Dice Humpty Dumpty en “Alicia a través del espejo”:
-Cuando yo uso una palabra, esa palabra quiere decir lo que
yo quiero que diga, ni más ni menos.
-La cuestión es –responde Alicia-, si se puede hacer que las
palabras signifiquen cosas diferentes.
-La cuestión –concluye Humpty Dumpty-, es saber quién manda.
Eso es todo.
Pues eso, parece que las palabras van más allá de su
estricto significado. Ahora da la impresión de que para dotar de importancia a
algo hay que usar una palabra larga. Creo que empezó con los super y mega. Decir
que algo era bueno no era suficiente, tampoco muy bueno, para resaltar lo bueno
que era había que decir superbueno o megabueno. De ahí ha ido derivando a otros
conceptos y ahora cualquiera que pretenda epatar a la concurrencia se cree en
la obligación de introducir en su discurso algún palabro de buena dimensión. Así
tenemos multiculturalidad, multinacionalidad, plurinacionalidad,
unilateralidad, heteropatriarcado…, hay un vídeo por ahí en el que la señora
Gómez, consorte del señor Sánchez, da una lección magistral sobre alguna cosa
hablando de multicanalidad. No sé si el progenitor A ha contagiado al B o
viceversa, pero ambos utilizan el mismo lenguaje multigilipollético.
En sentido contrario, para minimizar la aspereza de algún
significado se intenta acortar la palabra. Por ejemplo, parece que a algunos
les resulta violento hablar de emigrantes o inmigrantes. Suena un poco brusco. Solución,
se les llama migrantes que suena como más poético, como si fueran golondrinas. Son
cosas de la censura imperante que obliga a utilizar un lenguaje políticamente
correcto. No quiero imaginarme a Bécquer en estos días teniendo que escribir: “Volverán
las oscuras golondrinas y los oscuros golondrinos…”.
En fin, los medios, todos, siguen las nuevas directrices al
pie de la letra. No he escuchado a nadie hablar de la multiinvasión de los pluriafricanos.
Es que suena megamal.
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