Alicante – Tánger
El día era espléndido. Un
hermoso día de finales de primavera. La mar lucía apacible. Una brisa suave
aliviaba el tímido calor. Varias gaviotas bailaban en el límpido cielo. Los
pasajeros pagaban su billete e iban subiendo a bordo. Alegres confiados. El
barco parecía sólido, el capitán saludaba desde su puesto de mando. Ni muy
joven ni muy mayor, la edad idónea para un capitán, gorra de capitán, gafas de
capitán, porte de capitán, transmitía confianza. Cuando todos estuvieron acomodados
el buque inició el desatraque. En pocos minutos salió del puerto y enfiló hacia
el sur. A tres millas de la costa pareció que cambiaba el rumbo. ¿Qué pasa?
Preguntó algún pasajero. Otros se hicieron la misma pregunta. El murmullo se
extendió por la cubierta. Se hizo tan fuerte que llegó al puesto de mando. La
voz del capitán sonó por los altavoces. “Nos dirigimos a Malta”. “Pero nosotros
queremos ir a Tánger, compramos el billete para ir a Tánger, usted nos dijo que
nos llevaría a Tánger”. “He cambiado de opinión, yo sé lo que ustedes quieren,
yo sé que realmente quieren ir a Malta”.
Los pasajeros subieron al
puesto de mando, agarraron al capitán y lo lanzaron por la borda. Uno de ellos
se puso a los mandos y fueron a Tánger.
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