Quemar las naves. Se “queman las naves”, cuando
se toma una decisión irreversible, probablemente cuando se hace el último y
desesperado intento para lograr algún fin. ¿Pero cuál es el origen de la
expresión?
Fue un 16 de agosto de 1519 cuando Hernán Cortés ordenó
destruir sus naves. Hacía varios meses que habían desembarcado en lo que se
conocía como Tierra Firme y ya habían tenido suficientes evidencias de que se estaban
acercando a un imperio de enormes proporciones. En la pequeña tropa que
comandaba, existía una facción afín a Velázquez, el Gobernador de Cuba que había
intentado en el último momento abortar la expedición de Cortés, sin
conseguirlo. Este grupo fue todo el tiempo criticando las decisiones de Cortés,
y al evidenciarse ya sin ningún género de dudas que se iban a enfrentar a un
enemigo muy poderoso, se confabularon para regresar a la isla. El capitán fue
informado de lo que se estaba tramando y de inmediato ordenó apresar a los
cabecillas, les sometió a un juicio sumarísimo y dos de ellos fueron ahorcados.
Otros escaparon con una ración de latigazos. Cortés contaba con unas fuerzas
muy escasas y si se hubiera producido una deserción importante, le hubiera
resultado de todo punto imposible seguir adelante con la empresa. Para que nadie
más tuviera tentación de desertar, ordenó en aquel punto destruir las naves. Sacaron
de ellas todo lo que podía ser de utilidad, soltaron las amarras, y dejaron que
el fuerte oleaje las estrellara contra las rocas hasta que se hicieron añicos. Al
destrozar los barcos se eliminó cualquier intento de abandono.
Esta acción,
decidida y temeraria, parece que está en el origen de la expresión “quemar las
naves”. Hay, no obstante, quien remonta el origen de la expresión a una acción
similar de Alejandro Magno al llegar a la costa Fenicia y comprobar que se iban
a enfrentar a un enemigo muy superior en número.
En cualquier caso, la contundente determinación
de Hernán Cortés, obligó a sus hombres a emprender el camino hacia el interior
del país, lo que les llevaría a conquistar el Imperio Azteca. Con otra persona
al mando, probablemente la historia habría sido muy distinta.
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