Cuando me dijeron que Estrella se marchaba no
me lo creí. Fui a hacerle una visita convencido de que no era posible lo que
me habían contado, y me la encontré en el jardín, al lado de un gran bidón
llameante. Tiraba en su interior papeles, documentos, cartas y fotografías.
Tenía tristes los ojos.
- Pero entonces –dije incrédulo-, ¿es verdad?
- Si preguntas si me voy, sí mi rey, me voy.
Nos vamos todos.
- Me lo dijeron y no lo creía, por eso vine.
- Pues ya ves, mi bueno –dijo con voz
entrecortada-, casi no me lo creo ni yo, pero es verdad.
Dejó de arrojar papeles al interior del bidón
y se quedó mirando al Estrecho.
- Sesenta años llevo mirando este mar y los
montes de España y ahora los voy a cambiar por no se qué.
- Pero no puede ser. ¿Por qué?
- Esto ha cambiado, mi rey. Nada será ya como
antes. Yo por la edad me arriesgaría a quedarme pero Luna es joven, tiene mucha
vida por delante. Ella y su marido no tienen ninguna duda, se han decidido a
irse, y claro, nosotros vamos detrás. Mis dos nietos tiran mucho.
- Pero ¿por qué?, vosotros lleváis aquí mucho
tiempo.
- ¿Mucho?, mi abuelito construyó esta casa.
En ella nació mi madre, en ella nací yo y en ella nació Lunita. ¿Te parece
mucho?, mi papá decía que mis ancestros llegaron en el siglo XVI, cuando los
expulsaron los Reyes Católicos. Tal vez exageraba un poquito pero en cualquier
caso llevamos muchas generaciones.
- Pues entonces, ¿por qué os vais?
Estrella rompió a llorar.
- No lo sé mi rey, no lo sé –balbuceó entre
sollozos-, por los niños, por el futuro. Esto cambió, mi bueno, ¿no lo viste?
Ya nada será igual. Se acabó Tánger, se acabó la Zona Internacional, ahora
todos iguales, kif kif, ¿todavía no
te convenciste?, ya derogaron también la Carta Real, nada nos quedó, habrá
nuevos impuestos, nuevas normas, nos quitarán lo que tenemos. Se nos cayó el mazzal. Es mejor irse a tiempo, antes de
que sea demasiado tarde. No quiero acabar en el Mellah.
- ¡Pero Estrella!, aquí nunca hubo Mellah, ni antes del Estatuto ni en los
siglos anteriores, es la única ciudad de Marruecos donde los judíos siempre
vivieron donde quisieron, sin tener que estar recluidos en sus barrios.
- Sí, ¿pero quién garantiza que no va a pasar
ahora?, todo cambió, esto se hunde, hay que salvar lo que se pueda. Es mejor
marchar cuando estás a tiempo. El marido de Luna estuvo en Venezuela y vio la
posibilidad de iniciar allí un negocio. Dice que el país está creciendo mucho y
tiene un gran futuro. Nos vamos a Caracas. Con el corazón desgarrado, mi bueno,
pero nos vamos.
- ¿Y la casa?
- Se la dejo a mi primo Isaac para que
intente venderla. Ahora todo será más difícil, ya han empezado a bajar los
precios y bajarán más. Va a haber mucha oferta y la gente se esperará a que
sigan bajando. Wó, wó, mi vieja casita, ¡cómo la voy a echar de menos!, mis
jazmines, mi Estrecho, mi levante…, c´est
la vie, mon Vieux…, por los niños, hay que darles un futuro. Ya está
decidido, la semana que viene cogemos el barco.
- ¿En barco?, no son muchos días.
- Sí, ¿y qué?, el avión m´espanta, mi
bueno. En el barquito iremos mejor. Así podré ver durante más tiempo mi Tánger
querido. Veremos cómo se va perdiendo poco a poco en la distancia, mi rey. Se
me quedará en la retina para siempre.
- Pero…
No se me ocurría nada. Pensaba que la gente
se alarmaba sin motivo, que se estaba produciendo un temor general
injustificado. No hacía más que preguntarme: ¿Pero por qué se van?
La vida no es lineal, no podemos ir siempre
hacia arriba, es como un tobogán, tiene altos y bajos, ahora había tomado una
cuesta descendente, sí, ¿y qué?, no había que preocuparse, ya volveríamos otra
vez a ascender, era cuestión de tener un poco de paciencia, seguro que
llegarían de nuevo los buenos tiempos.
Fragmento de "Me quedé en Tánger", libro disponible en Amazon.
Opiniones de lectores
el 27 de noviembre de 2014
Formato:Versión Kindle
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En digital.

En papel.

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