Lo dice el
Evangelio: “Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no
se hizo nada de lo que existe”. Cada uno lo interpretará como guste pero cierto
es que la palabra es el arma más eficaz para penetrar las conciencias distraídas.
Es el ariete que derriba la puerta y se apodera del castillo. Algunos tienen notable
habilidad para encontrar palabras que actúen de arietes. La izquierda va
siempre varios pasos por delante de la derecha en cuestión de propaganda, esta es
tosca, brusca, imperita, aquella es hábil, ladina, aguda. Para ello las
palabras son indispensables. Facha ha sido eficaz durante mucho tiempo pero ya
ha empezado a declinar. Antes, cualquiera que criticara el pensamiento
establecido era inmediatamente etiquetado de facha y el señalado acusaba el
golpe, se encogía. Pero ya casi nadie se
asusta si le llaman facha y casi nadie se alborota si señalan a alguien como
facha. Ha perdido fuerza, se ha marchitado. Se gastó de tanto usarla. Se hacía necesario
encontrarle un reemplazo. Odio es un buen sustituto. El que disiente del discurso
oficial es un odiador, está utilizando una arenga de odio, cometiendo un delito
de odio. El que odia siempre es el otro. ¿Pero quién distingue una justificada
crítica de un mensaje de odio? El poder, naturalmente. En “Alicia a través del
espejo”, dice Humpty Dumpty: “Cuando yo uso una palabra esa palabra quiere
decir lo que yo quiero que diga, ni más ni menos”. “La cuestión es –responde Alicia-,
si se puede hacer que las palabras signifiquen cosas diferentes”. “La cuestión –concluye
Humpty Dumpty-, es saber quién manda. Eso es todo”. Amén.
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