jueves, 25 de junio de 2015

Sugerencias para mejorar el desarrollo de un relato.

¿Qué deberíamos hacer para que los lectores devoren nuestro libro?
Como lectores, con toda seguridad, ya hemos devorado más de un libro. ¿Pero qué tenemos que hacer como autores para seducir  a nuestros lectores?
Multiplicar las alternativas.
¿Qué interés tiene una historia si los hechos no tienen consecuencias? Es primordial que los lectores ardan en deseos de conocer la continuación de la historia. Hacen falta por tanto poderosas alternativas para conservar su atractivo. Que conciernan al destino de un personaje o de toda una nación no tiene importancia, lo que engancha al lector es la manera en que se cuenta la historia. Cada relato debe responder a sus propios desafíos.
Ser concisos.
Existen técnicas precisas de escritura para mantener al lector a la expectativa. Una de ellas es la concisión. En efecto, las frases cortas transmiten un sentimiento de urgencia porque aceleran el ritmo de la lectura. Por lo tanto, debemos ser breves, directos y sobre todo ágiles en nuestro propósito. Por supuesto hay que dar a los lectores todas las informaciones necesarias, pero hay que acompasar la sintaxis a la tensión que se quiere transmitir. Así, más adelante se pueden retomar las frases largas para permitir a los lectores respirar y reflexionar sobre los trepidantes acontecimientos de las páginas precedentes.
Jugar con la empatía.
Un autor puede gestionar perfectamente la intensidad de su historia y sin embargo no enganchar a los lectores. Estos son ante todo sensibles a las alternativas que conciernen directamente a los personajes, empatizan con ellos y comparten su destino. Es necesario, en consecuencia, manejar este aspecto tan humano de la lectura para que los lectores se interesen por la evolución de los protagonistas y por lo tanto por el relato. Hay que crear personajes verosímiles que evolucionen al ritmo de los acontecimientos como lo hacen los seres humanos en la vida real.
Compartir las informaciones.
La intriga se construye por una parte con las informaciones que se guardan secretas, y por otra, con las informaciones que se dan al lector. ¿Cómo se gestiona esto? Hay que jugar la carta de la complicidad dando a los lectores alguna información que hasta los propios personajes ignoran. De ese modo el lector estará impaciente por saber cuándo llegará el momento en que el misterio será desvelado y por descubrir la reacción de los personajes, y tal vez, de las graves consecuencias del desenlace. Esta técnica les lleva así mismo a plantearse muchas preguntas independientemente de las alternativas propuestas.
Crear antagonistas creíbles.
Solo hay una cosa peor que un protagonista huero; un antagonista anodino. De hecho, los antagonistas son a menudo la razón de ser del relato y de la tensión inherente. Si los lectores no lo encuentran verosímil no creerán en la intriga. Aunque se desarrollen múltiples alternativas, la historia carecerá de sentido alguno. Hay que sumergirse en la sicología de los antagonistas a fin de darles una personalidad consistente. Interesarse por su pasado, por las razones de su rencor, y por lo que piensan de sus propias acciones.

(Fuente – Envie d´écrire – Barnes and Noble)     

martes, 16 de junio de 2015

De Ayuntamientos, Partidos, y Cultura.

Con la formación de los nuevos ayuntamientos han surgido a la luz pública algunos personajes que hasta ahora transitaban en el anonimato. El más destacado por los medios, y no precisamente por sus virtudes, ha sido el designado para ejercer de concejal de cultura de Madrid. Ante la avalancha de críticas por unos tuits personales de pésimo gusto, se ha visto obligado a renunciar al cargo, que no al acta de concejal. Aunque se declaren ateos, son devotos de Santa Rita, lo que se da no se quita. 
Este hecho me genera dos dudas generales:

1- ¿Cómo elaboran las listas los partidos?
2- ¿Saben los votantes a quiénes dan su voto?

Y una tercera específica:
3- ¿Le importa un comino la cultura a algún partido político?

