lunes, 21 de diciembre de 2015

Nací en Tánger.

Nací en Tánger, mi madre nació en Tánger, y mi abuela nació en Tánger. Cuando Tánger se reintegró en el Reino de Marruecos yo tenía ocho años. Cuando veía las manifestaciones y los soldados patrullando por las calles no era consciente de que se acababa una época, yo era demasiado pequeño para que se acabara nada. Todavía durante unos años seguí creyendo que Tánger era Internacional y que aquella era mi tierra. A mediados de los sesenta me fui a estudiar a España. Seguí volviendo en vacaciones, para contar cada verano los amigos que ya se habían marchado. A principios de los setenta mi familia se trasladó a España y ya dejé de ir. No volví hasta el 93. Paseando por las calles tuve la sensación de que en vez de veinte años habían pasado tan solo unos pocos días, todo lo encontré más o menos igual. Parecía más viejo y más pequeño, pero todo resultaba familiar. En un bacalito de la calle Estatuto creí ver la misma fisura en el cristal del escaparate que había visto en mi última visita. Hasta el hombre que estaba detrás del mostrador parecía tener la misma cara y descansar en la misma postura, como si el tiempo se hubiera detenido veinte años antes. Un taxista, tangerino viejo, me llevó a hacer el circuito típico por el monte, el Cabo Espartel y las Grutas de Hércules. En el monte, los olores de mi adolescencia me asaltaron como si hubieran estado aguardando mi llegada para abalanzarse sobre mí. A veces la memoria olfativa parece más fuerte que la visual. Después de esta visita tardé otros diez años en regresar y entonces sí que noté un cambio. Más que un cambio un vuelco completo, un salto en el vacío, una transformación espectacular. Ya no reconocí el Tánger de mi infancia. Ya había desaparecido. Hasta me costó trabajo reconocer mi antigua casa. Ahora hay una urbe enorme que se ha engullido a la ciudad donde me crié. El monte está vallado por altas empalizadas que ocultan las residencias de los poderosos. Ya no es de todos sino de unos pocos privilegiados. Incluso las ruinas de Cota están ocultas. Me puse a escribir un libro que quiere ser un recuerdo y un modesto homenaje a los que se quedaron allí. En Bubana están mi padre, mis dos abuelos, una abuela, una bisabuela, tíos y otros familiares. Lloraba  Becquer: “¡Qué solos se quedan los muertos!”, los de Bubana están, si cabe, un poco más solos. Muchos morirían con la certeza de que el Tánger que ellos vivieron sería el mismo donde continuarían viviendo sus descendientes. Una ciudad especial, un lugar agradable para vivir. Se equivocaron. Aquel Tánger ya no existe. Se fue con ellos.



Libro disponible en Amazon.es y Amazon.com en digital y papel.

sábado, 12 de diciembre de 2015

La leyenda del castillo de Santa Bárbara.


Cuenta la leyenda que en tiempos de dominio islamita, el señor del castillo tenía una hija de celestial belleza que se llamaba Cántara. La seráfica joven se enamoró de un apuesto y varonil mancebo de nombre Alí, pero el padre, más preocupado por los feluses que por los ardorosos sentimientos de su hija, ignoró su apasionado ardor y la dio en matrimonio a un gañán tan rico como feo. La moza, sintiendo que la cerrazón paterna le impediría disfrutar de la ansiada coyunda con su amor verdadero, decidió que esa vida de privación no valía la pena y se lanzó de cabeza por el acantilado. El bueno de Alí reaccionó como lo hubiera hecho cualquier amante enardecido por el fuego de la pasión y se abalanzó al precipicio tras ella. El trágico destino de los dos enamorados fue el origen del nombre de la ciudad, Alí-Cántara.
El egoísta y avaricioso progenitor, no pudo soportar el remordimiento que le producía su mezquindad y se arrojó a su vez al abismo. Los hados quisieron castigarle a perpetuidad y lo dejaron prisionero de las rocas. Es su rostro el que destaca en la pétrea pendiente. Desde su altura está condenado por los siglos de los siglos a contemplar a los enamorados de Alicante pasear su amor por la Explanada y el Postiguet.   

domingo, 29 de noviembre de 2015

30 de noviembre

El 30 de noviembre de 1835 nació Samuel Langhome Clemens, conocido por su seudónimo de Mark Twain. Autor entre otras obras de "Las aventuras de Tom Sawyer", "El príncipe y el mendigo", o "Las aventuras de Huckleberry Finn".
Otro 30 de noviembre, este de 1900, falleció Oscar Wilde, poeta, dramaturgo, ensayista y novelista. autor de "La importancia de llamarse Ernesto" o "El retrato de Dorian Gray".
Ambos escritores han pasado a la posteridad no solo por su brillante producción literaria, sino por las ingeniosas frases que nos dejaron.
Reales o adjudicadas, estas son algunas:
Mark Twain:
El hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed, y habla sin tener nada que decir.
Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es momento de hacer una pausa y reflexionar.
No ande por ahí diciendo que el mundo le debe su sustento. El mundo no le debe nada. Estaba aquí antes.
Ni la vida, ni la libertad, ni la propiedad de ningún hombre están a salvo cuando el legislativo está reunido.
Suponga que usted fuese un idiota y suponga que usted fuese un miembro del Congreso. Vaya, pero si estoy siendo reiterativo.
Recogéis a un perro que anda muerto de hambre, lo engordáis y no os morderá. Esa es la diferencia más notable entre un perro y un hombre.
El hombre es la criatura que Dios hizo después de una semana de trabajo, cuando ya estaba cansado.
No puedes confiar en tus ojos cuando tienes la imaginación desenfocada.
Todo lo que se necesita para tener éxito es ignorancia y confianza.
Es mejor ser un escarabajo joven que una vieja ave del paraíso.
Cuando era más joven podía recordar todo, hubiera sucedido o no.
Si dices la verdad no tendrás que acordarte de nada.
Hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas.
Nunca permití que la escuela interfiriera en mi educación.
Oscar Wilde:
En estos tiempos los jóvenes creen que el dinero lo es todo, algo que comprueban cuando se hacen mayores.
Logro resistirlo todo, salvo la tentación.
Cuando me da por pensar de noche en mis defectos, me quedo dormido inmediatamente.
Lo único capaz de consolar a un hombre por las estupideces que hace, es el orgullo que le proporciona hacerlas.
Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo.
Cuando una persona hace una cosa soberanamente estúpida, siempre la hace por los más nobles motivos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.
Si usted quiere saber lo que una mujer dice realmente, mírela, no la escuche.
Amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida.
Perdona siempre a tu enemigo, no hay nada que le enfurezca más.
El trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer.
Cuando la gente está de acuerdo conmigo siempre siento que debo estar equivocado.
A veces pienso que Dios al crear al hombre sobrestimó un poco su habilidad.
Se puede admitir la fuerza bruta, pero la razón bruta es inadmisible.
No soy tan joven como para saberlo todo.
Hay mucho que decir en favor del periodismo moderno. Al darnos las opiniones de los ignorantes nos mantiene en contacto con la ignorancia de la comunidad.
Experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Superpoblación y terrorismo

