En
el noreste de España hay gente que quiere separarse del resto. Serán unos dos
millones, tal vez tres, pero hacen mucho ruido. Infinitamente más ruido que los
43 o 44 millones que quieren que el país permanezca unido. Desde hace muchos
años, muchas generaciones han vivido en esta España que heredamos de nuestro
antepasados, una entidad que tiene 505.370 km2, 1.952,7 km de fronteras, y
4.964 km de costa. Todo lo que ocurre en ese conjunto nos afecta a todos los
que vivimos en él. Si alguien quiere modificar algo incidirá en nuestras vidas;
en las nuestras y en las de nuestros descendientes. Por lo tanto tendrán que
contar con nuestra opinión. Esos dos o tres millones gritan mucho y se ponen
estupendos diciendo que quieren votar porque eso es lo democrático. Eso es
democracia, dicen. Estoy totalmente de acuerdo en lo de votar, pero TODOS. Todos
los que se vieran afectados por una modificación de la situación actual tienen derecho
a votar. Eso es lo democrático, no que lo decidan entre los residentes en un
determinado sitio. Por lo tanto, si hay que decidir si España sigue como está o
se divide en varias partes, se tendrá que consultar a los habitantes de todo el
territorio.
Los
dos o tres millones que quieren fragmentar el país hacen infinitamente más
ruido que los 43 o 44 millones que quieren que permanezca unido. Se organizan,
se manifiestan, llenan las calles, agitan banderas, cantan, amenazan e insultan
a los que no piensan como ellos, y salen en las televisiones a todas horas. ¿Qué
hacen los 43 o 44 millones que no quieren que se divida el país? Critican al
gobierno porque no actúa con suficiente contundencia. Pero en petit comité, sin
levantar mucho la voz, no vaya a ser que alguien se entere y le llame facha. Fascistas
son los que quieren imponer su voluntad sin tener en cuenta la de los demás. Fascistas,
racistas, y xenófobos, los que se sienten superiores a los demás (si se sintieran
inferiores no querrían separase).
Como
los 43 o 44 millones que queremos una España unida no hacemos casi ruido, los
otros se envalentonan y cada vez gritan más. A estas alturas, en todas las
capitales de España debería haber multitudinarias manifestaciones afirmando la
unidad del país, apoyando a las fuerzas constitucionales, a los jueces,
fiscales, policías, guardia civil, y al Gobierno. Agitando banderas
constitucionales y cantando el himno de todos. ¿Por qué permanecemos pasivos
ante el ataque constante de unos pocos? Lo que quieren hacer esos pocos nos
afecta a todos. ¿Todo lo tiene que resolver el Gobierno cuando ni siquiera
tiene el apoyo claro de los otros partidos constitucionales? ¿No deberíamos
mostrar nuestro apoyo de modo incuestionable, alto y claro? Que se vea, que se
oiga, que salga en las televisiones. Nuestros ascendientes nos dejaron un acervo
que tenemos la obligación de transmitir a nuestros descendientes; si no mejor,
al menos igual. Nunca peor.
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