
Ya en 1839, Stendhal, en su "Diario de un turista", escribe: "Los catalanes quieren leyes justas, a excepción de la ley de aduana, que debe ser hecha a su medida. Quieren que cada español que necesite algodón pague cuatro francos la vara, por el hecho de que Cataluña está en el mundo. El español de Granada, de Málaga o de La Coruña no puede comprar paños de algodón ingleses, que son excelentes, y que cuestan un franco la vara". El arancel proteccionista, implantado por los gobiernos de España en atención a la perpetua queja catalana, convirtió al resto de españoles en un mercado cautivo del textil catalán, siendo más caro y peor que el inglés.
En
los tiempos de la denostada dictadura, el malvado dictador estableció en 1943
que solo Barcelona y Valencia podían realizar ferias de muestras
internacionales. Ese monopolio duró hasta 1979. Las primeras autopistas que se
construyeron en España, aparte de la Sevilla-Cádiz, fueron las catalanas, (yo
estuve allí). La fábrica de Seat, la única marca de coches española, la llevó a
Barcelona el odiado dictador, y a través del INI, benefició a la región
catalana con unas inversiones de más del 20% del total nacional, mientras
Andalucía, con mayor población, se llevaba un pírrico 4%, o Extremadura se
consolaba con el 2%. Así, esa chusma de andaluces y extremeños vagos e
ignorantes, a los que no les caía un duro porque no lloraban, abandonaron sus
pagos e invadieron las bucólicas tierras del noreste para poder tener un
trabajo con el que alimentar a sus hijos. Muchos de esos hijos se han olvidado
del sacrifico de sus padres y han abrazado la causa de la superioridad
genética. Al parecer, basta un cambio de localización para mejorar los genes. Un
hecho ciertamente llamativo que merece un profundo estudio científico.
Desde
que recuperamos la democracia, la obsequiosidad no hizo sino aumentar. Los
Juegos Olímpicos del 92, que pusieron a Barcelona en el escaparate universal,
se consiguieron con el esfuerzo de todo el Estado y sobre todo por la gestión
de Juan Antonio Samaranch, franquista de pro, a la sazón presidente del COI, hoy denostado y preterido, que no tiene ni una
triste calle en su ciudad natal, y al que le han retirado una pequeña escultura
a su memoria que había en un patio del ayuntamiento los que hoy lo presiden,
una basca de incompetentes sectarios sobrevenidos que necesitarían varias vidas
para hacer la mitad de lo que hizo Samaranch por Barcelona y por los catalanes
en su conjunto.
Un
sistema electoral que beneficia a las minorías permitió a los partidos
periféricos influir decisivamente en la política del país, y obtener toda clase
de prebendas para sus acólitos. La ceguera de unos políticos solo preocupados
por su culo, por llegar a mañana por la mañana, y el que venga detrás que
arree, nos ha llevado a este peligroso momento. Concesión tras concesión, han
conseguido convencer al niño mimado de que todo lo que tiene se lo merece
porque se debe a su superior intelecto y capacidad. Baste decir que la señora
de la CUP, la ninfa odorante, cobró el año pasado 99.337, 24 €, 20.000 más que
el Presidente del Gobierno que les roba. El coste medio de un diputado catalán
es de 188.000 €, un 82% más que uno del Congreso de los Diputados (103.090 €),
y más del doble que uno del Senado. Podemos seguir con el agravio comparativo
entre los salarios de los mossos y
los de la Policía Nacional o la Guardia Civil. Teniendo en cuenta que todos los
sueldos salen de los presupuestos del Estado que les roba, de ese mismo Estado
que abominan y del que se quieren separar, habrá que pensar que aquí hay algo
que no cuadra.
Es
posible que todo sea simplemente consecuencia de la idiotez humana.
El
gran filósofo Carlo M. Cipolla, lo deja bien claro es su Tercera Ley
Fundamental de la estupidez: “Una persona estúpida es una persona que causa un
daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un
provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio”. Es difícil imaginar que
personajes como los que lideran el prusés
vayan a encontrar una mejor ubicación personal en cualquier otra coyuntura diferente.
Ya es difícil entender cómo han llegado a donde están, pero suponer que pueden
superar ese estado, es un ejercicio que nos puede conducir a la enajenación
mental.
El
daño grande que están generando, y el mucho mayor que es previsible que pueden
generar, nos afectará a todos, a ellos, fascistas xenófobos activos, pero
también a nosotros, observadores pasivos.
Ya
se están viendo los efectos, hace apenas tres meses el ayuntamiento decía estar
preocupado por la masificación del turismo. Ya lo han resuelto, en pocas
semanas ha descendido un 20% y seguirá bajando. Unos linces. La fuga de
empresas ya se contabiliza en miles de millones de pérdidas y en aumento del
paro. ¿Y eso qué más da? Peccata minuta.
El
niño mimado y consentido se ha puesto a romper los juguetes diciendo que a sus
hermanos los tratan mejor. Berrea y miente como un bellaco para llamar la
atención de todo el mundo. Por mucho que teoricen los psicólogos, es sabido desde
antiguo que la mejor manera de que deje de decir y hacer tonterías es un buen
pescozón.
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