Hoy se cumplen tres meses de la muerte de
Ignacio Echevarría. El 3 de junio de 2017 murió un hombre bueno. Bueno en el
buen sentido de la palabra, que diría Machado. Un hombre generoso y valiente,
porque en su comportamiento excepcional se conjugaron generosidad y valentía,
cualidades muy raras en nuestra sociedad.
Solo tres meses y parece que ya nadie se
acuerda, pero haríamos bien en tratar de mantener viva la llama que él prendió.
Su gesto heroico y altruista no puede caer en el olvido. Su muerte no puede ser
preterida por el paso de los días. Sería una infamia que pasemos página y
sigamos como si nada hubiera sucedido. En aquel puente ocurrió algo
extraordinario. Un hombre bueno actuó al impulso de su corazón, sin detenerse a
considerar las consecuencias.
Después del reciente atentado de Las
Ramblas, la gente salió a la calle gritando “No tenemos miedo”. Una gallarda
afirmación que parece más teatral que verdadera. El único que hasta el momento
demostró fehacientemente no tener miedo fue Ignacio. Saltó como un resorte, impulsado
por un sentimiento de solidaridad con una víctima. Se enfrentó él solo a tres
asesinos armados con machetes con el único afán de socorrer a una mujer que
estaba siendo atacada con salvajismo y saña. Su espléndido gesto le costó la
vida, pero quiero creer, estoy seguro de ello, que el tiempo que tardaron los
miserables terroristas en hacerle frente y acuchillarlo hasta acabar con su
joven existencia, sirvió para que varias posibles víctimas se pusieran a salvo.
Sin duda habría sido preferible que esas personas que huían se hubieran dado la
vuelta y como él, hubieran hecho frente a los abyectos fanáticos, pero eso es
demasiado pedir a una sociedad sumisa y amedrentada. Adormecida, pasiva,
acomplejada, amoral, que ha renunciado a sus valores, que se avergüenza de sus
antepasados, que no respeta su historia ni su cultura. Que practica una especie
de autoxenofobia. Por eso, por emerger de ese pozo de ruindad, su gesto tiene
tanto valor y no debe caer en el olvido. Exponer su vida por salvar las de los
demás es una expresión de suprema nobleza. Es un grito en la oscuridad, una
esperanza de que no todo está perdido. Nos permite seguir creyendo en la
grandeza de la condición humana. Debe ser un ejemplo para todos, empezando por
los políticos, esos políticos pusilánimes, acomodaticios, cobardes, cuando no
directamente idiotas o malvados. Y siguiendo por toda una sociedad envejecida y
adocenada, que cual avestruz, esconde la cabeza esperando que pase el peligro,
o por lo menos que el próximo atentado no le afecte personalmente, que suceda
en otra parte cualquiera de esta civilización que se desintegra a marchas
forzadas.
Nos ha costado siglos de lucha y sacrificios
vivir en una sociedad abierta, donde se respeta la libertad individual y la vida
del prójimo, donde se reconocen los mismos derechos a las personas
independientemente de su género, de su tendencia sexual, de su religión, su
raza o su nacionalidad. Una nueva vieja cultura donde esos derechos están
proscritos está amenazando muy seriamente nuestros valores y nuestra manera de
entender la vida.
Resulta hasta doloroso ver cómo reaccionan
en otros países de nuestro entorno ante hechos similares. Clint Eastwood tiene
87 años pero sigue trabajando y actualmente está rodando una nueva película.
Trata sobre los militares estadounidenses que en un tren de pasajeros que hacía
el trayecto Amsterdam – París, desbarataron el intento de atentado de un
terrorista, abalanzándose sobre él y reduciéndolo. Fueron recibidos como héroes
en EE.UU. y ahora su gesto va a ser inmortalizado en una película. Muy
merecido, sin duda, pero eran tres hombres entrenados contra uno solo, aunque
armado hasta los dientes; y además actuaron en defensa propia, porque de no
hacerlo, habrían sido asesinados por el terrorista. Echeverría se enfrentó él solo
a tres hombres armados con machetes, y no lo hizo en defensa propia, sino para
auxiliar a otra persona que ni conocía. Podía haber huido, pero prefirió
enfrentarse al terror y lo pagó con su vida. ¿Creen que alguien en España le va
a dedicar una película?
Y si algún día la hacen no quiero ni maginar
cómo la enfocarían.
Yo no quiero dejar a mis descendientes un
mundo peor que el que a mí me legaron mis ancestros. El ejemplo de Ignacio
Echeverría debe servirnos de soporte y darnos fuerza para combatir la amenaza.
Su sacrificio no puede ser estéril, debe ser fecundo. Debemos tener siempre
presentes su valentía, su integridad moral y su solidaridad; y tratar de
emularlo. No profanemos su memoria.
Gracias por acordarte de Ignacio
ResponderEliminarGracias a ti.
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