Decía Mark Twain: “Cada vez que te veas del lado de la
mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar”. Se diría que hay muchos
que no leen a Twain, o no les hace gracia, o directamente lo consideran un facha
trasnochado. De hecho, hay muchos que consideran facha a todo el que no comulga
al ciento por ciento con su ideario. Ellos son de pensamiento unitario, prietas
las filas, todos a una y el que se mueva no sale en la foto. No hay tema que se
precie, o sea, no hay tema, que no concite una absoluta unanimidad de ese
colectivo. Da igual Juana que su hermana, aun la más peregrina de las ideas es
defendida con ardor guerrero aunque sea a costa de acudir a argumentos
rocambolescos.
Ahora les ha dado por defender la inmigración masiva. ¿Por
qué lo hacen?, un misterio. Pero todos están de acuerdo en que el hecho de que
invadan el país decenas de miles de hombres jóvenes, solos, indocumentados,
ilegales, que no conocen el idioma, y, a juzgar por las imágenes, un tanto
asilvestrados, es lo mejor que nos podía pasar. Vamos, como si nos hubiera caído
el maná divino. Hay incluso concienzudos estudios realizados al parecer por
reputados economistas que dicen que con este trasiego va a mejorar el crecimiento
y se va a robustecer nuestro estado de bienestar que últimamente andaba alicaído.
Lo penúltimo que he visto es una sagaz comparativa entre nuestros recientes antepasados
que emigraban a Alemania en los cincuenta/sesenta del pasado siglo y lo que se
nos viene encima hoy. En fin, si no aprecian las sutiles diferencias no me voy
a esforzar en señalarlas. ¿Para qué? El que está en posesión de la verdad no
necesita argumentos.
En España se producen unos 1.000 nacimientos diarios y la
tendencia es descendente. El número es ya inferior al de defunciones, pero no
hay porqué preocuparse ni vale la pena aplicar medidas para corregir la
tendencia. Afortunadamente recibimos más de 100 inmigrantes ilegales cada día,
lo que compensa las pérdidas autóctonas. Además la curva de llegadas es manifiestamente
ascendente, lo que nos permite contemplar el futuro con tranquilidad. Si lo
miramos bien, el Estado se ahorra un dineral al no tener que dar educación
durante muchos años a esos niños que iban naciendo, ya que la inmensa mayoría
de los que llegan ya vienen crecidos y con una pequeña subvención se soluciona
el problema. Si no conocen el idioma ya lo aprenderán, y si no tienen formación
tampoco es alarmante, siempre podrán ocupar un puesto de trabajo en el top
manta. Aunque creo que los del top manta no cotizan, así que eso de que nos van
a pagar las pensiones no lo acabo de entender. Por otra parte, nuestros jóvenes
mejor preparados, dando muestras de una tremenda insolidaridad con sus
conciudadanos, una vez completados sus costosos estudios se marchan a trabajar al
extranjero y son otros países los que se benefician del dinero y esfuerzo
invertidos por el Estado en su formación. No hay de qué preocuparse, abriremos
las puertas a jóvenes de otras culturas para rellenar el espacio dejado por esa
élite egoísta. Los que llegan son fuertes y es muy factible que alguno consiga
ser futbolista o atleta de primer nivel.
Lo que parece fuera de cualquier duda razonable es que
España está cambiando. Exportamos jóvenes licenciados, preparados, capacitados
y con un futuro brillante, e importamos jóvenes, punto. No hay dinero para invertir en
I+D+i pero sí para atender la inmigración masiva, ilegal e indiscriminada. Otros
países se beneficiarán de adelantos técnicos y científicos, pero puede que
dentro de unos años nosotros ganemos el mundial. Por eso la brillante clase
política, muy consciente de la situación, cada día hace llamamientos para que
aumente el flujo de nuevos ciudadanos, el noventa por ciento hombres jóvenes y
solos, lo que evita los problemas familiares. Aquí las cuotas de igualdad de
género no se contemplan, pero en este caso da igual.
Ya en 1936, se quejaba Unamuno
del nivel de los dirigentes de la época: “Que no se pierda la
inteligencia, estamos ante una generación de idiotas. Los pueblos están regidos
por los peores”. Desde entonces podríamos decir que hemos tenido un inmenso crecimiento
negativo, o que hemos progresado exitosamente hacia atrás.
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