En 1967 la tierra estaba habitada por 3.600 millones de personas. En esa fecha, un informe de la OCDE, "Population Control and Economic Developement", establecía tres supuestos de crecimiento de la población mundial para el año 2050. Estos eran, 7.000 millones para la variante baja, 9.000 millones para la media, y 11.000 millones para la alta. En el año 2013 ya hemos sobrepasado los 7.000 millones. Las últimas previsiones anuncian que alcanzaremos los 9.000 millones para el 2030. A este ritmo es previsible que superaremos con amplitud la variante más alta, la más pesimista, en el 2050.
Este crecimiento desorbitado no está regularmente repartido por el planeta. Naciones Unidas prevé que en 2050 la mitad de la población mundial estará concentrada en tan solo 9 países y 5 serán africanos. Según esas previsiones, Nigeria, que actualmente ocupa la séptima plaza y es el único país africano entre los diez primeros, pasará a ocupar el tercer lugar, desbancando a Estados Unidos. Los restantes serán China, India (14% de población musulmana), Pakistán (95% de musulmanes, más de 1.000 mujeres asesinadas “por honor” cada año, según la Pakistan´s Human Rights Commission), República Democrática del Congo (mayoritariamente cristiana), Etiopía (33% de musulmanes), Tanzania (35% de musulmanes), Estados Unidos, Indonesia (90% de musulmanes), y Uganda (mayoritariamente católicos).
En nuestros días, en Bangladés (90% musulmanes), el país con mayor densidad de población del mundo, el 60% tiene menos de 25 años. En contraste, los países europeos no hacen más que envejecer. En 2050, uno de cada tres europeos tendrá más de 60 años, mientras en América Latina y Asia la proporción será del 25%. En España el grupo de los menores de 25 no llega al 30%, siendo ya de un 23% el de mayores de 60 años.
En Egipto (90% de población musulmana) se producen cada año más de 2,5 millones de alumbramientos, en términos proporcionales cuatro veces más que la media de los países occidentales. En España el promedio de hijos por mujer es de 1,2. En muchos países africanos pasa de 6, y la mayoría está por encima de 5.
Se está produciendo desde hace décadas una explosión demográfica en unos países mientras en otros los nacimientos apenas alcanzan a reemplazar las defunciones. Los distintos sistemas sociales y de ámbito cultural no hacen más que incrementar las diferencias. En países con sistemas de pensiones deficitarios o inexistentes, el tener muchos hijos da una cierta esperanza de sustento para la vejez. En España es justo lo contrario, durante los años de crisis, muchos ancianos, con sus pensiones, han tenido que amparar a sus hijos y nietos. También afecta a la tendencia la distinta forma de enfrentar el aborto. El Islam es contrario al aborto, en ese sentido no se diferencia del cristianismo. La diferencia está en que en la inmensa mayoría de los países musulmanes se respetan los preceptos religiosos, mientras que en los occidentales no, y el aborto se considera un derecho. Mientras “nosotras parimos, nosotras decidimos”, en otras culturas deciden tener cinco, siete, o nueve hijos. El 97% de los abortos practicados en España, más de 100.000 al año (13 millones en el conjunto de Europa), se hacen bajo el supuesto de protección de la salud psicológica de la madre.
Hace pocas semanas, la prensa daba cuenta de que en Uttar Pradesh, el estado más poblado de la India con unos 200 millones, se habían presentado 2,6 millones de personas para optar a una oferta para cubrir 368 empleos públicos. Las autoridades renunciaron a la entrevista personal porque calcularon que necesitarían cuatro años a razón de 2.000 entrevistas diarias. Los requisitos consistían en tener acabados los estudios primarios y saber montar en bicicleta. Se presentaron 255 doctores, 25.000 posgraduados y 150.000 licenciados. Ante esas cifras nuestra crisis resulta risible.
Los países más pobres son los que más crecen en población, mientras los más ricos se estancan. En ese contexto el trasvase de personas hacia los países con más oportunidades es inevitable por muchos muros que se levanten. En Europa está pasando desde hace décadas y se ha acelerado dramáticamente en los últimos años.
Esta situación, siendo en sí misma un problema, se agrava hasta límites insostenibles cuando los que llegan no se integran ni se adaptan a las costumbres del país de acogida, sino que, o bien se aíslan en guetos donde viven de modo muy similar a sus países de origen, o bien pretenden imponer su modo de vida a la sociedad que les acoge. Estos colectivos son más vulnerables a las crisis por educación, idioma, relaciones familiares, etc, y ello genera, por comparación, una disposición a la revuelta. Son terreno propicio para prender la llama de la radicalidad y la violencia. La juventud está siempre dispuesta a comportamientos extremistas, y en juventud nos ganan por goleada.
Muchos de estos jóvenes desarraigados se sentirán en mayor o menor medida próximos a los que perpetran atentados contra intereses occidentales y desearán emularlos.  
Dicen las noticias que varios de los terroristas que han actuado en París son franceses. No es cierto, son extranjeros con pasaporte francés. Son más extraños al sentimiento francés que cualquier otro que nunca haya pisado suelo galo. Odian todo lo que representa el modo de vida de un francés, un europeo, o un occidental. Sus valores son otros. Durante años han ido rumiando el odio al entorno en el que viven.
En los años 30 del pasado siglo no todos los alemanes eran fanáticos nazis, pero la mayoría se dejó arrastrar, o se puso de perfil, o comprendió, toleró o amparó a los asesinos nazis. No todos los rusos era fanáticos estalinistas, pero la mayoría se dejó arrastrar, o se puso de perfil, o comprendió, toleró o amparó a los asesinos estalinistas. Podemos decir lo mismo de lo sucedido en China, en Japón, en Ruanda, o en Camboya. La mayoría de sus habitantes querrían la paz, pero eso no impidió que se produjeran millones de muertes. Es evidente que la mayoría de los musulmanes son pacíficos y lo que desean es vivir en paz, pero unos pocos fanáticos asesinos pueden arrastrar a muchos miles de prosélitos, mientras otros cientos de miles de pasivos congéneres se dejarán arrastrar, o se pondrán de perfil, o comprenderán, tolerarán o ampararán la violencia. Nos lo enseña la historia una y otra vez. Y otra. Y otra. El ser humano es así.
Todos los pueblos tienen señas con las que se identifican, idioma, cultura, religión, modo de vida, costumbres, gastronomía, forma de vestir, aspecto físico, y un sinfín de características que, si lo desean o lo necesitan, les sirve para agregarse a unos colectivos y separarse de otros. Las minorías violentas apelan a esas diferencias para seducir a las mayorías y suelen tener un éxito rotundo.
Europa se ha ido llenando de inmigrantes que buscaban una vida mejor que la que padecían en sus lugares de nacimiento. Los que se han integrado han contribuido a enriquecer a la sociedad, siempre la unión y la fusión son enriquecedoras. Los que no se han integrado han generado un grave problema. Viven entre nosotros pero no conviven. El rechazo engendra odio y el odio agresividad y venganza. “Es triste condición humana que más se unen los hombres para compartir los odios que para compartir un mismo amor”, decía Jacinto Benavente. Y odiar significa sentir aversión por la simple existencia del otro, desear eliminarlo. Si además eliminar al otro está premiado con el Paraíso ¿cómo se puede detener esta deriva? Si los expertos no tienen ni idea, yo tampoco.
Solo se me ocurre bucear en el saber milenario del refranero popular, ese pozo inagotable de sapiencia acumulada a lo largo de los siglos. Ya que una de las partes apela a Dios para sus fechorías, un buen consejo sería: “Cada uno en su casa y Dios en la de todos”. Difícil en un mundo global.
¿Qué tal, entonces? :”Si vas a Roma haz lo que los romanos”. Si vienes a Europa haz lo que los europeos. Con eso sería suficiente.      

No sé si me harán caso. El virus del odio se extiende muy deprisa y no conocemos la vacuna. Es posible que tengamos que convivir con él mucho tiempo. 

domingo, 15 de noviembre de 2015

Habitaban con nosotros pero no convivían.

