El padre Patrocinio
me tenía al corriente de los acontecimientos, iba todos los días a la
Comandancia y siempre traía a las reuniones noticias de última hora.
Una tarde de
finales de mayo nos dio una de la mayor trascendencia:
-Ayer cayó Martí
-dijo según entraba por la puerta con el ímpetu acostumbrado.
El doctor y su
ayudante, que acababan de sentarse, dieron un respingo.
-¿Cómo es eso?
-preguntó Anselmo, visiblemente nervioso- ¿Qué quiere decir cayó?
-Que está muerto,
difunto, cadáver. Cayó en Dos Ríos, en el transcurso de una dura batalla entre
los mambises y las fuerzas del coronel Ximénez de Sandoval.
-¿Está seguro de
la noticia? ¿No podría tratarse de un bulo?
-No hay ninguna
duda. El cadáver fue recuperado por los soldados y lo llevaron a Santiago para darle
respetuosa sepultura.
-¡Cuánto lo
siento! ¡Qué desgracia! Era un gran hombre, un hombre extraordinario,
irrepetible.
-Un hombre
responsable de esta cruenta guerra que sufrimos. Él es el máximo culpable de la
sublevación, él fundó el Partido Revolucionario Cubano, él encrespó a las masas
contra los españoles, él soliviantó los ánimos de gente sencilla que no pensaba
rebelarse.
-Padre, eso es
pensar que un solo hombre puede transformar el pensamiento de todo un pueblo.
¿No le parece más razonable creer que lo que hacen estos grandes hombres es
encauzar un sentimiento que está latente en ese pueblo, solo esperando que
alguien lo desvele y lo dirija?
-Los pueblos
piensan poco, amigo Anselmo, están a lo que caiga. Lo mismo les da una cosa que
la contraria. Se limitan a seguir a quien les prometa una vida mejor.
-Padre, no siga
por ahí.
-No me vuelva a
mezclar las churras con las merinas. Estoy hablando de la vida terrenal, de
este valle de lágrimas por el que transcurre nuestra existencia, de este huerto
feraz para los demagogos.
-Martí no es…, no
era, un demagogo. Era un patriota…
-Un traidor.
-Un amante de su
pueblo. Y por encima de todo un poeta. Llevo aquí unos versos suyos que me
llegaron hace bien pocos días. Ahora, conociendo la triste noticia, parecen premonitorios.
Con su permiso se los voy a leer:
Yo quiero salir del mundo
por la puerta natural,
en un carro de hojas verdes
a morir me han de llevar.
No me pongan en lo oscuro
a morir como un traidor,
yo soy bueno y como bueno
moriré de cara al sol.
¿No le parece
extraordinario que compusiera estas rimas hace pocas fechas? Es como si
presintiera su destino.
Fragmento de "La indiana Manuela", novela histórica que se desarrolla en Cuba a finales del siglo XIX.
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