Cuando se fundieron las nieves echó a andar. Su padre se había marchado unos años antes y nunca volvió. Su hermano
mayor fue tras sus pasos y tampoco regresó. Ahora le tocaba a él.
Los más viejos del clan aventuraban ideas pero nadie tenía certezas. Algunos narraban historias fantásticas y él quería vivirlas.
Los más viejos del clan aventuraban ideas pero nadie tenía certezas. Algunos narraban historias fantásticas y él quería vivirlas.
Vadeó ríos, superó montañas, atravesó desfiladeros, soportó
ventiscas y tormentas, esquivó a guerreros de otros clanes rivales y supo
escapar de lobos y osos. Era muy joven, muy fuerte y estaba decidido a llegar hasta
el final. Caminó siempre hacia donde se escondía el sol. Por la mañana lo tenía
a la espalda, al poco lo sentía sobre su cabeza, enseguida lo adelantaba y se
alejaba deprisa. “Ya te alcanzaré, veré dónde te escondes, conoceré tu secreto”. Caminó sin descanso hasta que llegó al fin de
la tierra. Y lo vio. Se hincó de rodillas y lloró de la emoción. Jamás había
visto algo tan inmenso, tan llano, tan azul, tan plácido, tan hermoso. Era la
hora del ocaso, el sol iniciaba el descenso, pronto alcanzó la superficie, allá
a lo lejos, y comenzó a desaparecer. Le llegó el ruido que hacía al hundirse,
como el que emite un palo ardiendo cuando se mete en el agua.
Por fin descubrió el secreto. Cada noche se escondía en el
mar.
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