-Almanzor, sí, necesitamos un jefe como Almanzor -afirmó Ahmed.
-No estés tan seguro.
Les sorprendió la voz que surgía de la oscuridad, era Abdallah Al Qurtubí el que se agregaba a la conversación.
-No estés tan seguro -repitió acercándose-, es posible que los aciagos días que estamos viviendo sean consecuencia de la época de Almanzor.
-¿Cómo dices eso? -preguntó asombrado Ahmed.
-Almanzor fue un gran guerrero sin duda, el Victorioso de Dios. Durante treinta años mantuvo a raya a los cristianos del norte y a las tribus salvajes del otro lado del mar. Controló con mano de hierro el califato, al tiempo que era el azote de los pueblos fronterizos, mantuvo la paz y la prosperidad dentro de Al Ándalus...
-¿Y eso te parece mal?
-Desde luego que no. Tan solo digo que las consecuencias de esa política pueden haber degenerado en esta mala situación. ¿Qué pasó durante todos esos años?, que el pueblo de Qurtuba se amansó. Las guerras las ganaban los mercenarios, tropas de extranjeros que se encargaban de morir y matar mientras los andalusíes disfrutaban de una vida sin sobresaltos, limitándose a celebrar las victorias y a beneficiarse en mayor o menor medida del producto de ellas. Las gentes se sienten cómodas en la protección que les procura un caudillo enérgico si tienen asegurado el plato de cada día. Se relajan, se amoldan, se acostumbran a no tener que pelear por la vida. Adoptan la filosofía del gato casero, si hay sol se ponen al sol, y si no hay, se arriman a la hoguera. Mientras haya calor igual da de donde venga. Pero cuando se muere el amo y ese gato descubre que nadie le pone la comida y tiene que salir a buscarla afuera, ya no sabe, y los gatos callejeros no le dejaran probar bocado. Fuera de casa hace frío, hermanos, y la vida hay que merecerla y pelearla cada día. Nosotros hemos perdido nuestra naturaleza de pueblo unido, con un futuro común y con unas convicciones firmes, y nos hemos quedado a merced de los enemigos. Almanzor era más temido que respetado. Interrumpió la cadena de la dinastía omeya que era la que nos daba continuidad y nos hacía proyectarnos en el tiempo. Nos llenó el país de extranjeros que habitaban con nosotros pero no convivían. Murió y cada facción quiso imponer su fuerza porque él enseñó a todos que no era necesario pertenecer a la dinastía para detentar el poder. Pero cuando desaparece la mano firme y tiránica, surgen inmediatamente los pequeños mediocres que han estado aguardando el final del poderoso. Ahí empezó el derrumbe y ha sido vertiginoso porque estábamos muy debilitados. ¿Cuántos pueblos han sido víctimas de sus caudillos a lo largo de la historia? Yo no quiero caudillos. Yo quiero convicciones. Todos los caudillos se mueren pero las ideas claras y firmes se proyectan en el tiempo, sobreviven a los mortales. Al Ándalus ha ido precipitándose velozmente hacia la insignificancia de no ser más que un conjunto de personas que ha perdido la cohesión, que no saben a qué cultura pertenecen. En estos momentos nuestra civilización no tiene un sentido nítido y bien definido para sus habitantes. ¿Cuál es para vosotros la idea de Al Ándalus?
Los jóvenes lo miraron sorprendidos sin saber qué responder. Realmente no se habían planteado esa cuestión; vivían allí y punto. Siempre habían estado allí, ¿qué más se necesita para vivir?, ¿no basta con estar?
El capitán esperó una respuesta durante unos instantes y viendo que nadie le contestaba, prosiguió su monólogo.
-Tenemos que tener una idea clara de lo que somos. Las comunidades de hombres son como el hombre mismo. Nosotros, cada hombre, necesita movilizarse cada día, comer, aprender, crecer, amar. El hombre que se abandona, muere. Lo mismo le sucede al colectivo, si no se mantiene siempre en marcha acaba desapareciendo.
Nosotros nos vamos despeñando por el precipicio de la desidia. ¿O es que acaso os creéis que el mundo se mueve siempre hacia delante? La vida hay que merecerla cada día. ¡Mirad a los cristianos!
-¿Qué tenemos que aprender de esos bárbaros? -preguntó Ahmed-. Están atrasados, no tienen cultura, no han progresado como nosotros. No se lavan. Son zafios e inmundos.

-Así es, en verdad. Nosotros somos mucho más ricos. Nuestra cultura es muy superior. Hay más sabios en esta ciudad que en todos los territorios cristianos. Tenemos mejores armas y más hombres y caballos. Levantamos hermosos palacios, construimos floridos jardines, mantenemos feraces huertas, confeccionamos lujosos vestidos, componemos bellísimos poemas, poseemos enormes bibliotecas con miles de volúmenes, disfrutamos de cientos de baños públicos, somos los más instruidos en geometría, astronomía, botánica o medicina..., -calló un instante, reflexionando-, en verdad tendría que estar hablando en tiempo pasado, todo eso era cierto hasta hace un año. ¿Ahora qué?, ¿adónde se han ido todas esas cosas?, ¿adónde están yendo? Somos como una jauría de chacales que se atacan y muerden peleando entre ellos disputándose el mejor venado, y mientras se debilitan llega el tigre y se come la presa. Los cristianos quieren comerse el venado. Antes vivían enfrentados pero ahora se van uniendo alrededor de un objetivo común. Ya han estado aquí dos veces y volverán. Almanzor los derrotó en más de cincuenta ocasiones, asoló sus castillos y sus ciudades, mató a sus hombres, secuestró a sus mujeres, quemó sus cosechas y les arrebató sus bienes. Pues bien, ahí siguen. Con más fuerza que antes. La vejación constante a la que les sometimos les hizo unirse y dotarse de un ansia de resistir más fuerte que nuestra presión. Si ofendes a un pueblo milenario tienes que aniquilarlo completamente o prepararte para su venganza. Ahora vienen a cobrar su débito. Sus mujeres paren más hijos que las nuestras, sus soldados son más arrojados que los nuestros y su fe es más determinada que la nuestra. Nos invadirán, nos derrotarán y nos impondrán sus condiciones. Los signos son claros para el que los quiera ver. Los primeros emires poblaron la tierra con su simiente, Abd el Rahman II dejó más de cien hijos; Abd el Rahman III, tuvo veintisiete, Al Hakam, dos, y Hisham, ninguno. ¿Qué más prueba de los cielos queréis?, la estirpe se ha secado y con ella se ha ensombrecido la perla más brillante del universo, Qurtuba. 

Fragmento de "La perla de al Ándalus", novela que se desarrolla en los primeros años del siglo XI, en el inicio del derrumbe del Califato.

LA PERLA DE AL ÁNDALUS (Spanish Edition)

lunes, 9 de noviembre de 2015

Por pasar el rato

Pasamos la vida subidos a una gran roca esférica que da vueltas sin cesar por un lugar que llamamos espacio exterior. Las vueltas son siempre las mismas y a una velocidad constante de unos 100.000 kilómetros por hora. Al tiempo que se desplaza, nuestra esfera va girando sobre su eje a unos 1.500 kms por hora, más o menos, dependiendo de en qué punto de la misma tomemos la medición. Así parece que lleva unos cuantos millones de años, dando las mismas vueltas y girando sin cesar. De momento no parece que vaya a pararse. Subidos, agarrados y prisioneros de esa roca, nosotros pasamos unos pocos años, 80 de media, acompañándola en su incesante transitar. ¿Para qué?, cualquiera sabe. Hay algunas teorías pero pocas certezas.
La roca ha estado muchos millones de años repitiendo su monótono recorrido sin nosotros, da la impresión de que no le hacíamos ninguna falta.
Para sobrellevar esos pocos años de vueltas y giros, los hombres se dedican a diversas actividades. Una vez resueltas sus necesidades básicas, emprenden otras cuya finalidad principal consiste en pasar el rato. Tienen muchas opciones, pueden ocupar su tiempo en innumerables labores, unas más útiles que otras, pero la mayoría tienen por objetivo pasar el rato.
Escribir en un blog es una de esas opciones. Leerlo es otra.

