miércoles, 15 de abril de 2020

La parábola de los ciegos.



Llevamos un mes enclaustrados y este aciago encierro empieza a hacer mella en nuestras adormecidas defensas. Por las redes se propagan ideas que nos penetran con facilidad, son ideas presentadas de modo simple, aparentemente inocuas; ideas que enseguida se convierten en consignas. Por ejemplo: “De esta, o salimos todos unidos o no salimos”. ¿Quién se va a oponer a un mensaje tan sugerente? Todos juntos cogidos de la mano, ¡qué bonito! Pero me da que lleva escondido un mensaje subliminal, que quiere decir: “Hay que apoyar lo que haga el gobierno sin rechistar”. Como los ciegos del cuadro de Brueghel, todos de la mano hasta caer en el hoyo. A estas alturas, con 18.579 muertos oficiales a día de hoy, récord mundial por millón de habitantes, con más de 15.000 sanitarios infectados, otro triste récord mundial, hay que ser un sectario inquebrantable para intentar justificar, no digo ya alabar, la gestión de los responsables de dirigir las actuaciones. En estos momentos no se trata de derechas o de izquierdas. Se trata de competencia o ineptitud, de conocimiento o ignorancia, de inteligencia o estupidez. Este gobierno no es responsable de la pandemia, pero lo es de la aplicación de las medidas para intentar mitigarla. Y la gestión ha sido y sigue siendo calamitosa. Decía Ortega que “ser de derechas es, como ser de izquierdas, una de las muchas formas que el hombre puede elegir para ser un imbécil; ambas son formas de hemiplejía moral”. Estos días podemos comprobar que su afirmación tiene plena vigencia. No se puede justificar, disimular o ignorar la tremenda torpeza simplemente porque “son de los nuestros”. Si el ciego que nos guía nos lleva al hoyo, lo único sensato es soltarle la mano y darle una patada.
O eso, o asumir los Evangelios; Mateo 15, versículo 14: “Dejadlos, son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo”.



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