Ya
estamos otra vez en guerra en España. Se veía venir, pero nadie lo detuvo a tiempo.
Ahora ya es demasiado tarde. Ya no hay solución incruenta. Ahora ya habrá que
contabilizar víctimas. Que sean pocas o muchas dependerá de lo que se
tarde en acometer lo que se tenía que haber hecho hace mucho. Cuánto más se demore,
más vidas habrá que lamentar. “Una guerra no se evita, tan solo se difiere en
beneficio del enemigo”, decía Maquiavelo. Cuanto más grande se hace el enemigo,
o sea, uno de los contendientes, más cruenta será la lucha, más se alargará, y
más dolor arrastrará.
¿Cómo
hemos llegado hasta aquí? Entre la incompetencia y estupidez de unos, y el odio
y xenofobia de otros. Durante décadas se ha dejado alimentar un odio irracional
(no sé si hay algún odio racional) en una parte de la sociedad española hacia
otra parte de ella. No se ha hecho nada por atajar la deriva. Los sucesivos
gobiernos (formados por incompetentes funcionarios solo preocupados por sus
personas), se han limitado a ir pasando la patata caliente, a mirar para otro
lado, a ir bandeando el problema esperando que no les explotase a ellos sino al
siguiente. Pues bien, ya estalló, ya no se puede dejar para el siguiente. Aunque
todavía no lo quieren reconocer, ni el gobierno, ni la sociedad en general, ya estamos
en guerra otra vez. Y no en Cataluña, en toda España. Ya estamos enfrentados, “una
de las dos Españas ha de helarte el corazón”.
El
ser humano no aprende de los errores, y parece que los españoles somos los más
humanos de la tierra. Hemos vivido cuarenta años de paz, convivencia y progreso,
como nunca antes en nuestra historia. Varias generaciones han nacido y crecido
en un ambiente de bienestar que ya hubieran querido disfrutar sus abuelos. Pues
bien, parece que el espíritu autodestructivo se impone a cualquier otro
considerando. Todo se puede ir por los albañales en menos que se tarda en
contarlo. Lo difícil es construir; destruir es muy fácil y se puede hacer muy
deprisa. Más deprisa de lo que la mayoría está dispuesta a imaginar.
La
sociedad catalana ya está partida por la mitad. Aunque solo se escucha a la
mitad más vocinglera, a la más fascista, a la más xenófoba, hay otra mitad que
está sufriendo amargamente las consecuencias. Esos ya están padeciendo la
guerra. La sociedad española en general no está partida por la mitad, pero va
camino de ello. Ya empiezan a saltarse las costuras. Ya hay personas, medios,
grupos, partidos, azacanados en la labor.
La
pusilanimidad del gobierno es, ahora mismo, el mayor enemigo de la solución con
el menor daño posible. Cuanto más tarde en pinchar el globo, peores serán las
consecuencias. No hay guerra incruenta, todas tienen bajas, pocas o muchas
depende de lo que se tarde en terminarlas. Y no se engañen, la situación más dramática
de todas sería que alcanzaran la independencia. Ese no sería el final sino el
principio del escenario más cruento de todos. Todos los nacionalismos son
expansionistas. Los separatistas no se iban a conformar con un paisito de
opereta. Al día siguiente, ¡al día siguiente!, no lo duden, empezarían a
reclamar los “países catalanes”, Baleares, Valencia, parte de Aragón, y vaya
usted a saber. Ya tienen la avanzadilla en estas tierras. Entonces sería la
guerra entre dos Estados, o más, los Balcanes en la península ibérica, con
absoluta certeza, sería el enfrentamiento con el mayor número de bajas y la
mayor destrucción.
Cada
día, cada hora que se deje pasar, el final será más cruento. ¡Mierda de políticos!
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