domingo, 8 de noviembre de 2015

La leyenda de Tamerlán

Muy cerca del final del curso, los niños aguardaban ansiosos un acontecimiento importante. El equipo de fútbol de los chicos españoles había llegado a la final del campeonato juvenil de Moscú, e iba a enfrentarse con un equipo ruso. Casi todos los niños de la Casa de Rosa acudieron a presenciar el partido.
Al entrar vio a Mikhail, el profesor de historia, sentado solo en una de las gradas y se situó junto a él. El hombre parecía un poco ausente, tenía una expresión atribulada que contrastaba con el bullicio general. A Rosa le extrañó y le preguntó si le ocurría algo.
-Ayer -contestó- leí una noticia en el Pravda que me ha dejado muy inquieto. Un equipo de arqueólogos ha descubierto en Samarkanda la auténtica tumba de Tamerlán y ha desempolvado su cráneo. Los restos van a ser trasladados a Moscú para estudiarlos en profundidad. No deberían hacer tal cosa. Hay muertos que no conviene molestar. Tamerlán fue un terrible caudillo del siglo XV, un guerrero y conquistador insaciable y despiadado. Con un ejército de feroces soldados nómadas dominó enormes territorios de Asia llegando hasta el Mediterráneo. Doblegó decenas de naciones, arrasó miles de pueblos y exterminó a millones de sus habitantes. Uno más de los sanguinarios caudillos que se han distinguido a lo largo de la humanidad por el desprecio a la vida de sus semejantes. Hay una leyenda que dice que si su tumba fuese violentada su ira caería sobre los responsables, que sufrirían una plaga más devastadora aún que las que él causó. Hay que ser más respetuoso con las profecías, no conviene desoír tan claras advertencias. Podrían cumplirse.
Era el 22 de junio de 1941, y había estado lloviendo sin parar desde la víspera. Cayó tanta agua que tuvieron miedo de que no se pudiera celebrar el encuentro. El campo estaba en muy malas condiciones, embarrado y lleno de charcos, pero después de hacer una inspección, los contendientes decidieron jugar, y los espectadores se alegraron y se prepararon para pasar un buen rato. Rosa se olvidó enseguida de los temores que inquietaban a Mikhail y se unió a los demás niños que animaban a los españoles con gritos y cánticos. Gritaban exaltados y jaleaban cada acción con el máximo entusiasmo. Los jugadores hacían lo que podían sobre aquel barrizal, cuando corrían levantaban con sus pisadas el agua encharcada salpicando a su alrededor, y cuando caían al suelo se levantaban cubiertos de lodo. Aquello, lejos de incomodar a los espectadores, les provocaba mayor excitación y vitoreaban con entusiasmo cualquier acción de los esforzados jugadores. 
Habrían transcurrido solamente unos quince o veinte minutos del apasionante encuentro, cuando por los altavoces del estadio sonaron unos intensos pitidos, y a continuación empezaron a escucharse las notas de La Internacional. El árbitro mandó detener el juego y todos, jugadores y público, quedaron expectantes, sorprendidos por la interrupción.
Cuando acabó de sonar la música, se oyó la voz de Mólotov, grave, firme:
“Camaradas, hoy a las cuatro de la madrugada, sin declarar la guerra y sin formular pretensiones de ningún tipo, tropas de la Alemania fascista han atacado la frontera en muchos puntos, han penetrado en nuestro país, y han bombardeado desde el aire Zhitomir, Kiev, Sebastopol, Kaunas, y algunas otras localidades. Debéis prepararos para la guerra. La Unión Soviética es fuerte y sabrá hacer frente al enemigo. Nuestra causa es justa. El enemigo será derrotado. La victoria será nuestra.”
Volvió a sonar La Internacional y el público abandonó el estadio. Rosa buscó con la vista a Mikhail pero ya se había marchado. Por las calles la gente andaba deprisa con gesto de preocupación. Enseguida se organizaron colas en las tiendas, todos querían abastecerse de los productos más necesarios. En el Metro la gente leía con avidez las inquietantes noticias, comentaban los acontecimientos, algunos se enteraban allí de lo que estaba ocurriendo, se asombraban, se mostraban incrédulos, lo que nadie esperaba, lo que nadie deseaba, estaba sucediendo.
Los niños regresaron a la Casa cabizbajos y alarmados. Lo que prometía ser un día de diversión se había convertido en el prólogo de una pesadilla. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo era posible que alguien se atreviera a invadir un país tan poderoso? 

Fragmento de "El infierno de los inocentes", novela que narra las vivencias de los niños que fueron enviados a Rusia durante la Guerra Civil y las de los jóvenes que se alistaron en la División Azul. Disponible en Amazon

EL INFIERNO DE LOS INOCENTES de [Molinos, Luis]
EL INFIERNO DE LOS INOCENTES (Spanish Edition) 

jueves, 29 de octubre de 2015

Separatismos.

Decía Sabino Arana, padre de la patria vasca: "La fisonomía del vizcaíno es inteligente y noble, la del español inexpresiva y adusta. El vizcaíno es nervudo y ágil, el español es flojo y torpe. El vizcaíno es inteligente y hábil para toda clase de trabajos, el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos. Preguntádselo a cualquier contratista de obras y sabréis que un vizcaíno hace en igual tiempo tanto como tres maketos juntos". Colijo que el contratista a entrevistar debería ser así mismo vizcaíno. También decía: "El aseo del vizcaíno es proverbial, el español apenas se lava una vez en su vida y se muda una vez al año. Oíd hablar a un vizcaíno y escucharéis la más eufónica, moral y culta de las lenguas; oídle a un español, y si solo le oís rebuznar, podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes ni blasfemias". Y alguna perla dejó sobre las mujeres: “La mujer, pues, es vana, es superficial, es egoísta, tiene en sumo grado todas las debilidades propias de la naturaleza humana”.  
Resulta difícil pensar que un tipo que escribe semejantes sandeces pueda encontrar algún seguidor, y sin embargo encontró millones. Fundó un Partido que ahí permanece, tras más de 100 años, y su figura es ensalzada y reverenciada en escritos y monumentos. ¿Cómo se puede explicar tamaño dislate? Debe ser que todos venimos al mundo provistos de un componente xenófobo y racista y solo es cuestión de encontrar el mecanismo que lo pone en funcionamiento para que afloren los odios contra nuestros semejantes.
Todo movimiento separatista es xenófobo, racista y fascista. Si alguien que pertenece a un colectivo desea separarse, es porque se considera superior a los demás componentes del conjunto. Si se considerase igual no se plantearía el asunto, y si se sintiera inferior procuraría por todos los medios continuar perteneciendo al grupo. Ese sentimiento de superioridad necesita algún basamento en el que apoyarse, da igual que sea por nervudo y ágil, por más limpio que una patena, o por cualquier otro argumento de similar enjundia, el caso es encontrar diferencias con el "extranjero". Y desde luego requiere remarcar y acentuar las existentes: "La diferencia del lenguaje es el gran medio de preservarnos del contacto de los españoles y evitar el cruzamiento de las dos razas", decía el ínclito. Es un sentimiento atávico, las tribus protegían su territorio luchando contra el enemigo, que era el vecino. El enemigo siempre es el más próximo. Sabino Arana odiaba al español pero apelaba a Inglaterra para que le ayudase a independizarse y felicitaba efusivamente a Estados Unidos por invadir Cuba. Precisamente por estar tan próximos es muy difícil encontrar desigualdades y hay que acudir a diferencias irrisorias o directamente a inventarlas. Junqueras dice que los catalanes (naturalmente, al decir catalanes solo se está refiriendo a los independentistas) tienen más proximidad genética con los suizos que con los españoles. Ellos son el poble, y los demás son extranjeros que han venido a robar.
Los dirigentes, impulsores de estos movimientos, parecen tener un claro objetivo personal: Prefieren ser cabeza de ratón antes que cola de león, pero ¿qué interés tiene la masa que les sigue? En un primer momento puede impulsarles la creencia de que van a estar mejor solos que acompañados por sucios ladrones. Pero una vez demostrado fehacientemente que van a estar peor, ¿por qué se empecinan? No cabe más explicación que pensar que en sus cerebros se ha puesto en funcionamiento esa universal característica de la naturaleza humana, tan grotesca como irreflexiva, consecuente del odio: "Para que te jodas, no como". Una vez alcanzado el punto de no retorno, el aspirante a independiente no se para en barras y desprecia las posibles consecuencias perniciosas, lo mismo le da Juana que su hermana. No queda espacio para el razonamiento. 
¿Tiene algún remedio este inquietante problema? Si Ortega y Gasset no encontró ninguno, me temo que no lo hay. El augusto pensador llegó a la conclusión de que la cuestión no se podía solucionar y solo se podía conllevar. El hombre no puede liberarse de su propia naturaleza. Ya dijo Pascal, más o menos, que la naturaleza humana tiene razones que la razón no conoce. Estos conflictos existen desde que el mundo es mundo y siempre acaban en guerras, en muertes y en destrucción. Y vuelta a empezar. El ser humano no ha evolucionado todavía lo suficiente como para evitar estas luchas tribales. Las desavenencias de este jaez solo se resuelven a pedradas.
Estas ansias de diferenciación no son privativas de España, Europa es un conglomerado de tribus (más de 200 lenguas nos contemplan, 23 de ellas oficiales), que están dispuestas al enfrentamiento con el menor pretexto. Los Balcanes son el paradigma. El afán disgregativo no parece tener límites pudiendo llegar al extremo más absurdo, verbi gratia: ¡Viva Cartagena!
Es falso aquello de que dos no discuten si uno no quiere, más bien es lo contrario, si uno quiere, dos discuten. Solo queda esperar que las pedradas sean pocas y no nos alcancen. Porque el camino emprendido lleva inevitablemente a la zona de las pedradas. Estas cosas al final solo se terminan (o se calman durante un tiempo), cuando interviene gente de uniforme.

domingo, 25 de octubre de 2015

El cerco.

