Un 9 de septiembre como hoy de 1541 fue nombrada Gobernadora
de Guatemala doña Beatriz de la Cueva convirtiéndose así en la primera mujer en
ostentar un cargo tan relevante en las Indias españolas. Su esposo y anterior
gobernador don Pedro de Alvarado había muerto dos meses antes batallando contra
los indios chichimecas en Nueva Galicia, hoy Jalisco en México. Fue arrollado
por el caballo de un compañero quedando gravemente herido y muriendo a los
pocos días, el 4 de julio. Alvarado, uno de los más importantes conquistadores,
acompañó a Cortés en la conquista de Tenochtitlán y cuando este marchó
apresuradamente al encuentro de Pánfilo de Narváez que acababa de desembarcar
con un gran contingente de tropas, Alvarado quedó al mando de la plaza. Avisado
de una posible rebelión de los sacerdotes aztecas quiso adelantarse y organizó la
matanza del Templo Mayor. Aquello provocó el levantamiento de toda la población
y los españoles tuvieron que escapar en lo que pasó a la historia como la Noche
Triste. Alvarado al que los indios llamaban Tonatiuh, el sol, porque era rubio
y alto, fue de los últimos en escapar y cuentan las crónicas que atravesó uno
de los canales que habían abierto para dificultar la huida apoyando la lanza en
el fondo a modo de pértiga y dando un gran salto, el salto de Alvarado. Antes de
casar con Beatriz había desposado a la princesa tlaxcalteca Tecuelhuetxin Xicohténcatl,
más tarde conocida como doña Luisa, y después casó con doña Francisca de la
Cueva, que murió al poco de llegar a América. Francisca era la mayor de seis
hermanas y tenía otros siete hermanos, eran otros tiempos. Al morir, Alvarado volvió
a casar con una de las hermanas, Beatriz. Mujer de gran belleza llegó a las
nuevas tierras con un séquito de más de veinte jóvenes nobles que iban a casar
y a procrear.
Beatriz de la Cueva al enviudar se hacía llamar “la
sin ventura” y como si fuese una premonición murió solamente dos días después
de ser proclamada gobernadora debido a un fuerte terremoto que arrasó la ciudad
y provocó el derrumbe de la capilla donde se encontraba rezando.