La Democracia ha ido
derivando muy deprisa hacia la Memocracia, o gobierno de los memos. Desde hace
algún tiempo, cuanto más memo es un político más posibilidades tiene de ser
elegido por los votantes. Hemos llegado así a una situación en la que el
destino de nuestra sociedad está en manos de auténticos memos. ¿Cómo hemos
podido alcanzar tan altas cotas de insensatez?
Hay muchas causas de esta
deriva, pero una importante tiene su origen en la proliferación de las redes
sociales. Todo ser humano debe atravesar la edad del pavo, un periodo
ineludible en la evolución de las personas. En esa fase del desarrollo se
produce una violenta eclosión de las hormonas que convulsiona la personalidad
de los adolescentes y hace que cometan insensateces y digan memeces. Hasta hace
unos años todavía, los preceptores, padres y profesores, les corregían y
orientaban contribuyendo a que al llegar a la edad adulta, el grado de memez de
cada individuo estuviera muy limitado, o incluso, en algunos raros casos, hubiera
desaparecido por completo. Con el
surgimiento de las redes sociales, ese positivo encauzamiento de la conducta humana
ha desaparecido. Cualquiera puede propalar a los cuatro vientos la mayor
insensatez sin que nadie le corrija. El adolescente, no solo no encuentra
ninguna objeción a sus disparates, sino que además converge con otros
insensatos que jalean sus ocurrencias, y en consecuencia se convence de que
está haciendo agudas observaciones. Atraviesa la edad del pavo sin que nadie le
ayude a desprenderse de las plumas perniciosas y llega por tanto a la adultez
con todo el bagaje repleto de inconsistencias. Se convierte en un adulto memo.
Así es como hemos llegado a
la proliferación de adultos memos en lugares influyentes, que no solo dicen y
hacen tonterías, sino que además se muestran orgullosos de sus actos y los
exhiben sin el menor rubor. Son memos prepotentes convencidos de que están en
posesión de la verdad. Son memos peligrosos.
La Memocracia es un sistema
perverso que coloca en el vértice de la pirámide a individuos estúpidos ufanos
de su estupidez. Siempre ha habido estúpidos en una proporción elevada, pero
nunca han gozado de tanto poder como ahora. “La persona estúpida es el tipo de
persona más peligroso que existe”, dice Carlo M. Cipolla; si se instalan en
lugares donde sus actuaciones repercuten en toda la sociedad, el peligro se
multiplica. Si no se corrige pronto esta deriva, y no es fácil, la sociedad va
derecha al desastre.
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