Habían pasado cuatro años desde que Rosa y sus compañeros pisaron por primera vez suelo ruso. Cuatro años son muchos para un niño, los mayores ya pasaban de los quince y tenían que ir pensando en su integración en el mundo de los adultos. Las autoridades decidieron convertir algunas Casas de niños en Casas de jóvenes. Una de las elegidas fue la Casa donde estaba Rosa y hubo que reubicar a todos los integrantes. A algunos de los pequeños, entre ellos a Miguel, los destinaron a Samarkanda. ¡Samarkanda!, a Rosita le recorrió un escalofrío por el cuerpo, era el lugar donde habían descubierto los restos de Tamerlán. Después de lo que le había contado Mikhail se imaginaba que sería un sitio tenebroso y lleno de peligros. Tuvo que mirar en un mapa para saber dónde estaba esa ciudad y se alarmó cuando comprobó cuán lejos se hallaba. Le pareció que estaba en el fin del mundo. No entendía por qué se tenían que llevar a Miguel a un lugar tan lejano. Era la primera vez que se iba a separar del pequeño y lo sintió mucho, habló con los profesores para intentar que los dejaran seguir juntos pero no le fue posible conseguirlo. El niño ya había cumplido los nueve años, la misma edad que tenía ella cuando salió de Bilbao, pero lo seguía viendo como una criatura indefensa necesitada de su protección. Antes de separarse habló con él y le dio muchos consejos, como lo haría una madre con su hijo. Sobre todo le insistió repetidamente en que se mantuviera siempre acompañado de sus amigos, que no se separara del grupo, que estuviese atento a lo que decían los cuidadores, que no se despistara, el pequeño no había perdido la costumbre de distraerse con cualquier cosa y a Rosa le preocupaba esa faceta de su carácter. Ya había estado a punto de perderse en un par de ocasiones.
El Comité había decidido que los chicos que no tenían buenas notas y que no iban a seguir los estudios debían aprender un oficio para empezar a trabajar en alguna fábrica. Con ese objetivo, Charito, Azucena, Teodoro, Eduardo, y Cagalort, fueron destinados a Leningrado.  
Rosa sí era buena estudiante y podía haber pasado a un curso superior, pero prefirió no separarse de sus amigas. Seguía sin noticias de su familia y desde que llegó a Rusia su familia eran sus compañeros. La separaban de Miguel y no quería perder también el contacto con sus amigas más íntimas. Pidió ir a Leningrado, aprobaron su petición, y los enviaron a todos a aquella ciudad inmediatamente.

Durante el viaje comprobaron que la mayoría de la gente iba en sentido contrario. En las estaciones se agolpaba un gentío desarrapado esperando tomar por asalto los trenes que iban hacia el Este. Ancianos, mujeres y niños, cargados de bultos, hacinados en los andenes, durmiendo en el suelo para no perder el sitio, aguardaban con ansiedad el convoy que los alejase del frente. Sus rostros reflejaban tristeza y resignación, como si aceptaran con dócil sumisión el irremediable destino. En la ciudad, ante la amenaza inminente de la guerra, a los niños más pequeños los estaban evacuando hacia el interior del país y solo iban quedando los mayores de quince años. A Rosa y sus amigos los instalaron en una casa de la Avenida Nevsky, donde habitaban otros doscientos cincuenta jóvenes españoles de los que habían llegado en el Sontay

Fragmento de "El infierno de los inocentes", novela sobre los niños que fueron llevados a Rusia durante la Guerra Civil española y los jóvenes que poco después acudieron allí con la División Azul.
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Opiniones de clientes

5.0 de un máximo de 5 estrellas Tremenda historia 
Por Elisa
Formato:Versión Kindle|Compra verificada
En los pocos días que me ha durado la lectura he sentido un gran cariño por los protagonistas, Rosa y Daniel. Tremendo lo que tuvieron que vivir. Extraordinaria novela que nos traslada a un tiempo muy reciente y a una tragedia de dimensiones colosales que tuvieron que soportar nuestros abuelos. Me ha enganchado desde la primera línea y se me ha hecho corta, al final me he quedado con ganas de más. Me encantaría que el autor escribiera una segunda parte. Excelente novela.

5.0 de un máximo de 5 estrellas 5 ESTRELLAS 
Por eduardo
Formato:Versión Kindle|Compra verificada
ES UNA NOVELA QUE TE ENGANCHA DESDE EL PRIMER MOMENTO Y TE MANTIENE EXPECTANTE DURANTE TODO EL DESARROLLO.LOS PERSONAJES SON TAN REALES QUE PARECE QUE ESTUVIERAN INSPIRADOS EN PERSONAS QUE VIVIERON REALMENTE ESA HISTORIA.AUNQUE EL AUTOR NO HACE MENCION DE ELLO, NO ME EXTRAÑARIA QUE ASI FUERA.ES UN ALEGATO CONTRA LA SINRAZON DE LAS GUERRAS.ESTUPENDA NOVELA.LA RECOMIENDO.

EL INFIERNO DE LOS INOCENTES de [Molinos, Luis]

lunes, 19 de octubre de 2015

Yo soy español, español, español.

Y me gusta. Estoy contento de ser español, creo que la diosa Fortuna se ha portado bien conmigo, me considero un privilegiado por haber nacido en este lugar y en esta época. Llevamos setenta años sin guerras, toda una larga vida. No todos, desgraciadamente, pueden decir lo mismo. Incluso sin salir de Europa, ahí están los Balcanes, y si no, Ucrania. La paz nunca está asegurada, el ser humano es beligerante por naturaleza y debe hacer un esfuerzo continuo para contener sus impulsos destructivos. Es peligroso forzar los conflictos, hay que ser consciente de que se puede romper la cuerda si se la estira demasiado.
Me gusta España tal como es, con las medidas que tiene. No la quiero más pequeña. En todo caso me gustaría algo más grande. Me gustaría que España y Portugal fueran un solo país. Deberían serlo por cultura, por historia, por carácter, casi por idioma y desde  luego por geografía. Mirando un mapamundi parece obvio que la península ibérica debería ser un solo país. Un solo país, no varios.
Me gusta España y me gusta su historia. Estoy orgulloso de mis antepasados. Y agradecido. Gracias a ellos estoy yo aquí. Si la historia hubiera sido distinta, ninguno de nosotros habría nacido. Sería suficiente la más pequeña desviación en los hechos pretéritos para que hubiera otra persona dentro de mis zapatos. Esos derrotistas del pasado, que solazan su ocio con imprecaciones contra nuestros abuelos de los siglos XV y XVI, deberían pararse a pensar qué habría pasado si el Descubrimiento hubiera sido al revés. Si en vez de ir nosotros allí, hubieran venido ellos aquí. Cabe la posibilidad de que todos nuestros ancestros hubieran concluido sus días dentro de una marmita, bien condimentados.  
Gracias a aquellos extraordinarios exploradores llenos de entusiasmo y energía, más de quinientos millones de personas nos comunicamos en un mismo idioma. Porque los idiomas deben servir para unir a las personas y facilitar su comunicación, no para levantar fronteras como pretenden algunos.
Otros hay, que para justificar el repudio a su propia naturaleza dicen: “Es que yo me siento ciudadano del mundo”. Aparte se ser una memez, hay que recordarles que el mundo tuvo conciencia de su dimensión por primera vez en la historia gracias a los españoles. Españoles fueron los que unieron las dos orillas del Atlántico, los que pusieron en contacto a unos seres que se ignoraban por completo, los que globalizaron definitivamente el mundo, los que “cerraron” el globo terráqueo. Españoles fueron los primeros que circunnavegaron el mundo. Españoles los que fundaron innumerables ciudades a lo largo y ancho del continente americano. Podrían haber sido otros, pero fueron los españoles. Por eso me siento orgulloso de aquellos antepasados.
De todas formas, hay que decir que estos voceros de la negatividad no son muy originales, esta tendencia autoflagelante existe, alimentada por los interesados propagadores de la Leyenda Negra, desde que España es España.
Joaquín Bartrina (Reus 1850 – Barcelona – 1880), nos dejó estos versos:
Oyendo hablar a un hombre, fácil es
saber dónde vio la luz del sol.
Si alaba a Inglaterra, será inglés,
Si os habla mal de Prusia, es un francés,
y si habla mal de España, es español.
Si Bartrina tenía razón, los independentistas deben ser los más españoles de España. Ellos, y esos otros que se regodean insultando a sus conterráneos. Portadores de un buenismo impostado que me temo no es más que un disfraz para socavar los cimientos de esta nación centenaria, entiendo que por pura y simple devoción destructiva.
Se le atribuye a Otto von Bismark, el Canciller de hierro, una reflexión en ese sentido: “Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido.”
Antonio Cánovas del Castillo, varias veces Presidente del Consejo de Ministros de España, al ser preguntado, cuando se estaba redactando la Constitución de 1876, cómo definiría ser español, contestó con una boutade que podría ser malinterpretada: “Pongan que son españoles los que no pueden ser otra cosa”. Hay que aclarar que lo dijo en privado y en plan chocarrero. También dijo, y esta vez en público: “Con la Patria se está, con razón o sin ella”.
¿De qué nos quejamos? Tenemos mejor clima que los suecos (¡dónde va a parar!), comemos mejor que los ingleses, vivimos más años que los rusos, nos divertimos más que los japoneses, y jugamos al fútbol mejor que los norteamericanos. Prefiero un vaso de Rioja a una copa de champagne, una tortilla de patatas antes que una hamburguesa y donde esté un arroz al senyoret que se quite el sushi.