Respuestas que se me ocurren:
1- A la vista de las circunstancias conocidas, solo puedo pensar que los méritos aportados por el personaje en cuestión para ser elegido se resumen en:
a) Una estrecha amistad con el que elabora las listas.
b) El que elabora las listas solo podía escoger entre dos o tres aspirantes (en un grupo numeroso no sería difícil encontrar a alguien más adecuado)
c) El que elabora las listas es un supino incompetente.
d) Las listas se elaboran por sorteo o jugando a los chinos.
Como no conozco las interioridades del partido en cuestión no puedo saber cuál de las respuestas es la correcta.

2- Para este punto solo tengo una respuesta; los votantes, en general, no tienen ni la menor idea de a quién están votando, salvo en todo caso, al cabeza de lista, y a este más por las promesas que regala alegremente durante la campaña que por los hechos que puede exhibir para garantizar esas promesas. El votante tiende a ser crédulo y optimista, y suele mostrarse propenso a aceptar cualquier oferta que suene bien sin preocuparse demasiado por el cómo o el quién. Aparte de esa confianza tal vez excesiva en el futuro, no dudo de la sensatez y sentido común de los electores en general, y estoy convencido (“absolutamente convencido”, diría cualquier político) de que nadie (salvo los muy sectarios) le habría dado su voto a un personaje de afirmaciones tan miserables.


3- Aquí también solo tengo una respuesta, a ningún partido político, ni nuevo ni viejo, le importa un comino la cultura. Por lo visto todos deben pensar que cualquiera sirve para gestionar, organizar, mejorar, impulsar, u optimizar la cultura de la capital de este país (España). El curriculo del designado, por lo que he leído, muestra una brillante trayectoria de profesor de unos cursos sobre guiones en una escuela de Cuba, y la realización de un corto de seis minutos. ¿De verdad no han encontrado entre 4 o 5 millones de madrileños a alguien un poco más capacitado? ¿O es que simplemente la cultura les importa un bledo y lo único que les importa es el poder? Porque eso sí, estoy convencido (absolutamente convencido) de que esta actitud es indolente y no intencionada. No quiero acordarme de aquel que decía que cuanto más inculto es un pueblo más fácil es de manipular. 

jueves, 4 de junio de 2015

Makarino

En cuanto se restablecieron los llevaron a un nuevo campo, un gran letrero en la entrada avisaba dónde estaban: Makarino.
Alambradas, torres de vigilancia, barracones de madera, perros ladrando incesantemente, centinelas de rasgos mongoles ataviados con gorros orejeros y botas valenki, no se diferenciaba mucho del anterior, podían decir que habían vuelto al mismo sitio. La temperatura rondaría los 40 bajo cero, la ventisca asaeteaba los rostros con agujas de hielo, los lobos aullaban en el nebuloso horizonte, “de nuevo en el hogar”, farfulló Ricardo sin casi mover los labios para que no penetrara en su boca el aire helado.   
Allí habían reunido a un millar de prisioneros. Seiscientos alemanes, doscientos finlandeses y otros doscientos españoles. Dos compañías de soldados se ocupaban de la vigilancia, al mando de un jefe de la NKVD, el órgano encargado de la seguridad del Estado.
Los mandaron de nuevo a sacar troncos del río, pero ahora estaba helado. Los maderos se hallaban aprisionados en el hielo y había que liberarlos rompiendo la dura capa con barras de hierro, el frío era tan intenso que el contacto con el metal quemaba las manos. La norma, 7,5 m3 transportados por hombre y día, si no se cumplía, se racionaba la ya de por sí escasa comida.
A los pocos días Ricardo empezó a sentirse mal. Había perdido más de diez kilos, estaba muy pálido y casi sin fuerzas. Daniel se esforzaba por compensar la minoración de trabajo de su amigo, pero tampoco andaba muy sobrado. Ricardo fue al botiquín para que le dieran de baja durante unos días pero la doctora, una mujer de carácter ríspido, después de un somero reconocimiento le ordenó a voces que volviera de nuevo al trabajo.

Allí tenían de brigadier a un viejo conocido, Guillén, el desertor del frente del Voljov. No solo se había convertido en su guardián, sino en el mayor propagandista de las virtudes del comunismo. En un Ricardo debilitado creyó ver una presa fácil:

Fragmento de: "El infierno de los inocentes", novela que transcurre entre la Guerra Civil española y la Segunda Guerra mundial. Disponible en Amazon en digital y papel.