domingo, 2 de abril de 2017

El Semíramis

A primera hora del sábado 2 de abril de 1954, se difundió por los altavoces del barco un programa que se estaba emitiendo en Radio Barcelona. Familiares de los repatriados habían acudido a la emisora a saludar a sus allegados. El locutor citaba a alguien con nombre y apellidos y decía: “Tu padre, o tu madre, o tu hermano o novia, te manda un mensaje”. A continuación, una voz quebrada por la emoción balbuceaba: “Hijo mío, te estamos esperando, tu madre está bien, te queremos”. Pocas palabras más podían salir de las gargantas ocluidas por la extrema turbación del momento. Algunas madres apenas si podían repetir algo más que: “¡Hijo!, ¡hijo!”, entre sollozos y suspiros. Los aludidos corrían al oír sus nombres: “¡Yo! ¡Yo!”. Se colocaban junto al altavoz y gritaban: “¡Soy yo!, ¡estoy aquí, padre! ¡Estoy bien!”. Como si su padre o madre o hermano, pudiera escuchar sus gritos de júbilo. “¡Padre! -decía una voz joven-, soy tu hija Isabel, cuando te fuiste tenía dos años, no sé si me reconocerás”, y el padre, flaco, macilento, apoyado en un mamparo para no derrumbarse en el suelo, a punto de desfallecer, no tenía fuerzas mas que para llorar. Las lágrimas brotaban incontenibles, unos ojos que se habían mantenido secos cuando soportaban los más extremos sufrimientos, se desbordaban al escuchar la tierna voz de la sangre. No había emoción comparable al reencuentro con los seres queridos después de tantos años de desesperanza.

Fragmento de "El infierno de los inocentes", novela que narra las vicisitudes que sufrieron los niños que envió la República a Rusia, y los soldados de la División Azul que cayeron prisioneros en aquel país.
Disponible en Amazon, en digital y en papel.
EL INFIERNO DE LOS INOCENTES de [Molinos, Luis]

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