Deseo fervorosamente que Bismark tuviese razón y España siga durante mucho tiempo intentando destruirse sin conseguirlo. No me gustaría que nuestros descendientes nos recordaran como la generación de la desintegración. 

viernes, 2 de octubre de 2015

La perla de al Ándalus

Al Qurtubí decidió que cabalgarían hasta el alba porque tenía prisa por salir de la zona en la que suponía que se podían encontrar con los beréberes. No podía arriesgarse a que la misión se abortara casi en las puertas de las murallas.
Las nubes se fueron espaciando y permitieron que la luna iluminara el camino y les allanara la marcha. Recorrieron un buen trecho hasta encontrar el primer lugar habitado. Era una alquería de apenas cinco casas en la que todo parecía estar en calma. Al acercarse salieron a su encuentro unos cuantos perros ladrando lastimosamente. A pesar de la aparente tranquilidad el capitán decidió que convenía rodear el villorrio en vez de atravesarlo por el centro. Optaron por hacerlo por el costado oeste donde parecía que el terreno era menos escabroso. Fueron contorneando las casas con parsimonia, siempre acompañados por la cuadrilla de perros ladradores que se mantenía a prudente distancia de las caballerías. El rodeo les obligaba a pasar a pocos pasos de un bosquecillo de encinas y ya fuera que su experiencia en cien batallas le hacía percibir signos ocultos para otros, ya que tuviera más desarrollado el sentido que nos avisa del peligro, el caso es que el capitán andaba inquieto y ordenó a los hombres que mantuvieran la máxima alerta. Ató el corcel sobrante a la caballería del alfaquí, colocó a dos soldados a cada costado del viejo, dejó a Tomás cerrando la marcha y se situó él en la cabeza del grupo.  
Continuaron cabalgando sigilosos, escudriñando cada sombra y vigilando cada movimiento del ramaje. Cuando los perros descansaban y callaban durante unos instantes el silencio a su alrededor era total, demasiado espeso para ser real. Se diría que se podría cortar con una gumía. En seguida retornaba la jauría a atronar con sus aullidos y la noche se abría en miles de ecos embravecidos.
El alfaquí rezaba, encogido sobre su caballo, mientras los soldados mascullaban maldiciones sin dejar de atender ni por un momento a cualquier sonido incierto o al menor movimiento extraño.
Tomás, contagiado de la tensión del resto, sujetaba con fuerza el arriaz de su cimitarra e intentaba traspasar las tinieblas con la vista. A pesar de convivir desde hacía muchos meses constantemente con la guerra, seguía sin haber tenido un encuentro frontal y directo con ningún semejante. En la batalla de El Vacar estuvo cerca pero no llegó al enfrentamiento cuerpo a cuerpo. En el percance con Omar Ibn Yussuf, fue Ahmed el que le rebanó el pescuezo al loco capitán. Él continuaba sin mancharse las manos de sangre pero ahora le estaba alcanzando un extraño desasosiego. Sentía como si alguna señal, llegando de no se sabe dónde, quisiera avisarle de que algo grave estaba a punto de suceder. Esta sensación no la había experimentado en las ocasiones anteriores y ello le acrecentaba el nerviosismo.
Intentó serenar el ánimo y se encomendó al Dios justo y misericordioso.
Aferró el puño sobre el arriaz, presionó las rodillas contra el caballo, y apretó los dientes.
Era Tomás, hijo de Ludovico, y sabría hacer honor a su sangre y pelear con la bravura que le correspondía.

Y era también Abdelaziz, hijo de Ibn al Dabbagh al Tanjaui, y sabría luchar con la fe que su segundo padre le había transmitido.
Fragmento de "La perla de al Ándalus", novela histórica que se desarrolla durante los primeros años de la desintegración de al Ándalus.
5.0 de un máximo de 5 estrellas Un libro excelente 13 de abril de 2015
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Ha sido un auténtico acierto hacerme del libro. Está maravillosamente escrito (le faltaría tal vez un glosario de palabras árabes que no están en el diccionario).
La historia tiene ritmo, la personalidad de los personajes está perfectamente definida, y encajada con total coherencia en la historia. Mi enhorabuena al escritor.

LA PERLA DE AL ÁNDALUS
LA PERLA DE AL ÁNDALUS de [Molinos, Luis]


martes, 29 de septiembre de 2015

El infierno de los inocentes.

Empezó a amanecer, las primeras claridades intentaron levantar las brumas de la madrugada. Primero se empezaron a delinear las escasas píceas que sobrevivían desperdigadas como centinelas de la noche en la inmensidad blanca que tenía delante. Después empezó a divisar a su derecha el terraplén del ferrocarril Moscú-Leningrado, que se elevaba cinco o seis metros sobre el resto de la nevada planicie. A continuación surgieron los contornos de las isbas que se dispersaban entre ellos y los enemigos, todas abandonadas desde que se les aproximó la guerra. Por fin pudo ver las alambradas que cubrían la posición y que se perdían a un lado y otro a lo largo de centenares de kilómetros. Estaba llegando el momento de ser relevado, pasó la mano enfundada en la gruesa manopla sobre su cara y cabeza para quitar la escarcha helada que la cubría. Ansiaba el instante de regresar al leve calor del búnker, no podía soportar mucho más tiempo aquel cuchillo helado que atravesaba las capas de ropa y se clavaba en los huesos.   
Volvió la cara hacia la trinchera esperando que apareciera el relevo, y en ese momento sonó una explosión. Instintivamente se apretó contra el terreno helado y le pareció que el cielo se derrumbaba sobre él. El primer estallido se expandió, sin la más mínima pausa, en un terremoto de fuego y metralla que cayó sobre la posición como una tempestad incontenible. El ruido era ensordecedor, la luz de las explosiones cegadora, el hielo, triturado por los impactos, saltaba por los aires formando una espesa niebla, los árboles ardían, las isbas estallaban en pedazos, la línea de la trinchera a su espalda iba desapareciendo, quedando en su lugar solo los cráteres provocados por los obuses. El olor a pólvora se le agarraba a la garganta y le dificultaba la respiración. El suelo temblaba y se movía sacudiendo su cuerpo. Parecía que el diluvio de fuego no se iba terminar nunca, los minutos eran eternidades, pasaba el tiempo y continuaban cayendo bombas a su alrededor incesantemente. Embutido en su agujero, Daniel no hacía mas que apretarse contra el terreno, intentando inútilmente perforarlo con su cuerpo para huir de la superficie. Puso la mano sobre el lugar en que llevaba la foto del cumpleaños, era su amuleto, lo llevaba cosido a la camiseta, cerca del corazón. Cada vez que experimentaba una amenaza apremiante palpaba la fotografía como si a su contacto se desataran fuerzas mágicas que le protegieran de cualquier peligro.    
Miró hacia la trinchera y no estaba, había desaparecido, en su lugar solo había cráteres que iban cambiando de forma a medida que caían los obuses. Entre el blanco de la nieve pudo distinguir los cuerpos rotos de algunos compañeros. Los oficiales se desgañitaban dando órdenes pero era difícil entender lo que decían en medio de aquella barahúnda terrible. Musitó una oración y se volvió a apretar contra el terreno.
La lluvia mortífera se prolongó durante más de una hora, la hora más larga de su vida hasta aquel momento. De pronto las bombas empezaron a caer detrás de su posición, los artilleros enemigos habían alargado el tiro para no matar a sus propios soldados que iniciaban el asalto. Las tropas rusas estaban a punto de abalanzarse sobre ellos.
Los compañeros empezaron a salir de los agujeros, dando tumbos, desorientados, algunos heridos, sangrando. El capitán y los oficiales intentaron organizar la tropa. Daniel retrocedió unos pasos para unirse a los demás cuando un regimiento enemigo se lanzaba contra ellos. Una oleada de sombras blancas avanzaba a la carrera voceando como demonios su grito de guerra:
-¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra!
Ya lo había escuchado en las orillas del Voljov, y según le habían contado provenía de los antiguos cosacos. Era un grito para enardecerse en el combate y significaba algo así como “al Paraíso”. El que moría peleando iba derecho al cielo.
El grito resonaba por encima de los disparos y explosiones.
-¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra!
Centenares de hombres se abalanzaban sobre ellos bramando al unísono. Embutidos en sus largos abrigos, disparando sin cesar, hombro con hombro, cubiertas las cabezas con grandes gorros de lana oscura, con las lengüetas de las orejas flotando a ambos lados como alas siniestras de pájaros asesinos. Los que caían era reemplazados al instante por los que les seguían, la marea humana no parecía tener fin. Las balas silbaban alrededor de Daniel o rebotaban a escasos centímetros, se tiró sobre la nieve y disparó, una y otra vez, los asaltantes se movían deprisa, corrían, saltaban, caían, siempre gritando azuzados por el silbato de los oficiales, él continuaba disparando.  

