El sacerdote
llegó a última a hora de la tarde y, como de costumbre, entró en la casa como
una exhalación. Se podría decir, que venía aún más excitado de lo habitual. Sin
dar tiempo a que nadie le explicase por qué le habían llamado se lanzó a
exponer atropelladamente las noticias que traía. Mientras lo conducía a la
biblioteca, él no paraba de hablar con gran excitación:
-Vengo de la
Comandancia, he pasado allí la mayor parte del día, no te puedes imaginar el
barullo que hay montado. Esta mañana se ha recibido un cable de la zona
oriental avisando de que varias partidas de rebeldes se han levantado en armas
en algunas localidades cercanas a Santiago y han declarado la independencia.
Las noticias son todavía confusas pero parece que uno de los principales
instigadores es un propietario de una localidad llamada Baire que ha liberado a
todos sus esclavos y después de atacar un puesto militar se ha refugiado en la
sierra. En Comandancia han tomado la información con la mayor de las
preocupaciones pues parece que no es un hecho aislado, sino que se está
extendiendo rápidamente por muchas localidades orientales. Las tropas están
haciendo redadas por La Habana deteniendo a todos los fichados como
simpatizantes de la rebelión. Están convencidos de que aquí controlaran la
situación pero en oriente no está tan claro. Un coronel de Estado Mayor me ha
asegurado que el líder principal es José Martí, pero están los mismos de la
anterior guerra, con Maceo y Máximo Gómez a la cabeza. ¿Qué te parece, Manolita?
¿Estaba yo en lo cierto, o no?
-Cálmese padre,
aquí tenemos problemas más urgentes -le dije mientras accedíamos al salón donde
estaban Gedeón y el doctor.
-¿Más que esto? Buenas
tardes, señores. ¿Qué puede haber más preocupante que otra guerra? Dime, hija
mía, ¿de qué se trata?
-A Gedeón lo han
retado a un duelo.
-¿Un duelo?
¿Pero qué guanajada es esa? ¿Se ha iniciado una guerra y andan ustedes enredando
con duelos? ¿Quién es el retador?
-Es un oficial
del ejército.
-¿Un oficial? ¿Y
qué hace un oficial enzarzado en duelos en estos momentos tan trascendentes
para la Patria? Debería estar combatiendo y no complicado en rencillas privadas.
El ejército ha suspendido todos los permisos, las tropas tienen órdenes de
permanecer acuarteladas. Ningún elemento puede estar a su libre albedrío. Díganme
su nombre que me encargaré de que lo arresten.
-Se lo prohíbo,
padre -dijo Gedeón-, no antes de que cumplamos con el lance.
-Pero hombre, Gedeón,
usted es un hombre sensato, deje esas locuras para los más jóvenes.
-El honor no
tiene edad, padre.
-¡Ah!, ¡el
honor!, ¡el honor! Es un sentimiento noble, sí. ¿Pero no puede quedar reparado
de otro modo menos peligroso?
-Si no hay
peligro no hay desagravio.
-Y usted doctor,
¿también está metido en esto?
-No he tenido
otro remedio, me han nombrado padrino.
-¿Usted que hizo
un juramento para salvar la vida de sus semejantes anda metido en un asunto
donde la pueden perder?
-Ya sabe padre
que los asuntos de honor son ajenos a los que conciernen al cuerpo, como dijo
el poeta, el honor es patrimonio del alma. Poco podemos hacer al respecto los
facultativos. He procurado, no obstante, minimizar las consecuencias. He
acordado con el otro padrino que será a primera sangre, hay muchas
posibilidades de que todo quede zanjado con una ligera herida.
Fragmento de "La indiana Manuela", novela que se desarrolla a finales del siglo XIX en la isla de Cuba. Disponible en Amazon en digital y papel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario