El
23 de junio Alfonso llegó a comer eufórico, el día anterior Alemania había
invadido Rusia.
-Dani,
me han dicho los compañeros que Serrano quiere enviar un cuerpo expedicionario.
Esta no me la pierdo, ¡prepárate! Mañana hay una manifestación de apoyo a la
invasión. Vente conmigo.
Daniel
no le dijo nada a su madre. Se levantó como siempre y en vez de ir al colegio
se fue con Alfonso al centro. Cuando llegaron a la plaza de Callao ya había
varios grupos con banderas y pancartas, se iba incorporando gente nueva muy
deprisa y en poco tiempo se llenó todo el lugar. Alfonso se unió a sus
compañeros de Universidad formando un grupo muy numeroso, se habían suspendido
los exámenes y parecía que todos se habían congregado allí. Por las calles adyacentes
no cesaban de llegar pandillas de jóvenes exaltados vestidos con camisas
azules, cantando y gritando consignas contra los rojos. En una hora se había desbordado
la capacidad de la plaza y el gentío comenzó a moverse hacia Cibeles. Desde los
balcones, la gente aplaudía y vitoreaba. Daniel, apretado por todas partes, rodeado
de los amigos de su hermano, caminaba excitado y emocionado, se sentía más
hombre, como si hubiera crecido de repente, como si de un plumazo hubiera
dejado atrás la niñez, era uno más de aquel gentío entregado, entusiasmado ante
la perspectiva de alcanzar una meta largo tiempo deseada. Los gritos se
repetían una y otra vez: “Vamos a devolverles la visita”. “Nos vamos a cobrar
lo que nos deben”. “Los vamos a liquidar de una vez por todas”.
La
multitud llegó al cruce con la calle de Alcalá y se detuvo ante el edificio de
la Secretaría General. Al balcón se asomaron varias personas y en el centro de
ellas apareció la figura de Serrano Suñer. Todos le vitorearon durante unos
momentos y después quedaron en silencio esperando las palabras del dirigente.
Sin
micrófono, gritando para que se le pudiera escuchar, declamó un breve alegato:
-¡Camaradas!
No es el momento de discursos pero sí de que la Falange dicte su sentencia
condenatoria: ¡Rusia es culpable! ¡Culpable de nuestra guerra civil! ¡Culpable
de la muerte de José Antonio, nuestro fundador! ¡Culpable de la muerte de miles
de nuestros camaradas y de tantos soldados caídos en la defensa de la Patria!
¡Culpable de la desolación que ha provocado la agresión del comunismo ruso!
¡Rusia es culpable!
Al
acabar, la muchedumbre prorrumpió en sonoros aplausos y arreciaron las
demostraciones de condena: “¡Sí, Rusia es culpable!”, gritaban todos los
presentes con rabia: “¡Venganza, queremos venganza!”
Daniel
se sentía como si ya hubiera ganado la guerra. La multitud entonó el Cara al
Sol, y él se unió al coro gritando a pleno pulmón con el brazo extendido.
Al
llegar a su casa la madre les notó alterados. Preguntó que había pasado y
cuando se lo contaron, se santiguó y se fue a rezar ante la imagen de la Virgen
de la Almudena.
Tres
días más tarde, el viernes 26, Alfonso le comunicó que ya se había puesto en
marcha la recluta de voluntarios para ir al frente ruso. Con una sonrisa de
suficiencia le entregó un carné del SEU a su nombre.
-Mira
lo que te he traído, ¿qué te parece? Han limitado el alistamiento a mayores de
veinte años, pero te he fabricado un carné que dice que has nacido en el 21, tú
no te pierdes esta, hermano, te vienes conmigo. Diremos que estás un poco
canijo pero que dentro de unos días cumples los veinte. ¿Qué me dices? Para que
veas que tengo soluciones para todo. No le digas nada a mamá hasta que esté
todo hecho, ya sabes que va a estar en contra. ¡Vamos!, date prisa que tenemos
que ser de los primeros.
Fragmento de "El infierno de los inocentes"
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