Fragmento de "El infierno de los inocentes", novela que transcurre entre la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial. 
Disponible en Amazon.
https://www.amazon.es/INFIERNO-LOS-INOCENTES-Luis-Molinos-ebook/dp/B00QAJ7JI6/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1469351205&sr=8-1&keywords=el+infierno+de+los+inocentes






Opiniones de lectores
5.0 de un máximo de 5 estrellas
 Tremenda historia 2 de diciembre de 2014
Por Elisa
Formato:Versión Kindle|Compra verificada
En los pocos días que me ha durado la lectura he sentido un gran cariño por los protagonistas, Rosa y Daniel. Tremendo lo que tuvieron que vivir. Extraordinaria novela que nos traslada a un tiempo muy reciente y a una tragedia de dimensiones colosales que tuvieron que soportar nuestros abuelos. Me ha enganchado desde la primera línea y se me ha hecho corta, al final me he quedado con ganas de más. Me encantaría que el autor escribiera una segunda parte. Excelente novela.
EL INFIERNO DE LOS INOCENTES de [Molinos, Luis]

domingo, 27 de septiembre de 2015

Análisis (profundo) de la estupidez humana.

Hace pocos días se ha destapado un escándalo monumental de repercusiones todavía imprecisas, pero que sin duda tendrán una enorme trascendencia. Volkswagen, el mayor fabricante mundial de automóviles, ha estado durante años confundiendo a los organismos encargados del control de emisiones contaminantes con un sistema expresamente diseñado para cometer el fraude. Asombra que alguien pensara que una estafa de esas proporciones pudiese pasar desapercibida indefinidamente. Hay que ser cretino para no prever que, con unas cifras de producción millonarias, alguien, más tarde o más temprano, tendría forzosamente que percatarse de un engaño tan zafio. Además del daño causado al medio ambiente, el perjuicio que ha provocado a la propia empresa, a la industria europea del automóvil en general, y a Alemania en particular, es incalculable. Es posible que pasemos del: “Es fiable, es alemán”, a “Es alemán, no te fíes”. Hasta que pase algún tiempo no sabremos con exactitud la dimensión del estropicio, pero lo lógico es que sea inmensa.  
Esto solo es otra prueba más de que el Antiguo Testamento estaba en lo cierto al asegurar que el número de idiotas es infinito. Hay que añadir, además, que se distribuyen por todo el espectro social, desde las posiciones más humildes hasta las de mayor prestigio, no hay más que repasar la lista de líderes mundiales. Asusta pensar en manos de quién están las armas más destructivas de que ha dispuesto la humanidad en toda su historia. Y da igual que esos individuos ocupen el poder por métodos golpistas o hayan sido elegidos democráticamente, en lo relacionado con su nivel de cretinez no se diferencian mucho. Ayer, sin ir más lejos, hubo elecciones en Cataluña. Contemplando a los aspirantes a liderar al pueblo, no se entiende que se haya batido el récord de participación ciudadana. ¿Pero alguien de verdad quiere ser administrado, guiado, acaudillado, por cualquiera de los que se han presentado? Parece evidente que la humanidad está en retroceso.
La democracia es el mejor sistema de gobierno que conocemos, sí, y nos sentimos contentos y orgullosos de su disfrute, sí, pero es un sistema que equipara el voto de Leticia Sabater al de Fernando Savater, o el de Paquirrín al de José Antonio Marina. Teniendo en cuenta que hay muchas más Leticias y Paquirrines no hay que asombrarse del jaez de quienes nos gobiernan, o de los que nos quieren gobernar. En este sentido, no hay que olvidar el impagable esfuerzo que hacen las televisiones para incrementar el número de paquirrines.
El siglo XX ha dado a la sociedad una pléyade de investigadores que durante décadas se ha consagrado al estudio de la perniciosa epidemia de la estulticia, a saber: Peter, Bloch, Parkinson, Cipolla, Aprile, y algunos otros. Todos han explorado, desde diferentes enfoques, el ignoto misterio de la estupidez humana. El problema es tan escabroso que ninguno de estos genios ha conseguido aclararlo del todo. No quiero pensar que también ellos están afectados por el virus que investigan, prefiero mantener un mínimo de esperanza en el ser humano.
Laurence J. Peter, descubrió que dada una estructura jerarquizada lo suficientemente grande, y esperando un tiempo adecuado, todo el mundo ascenderá por ella hasta llegar a su nivel de incompetencia, y una vez alcanzado, allí se quedará demostrando su incapacidad hasta que se retire a cuidar sus macetas. El presidente de VW podría ser el paradigma del enunciado.
Arthur Bloch, demostró científicamente con su ley de Murphy, que si las cosas pueden ir mal, irán mal. E incluso que por muy mal que vayan, pueden ir todavía peor. Y advierte de su inevitabilidad en su inquietante corolario: Si algo no puede salir mal, saldrá mal. Y asegura además que la estupidez es expansiva: Cuantas más personas participan en un acontecimiento, menos inteligentes se vuelven todas ellas. Para corroborar el aserto no hay más que contemplar un mitin político.
Produce escalofríos saber que en una sociedad burocratizada no hay modo de frenar el virus. Lord Northcot Parkinson, demostró que toda burocracia tiende a crecer a un ritmo del 5% anual, y además, lo hará sin necesidad de aumentar ni la cantidad ni la calidad del trabajo. O sea, que para realizar las mismas funciones necesitará cada vez un mayor número de idiotas. Pero es más, demostró que esa estructura se seguirá expandiendo aunque el trabajo a desarrollar sea mínimo, y continuará su crecimiento también en el caso extremo de que no tenga absolutamente nada que hacer.     
Carlo M. Cipolla, (se pronuncia Cipola), nos alerta de los peligros de la estupidez: Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo. E incide en el carácter universal e incoherente de su distribución: La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma. O sea, la posibilidad de ser estúpido es indiferente al sexo, raza, religión, o edad, a que haya alcanzado un determinado estatus social, incluso el más alto en la escala, o a que pertenezca a uno u otro colectivo, políticos, militares, religiosos, empleados, deportistas, o cualquier otra profesión. Incluso a que escriba o no en un blog, o participe en las redes sociales. Cipolla va más allá al asegurar que: Una persona estúpida es aquella que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio. Si antes advirtió que siempre se subestima su número, tenemos derecho a temer las peores catástrofes. Afirma con rotundidad que: El estúpido es el tipo de persona más peligroso que existe. Más peligroso que el malvado.
Pino Caprile, es aun más pesimista, asegura que la humanidad ha entrado en un proceso de destrucción de la inteligencia que atribuye a la necesidad de conservación de la especie. La inteligencia ha llegado a ser un peligro para la supervivencia de los seres humanos y se ha puesto en marcha un mecanismo natural para corregir la deriva. Afirma que: En la selección natural y cultural de la especie, prevalece lo peor, si lo peor es más útil.
Atribuye a Greg y Galton el aforismo de que si se poblara una aldea con cien irlandeses estúpidos, analfabetos, borrachos y zafios, y con cien ingleses cultos, bien educados y sobrios (o casi), varias generaciones después habrá varios miles de zafios y ni un solo gentleman. Sustituyan la aldea por el espacio europeo, por ejemplo, y esperen dos o tres generaciones.
Ante estas pesimistas previsiones científicamente demostradas, ¿que podemos hacer?
Y lo que es más inquietante, ¿cómo podemos saber si estamos infectados con el temible virus?
Habrá que seguir investigando pero no pinta bien.

