Dicen que si se
introduce una rana en un recipiente con agua hirviendo, se escapará de un
salto, pero si el agua está tibia y se va aumentando gradualmente la
temperatura, se quedará dentro del agua hasta que esté tan debilitada que ya no
podrá escapar y morirá.
En las últimas
elecciones generales que se celebraron en noviembre del pasado año, aunque
parece que tuvieron lugar hace un siglo, sobre un censo electoral de 36,8
millones de electores Podemos obtuvo 3.097.185 votos. El 8,4% de los españoles
con derecho a voto apoyaron esa opción. Siendo generosos uno de cada diez
quería ser gobernado por ese partido. Pues bien, nos encontramos con que ese
uno está imponiendo cada día un poco más sus ideas a los otros nueve. A esto le
llaman democracia, se les llena la boca con la palabra y andan constantemente
diciendo que es lo que ha elegido la ciudadanía. Para ellos ciudadanía
significa un ciudadano de cada diez. Seguramente cualquier dictadura, por
tirana que sea, tiene más partidarios entre la población que ese ridículo 10 %.
Ya que nos hemos aficionado a los palabros (heteropatriarcado,
plurinacionalidad, multilateralismo…) a esto habría que llamarlo demodictadural,
dictaducracia, o algo así. Y ahí tenemos a ese siniestro personaje liberticida acumulando
más poder cada día, un poder que no le corresponde, ante la connivencia de un
fatuo, incapaz y fraudulento doctor superado por los acontecimientos, ante la
inacción de una oposición pasmada, impotente y acomplejada, ante el silencio o
la colaboración de unos medios entregados y regados con dinero de todos, y ante
el asombro o la desidia de una sociedad espantada que solo presta atención al
maldito virus mientras le van recortando derechos y libertades, y mientras nos van
aumentando la temperatura del agua poco a poco.
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