Decía Sabino
Arana, padre de la patria vasca: "La fisonomía del vizcaíno es inteligente
y noble, la del español inexpresiva y adusta. El vizcaíno es nervudo y ágil, el
español es flojo y torpe. El vizcaíno es inteligente y hábil para toda clase de
trabajos, el español es corto de inteligencia y carece de maña para los
trabajos más sencillos. Preguntádselo a cualquier contratista de obras y
sabréis que un vizcaíno hace en igual tiempo tanto como tres maketos juntos". Colijo que el
contratista a entrevistar debería ser así mismo vizcaíno. También decía:
"El aseo del vizcaíno es proverbial, el español apenas se lava una vez en
su vida y se muda una vez al año. Oíd hablar a un vizcaíno y escucharéis la más
eufónica, moral y culta de las lenguas; oídle a un español, y si solo le oís
rebuznar, podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes
ni blasfemias". Y alguna perla dejó sobre las mujeres: “La mujer, pues, es
vana, es superficial, es egoísta, tiene en sumo grado todas las debilidades
propias de la naturaleza humana”.
Resulta
difícil pensar que un tipo que escribe semejantes sandeces pueda encontrar
algún seguidor, y sin embargo encontró millones. Fundó un Partido que ahí
permanece, tras más de 100 años, y su figura es ensalzada y reverenciada en
escritos y monumentos. ¿Cómo se puede explicar tamaño dislate? Debe ser que
todos venimos al mundo provistos de un componente xenófobo y racista y solo es
cuestión de encontrar el mecanismo que lo pone en funcionamiento para que
afloren los odios contra nuestros semejantes.
Todo
movimiento separatista es xenófobo, racista y fascista. Si alguien que
pertenece a un colectivo desea separarse, es porque se considera superior a los
demás componentes del conjunto. Si se considerase igual no se plantearía el
asunto, y si se sintiera inferior procuraría por todos los medios continuar
perteneciendo al grupo. Ese sentimiento de superioridad necesita algún basamento
en el que apoyarse, da igual que sea por nervudo y ágil, por más limpio que una
patena, o por cualquier otro argumento de similar enjundia, el caso es
encontrar diferencias con el "extranjero". Y desde luego requiere
remarcar y acentuar las existentes: "La diferencia del lenguaje es el gran
medio de preservarnos del contacto de los españoles y evitar el cruzamiento de
las dos razas", decía el ínclito. Es un sentimiento atávico, las tribus
protegían su territorio luchando contra el enemigo, que era el vecino. El
enemigo siempre es el más próximo. Sabino Arana odiaba al español pero apelaba
a Inglaterra para que le ayudase a independizarse y felicitaba efusivamente a
Estados Unidos por invadir Cuba. Precisamente por estar tan próximos es muy
difícil encontrar desigualdades y hay que acudir a diferencias irrisorias o
directamente a inventarlas. Junqueras dice que los catalanes (naturalmente, al
decir catalanes solo se está refiriendo a los independentistas) tienen más
proximidad genética con los suizos que con los españoles. Ellos son el poble,
y los demás son extranjeros que han venido a robar.
Los
dirigentes, impulsores de estos movimientos, parecen tener un claro objetivo
personal: Prefieren ser cabeza de ratón antes que cola de león, pero ¿qué
interés tiene la masa que les sigue? En un primer momento puede impulsarles la
creencia de que van a estar mejor solos que acompañados por sucios ladrones.
Pero una vez demostrado fehacientemente que van a estar peor, ¿por qué se
empecinan? No cabe más explicación que pensar que en sus cerebros se ha puesto
en funcionamiento esa universal característica de la naturaleza humana, tan
grotesca como irreflexiva, consecuente del odio: "Para que te jodas, no
como". Una vez alcanzado el punto de no retorno, el aspirante a
independiente no se para en barras y desprecia las posibles consecuencias
perniciosas, lo mismo le da Juana que su hermana. No queda espacio para el
razonamiento.
¿Tiene algún
remedio este inquietante problema? Si Ortega y Gasset no encontró ninguno, me
temo que no lo hay. El augusto pensador llegó a la conclusión de que la
cuestión no se podía solucionar y solo se podía conllevar. El hombre no puede
liberarse de su propia naturaleza. Ya dijo Pascal, más o menos, que la
naturaleza humana tiene razones que la razón no conoce. Estos conflictos
existen desde que el mundo es mundo y siempre acaban en guerras, en muertes y
en destrucción. Y vuelta a empezar. El ser humano no ha evolucionado todavía lo
suficiente como para evitar estas luchas tribales. Las desavenencias de este jaez
solo se resuelven a pedradas.
Estas ansias
de diferenciación no son privativas de España, Europa es un conglomerado de
tribus (más de 200 lenguas nos contemplan, 23 de ellas oficiales), que están
dispuestas al enfrentamiento con el menor pretexto. Los Balcanes son el
paradigma. El afán disgregativo no parece tener límites pudiendo llegar al
extremo más absurdo, verbi gratia: ¡Viva Cartagena!
Es falso
aquello de que dos no discuten si uno no quiere, más bien es lo contrario, si
uno quiere, dos discuten. Solo queda esperar que las pedradas sean pocas y no
nos alcancen. Porque el camino
emprendido lleva inevitablemente a la zona de las pedradas. Estas cosas al
final solo se terminan (o se calman durante un tiempo), cuando interviene gente
de uniforme.
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