Así está el mundo, Facundo.

sábado, 26 de septiembre de 2015

La perla de al Ándalus

-¿Tu abuelo trabajó junto a Hasday Ben Shaprut? -inquirió el viejo con asombro-, no te había oído comentar eso antes.
-Así es en efecto -respondió Samuel-. Yo mismo no lo supe hasta hace bien poco porque mi padre no me lo había revelado nunca. De hecho procura no hablar apenas del abuelo, sus relaciones se rompieron desde que se negara a aceptar la mujer que le tenían comprometida y ya nunca más se volvieron a reanudar. Sólo cuando comprobó que yo me interesaba abiertamente por la medicina me confesó que mi afición se debería tal vez a mis antecedentes. Yo no tuve la suerte de conocerlo pero por lo que me contaron deduzco que debió ser un auténtico hacán.
-Muchos consideran a Ben Shaprut el médico más grande del último siglo.
-Efectivamente, y mi abuelo estuvo con él muchos años colaborando intensamente. Hasta lo acompañó a tierras de los cristianos cuando acudió allí a sanar a Sancho el Grueso, el nieto de la reina Toda.
-Aquél fue un hecho extraordinario -asintió Abdelaziz en tono reverencioso.
-Así me lo contaron. Era tal la obesidad de Sancho que se mostraba incapaz de subir a su caballo. Era un inútil total para la vida cotidiana, pasaba la mayor parte de las horas acostado sin poder levantarse y Ben Shaprut consiguió devolverle la salud, según me aseguraron con la muy eficaz colaboración de mi abuelo.
Ahmed los miró asombrado.
-¿Se puede saber por qué estamos hablando de un gordo en vez de prepararnos para el trabajo? -exclamó indignado-. La princesa nos ha transmitido las urgencias que la angustian y nosotros nos entretenemos en hablar de no se qué grasiento cristiano. ¿Es que hemos perdido el juicio?
-No estamos hablando de un gordo sino de un sabio que sanó a un gordo -dijo Samuel con calma-, pero vayamos a tu princesa si lo prefieres, ¿es que es hora ya de emprender ese trabajo tan importante?
-Así es -asintió Tomás-, y después de habernos hecho esperar durante mucho tiempo sin la menor noticia, ahora desea que iniciemos la labor inmediatamente y que esté concluida en tres semanas, un plazo realmente difícil de cumplir. ¿Sigue en pie tu oferta de ayuda?
-Desde luego, podéis contar conmigo. Me vendrá bien para reposar las muchas enseñanzas que intentó inculcarme el sobrino de Ben Shaprut.
-¡Vaya! -observó Ahmed con cierta sorna-, nuestro amigo judío se va a dignar acompañarnos en tareas menores para dejar que su cerebro descanse de tanta función superior.
-No quise decir eso, mala víbora. Tan solo que estoy encantado de poder ayudar.

-Está bien -cortó el viejo-. Pongámonos a trabajar que hay mucho por hacer.

Fragmento de "La perla de al Ándalus", novela histórica que se desarrolla durante los años 1009 y 1013, período en el que se inició el declive del Califato.

LA PERLA DE AL ÁNDALUS de [Molinos, Luis]

LA PERLA DE AL ÁNDALUS

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Frases para políticos

Para ejercer de político, o sea, para vivir a costa de injerirse en la vida de los demás, no se exigen unos determinados conocimientos. No es necesario pasarse unos años preparando unas oposiciones ni hay que superar ningún examen. No se requiere acreditar un brillante currículo, ni tener don de gentes, ni ser un gran orador, ni demostrar una experiencia previa, ni saber idiomas, ni evidenciar una concreta capacidad en alguna faceta de la vida. Basta con conocer a alguien que ya esté instalado en un partido para que le incluya en alguna lista.
No obstante, es muy conveniente manejar con soltura una serie de locuciones con las que impresionar al auditorio sin que se note que no tiene ni idea de lo que está diciendo.
Anoto a continuación algunas de esas magníficas frases:
 
Tengo el absoluto convencimiento de… (lo que sea).

Da igual de qué se esté hablando. Es indiferente si se está afirmando o negando algo. Lo importante es que el vulgo comprenda inmediatamente que el político está convencido absolutamente de lo que dice. Al pronunciar la frase hay que enfatizar “absoluto”, para dejar bien claro que el que habla está en posesión de la verdad.

Es un escenario que no he contemplado.
También puede decir, si quiere dejar patente que domina los matices:
Es un escenario que no he barajado.

Es una respuesta muy útil para cuando no se quiere contestar a una pregunta incómoda. Denota que el político observa los acontecimientos con el rigor de un realizador de cine. Cuando se le presenta un problema lo sitúa en el escenario adecuado donde encontrar la solución más ventajosa para el pueblo. En este caso aún no lo ha situado en el escenario y por lo tanto no tiene todavía la solución.
 
Lo que este país necesita es… (lo que sea).

Muy importante. Hay que declamarla con mucha convicción. Demuestra que el político no tiene ni la menor duda de lo que es mejor para el pueblo. Es fundamental el matiz “este país”, si dice usted “España” puede ser catalogado de retrógrado o fascista. Diga siempre “este país” que queda mucho más progre. Esta frase suele ser más adecuada para los que están en la oposición. Saben perfectamente lo que necesita el país pero no les dejan demostrarlo. El que está gobernando debe utilizarla con mesura, corre el peligro de que le digan: “Si lo sabe ¿por qué no lo hace?”.
 
Tengo plena confianza en la honorabilidad de mi compañero.

Imprescindible en el hipotético caso de que algún colega de partido sea pillado con las manos en la masa. Ya sé que es raro pero podría llegar a ocurrir. Hay que decirla con el rostro imperturbable, espere a estar completamente seguro de que no le ve nadie para soltar la carcajada.

Es más lo que nos une que lo que nos separa.

Esta debe utilizarse cuando algún compañero se intenta saltar las consignas del grupo. También es oportuna para cualquier problema con los independentistas.

Hay que hacer un ejercicio de responsabilidad.

Esta es muy adecuada para casos de petición de dimisión. Se puede utilizar tanto para reclamar como para rechazar, ya se trate de algo que nos afecta a nosotros o nuestro grupo, o a alguien de un grupo adversario. El ejercicio de responsabilidad puede ser para exigir la inmediata  dimisión (es muy importante que sea inmediata) de alguien, y que el interfecto asuma los errores cometidos, o para aferrarnos al cargo alegando que cumpliremos con nuestro deber a cualquier precio y que estamos dispuestos a soportar cualquier sacrificio.

No me va a temblar el pulso para... (lo que sea).

Me temo que esta frase la han rescatado del pasado, me suena que la pronunciaba con asiduidad un antiguo gobernante. Es necesario que el que la pronuncie tenga un cargo de autoridad desde donde tomar decisiones, si no podría resultar grotesco. Con esta frase se deja claro que el pueblo está en buenas manos, firmes y sin tembleques. Los mandados pueden descansar tranquilos, el que manda tiene el pulso fuerte y los conducirá por la senda más conveniente.

No es el momento de… (lo que sea).

En este caso “lo que sea” es evidentemente molesto para el que la pronuncia, así que hay que aplazarlo indefinidamente. Repitiéndola con frecuencia el momento nunca llegará.

Estamos siguiendo la hoja de ruta.

Si alguien quiere saber qué está haciendo conteste con esta frase. No se preocupe por saber que hoja es esa, ni siquiera si existe, nadie le va a preguntar. Basta con que diga la frase con convencimiento, el pueblo entenderá que usted va por una ruta que conoce bien y que no se va a perder; se sentirá confiado.

 Hay muchas más, pero con estas ya puede empezar a desarrollar su sacrificada e impagable labor.