Desde hace algún tiempo algunos sectores de la sociedad se
han posicionado con firmeza, y hasta con agresividad, en contra de la fiesta de
los toros. En vanguardia del movimiento antitaurino están los animalistas, sin
duda sinceramente preocupados por el sufrimiento que se causa a las bestias. Pero
a ellos se han sumado otros colectivos que sospecho que no sienten ese
desasosiego por el bienestar de los animales, sino que se mueven por
motivaciones de otra índole. Se trata de eliminar cualquier cosa que “huela” a
tradición, que tenga significación “española”, algo que represente signos
comunes entre los distintos territorios. Lo mismo sirve la bandera, que la
imagen del rey, que el himno, o, en este caso, los toros. De hecho empezaron
por eliminar del paisaje los toros de Osborne, y no creo que fuera por
motivaciones piadosas hacia los letreros. Los amigos de prohibir y separar siempre
encuentran argumentos para justificar su intransigencia.
El caso es, que tal como están las cosas, el porvenir de la
tauromaquia se presenta poco halagüeño y parece probable que vaya desapareciendo
paulatinamente. Las pasiones que levantaban las corridas en la sociedad durante
el siglo XIX y primera mitad del XX, han sido reemplazadas por las que genera el
fútbol, y no parece que la tendencia vaya a cambiar. No obstante, hay que decir
que en cuanto a aportación a la riqueza del lenguaje cotidiano, no hay color.
La afición a los toros ha impregnado el idioma que utilizamos a diario de un
modo infinitamente superior al que ha aportado el fútbol. Son pocas y pobres
las expresiones que utilizamos habitualmente que tengan su origen en la práctica
del balompié. Haciendo un esfuerzo podríamos destacar:
Le metió un gol por
la escuadra.
No le mete un gol ni
al arco iris.
Salir a por uvas.
Fulano es un crack.
Menuda cantada.
Le ha hecho un
desmarque.
Fulano despeja los balones como nadie.
Contra estas contadas locuciones
tenemos innumerables señales de la influencia de la fiesta de los toros en el habla
común. Para muestra estos botones.
Por un lado están las expresiones
que manifiestan sin ambages la referencia taurina:
A ese le gusta ver
los toros desde la barrera.
A mí no me torea
nadie.
¡Ánimo!, al toro que
es una mona.
A toro pasado,
cualquiera se hace el valiente.
¡Cuidado!, que nos coge
el toro.
Hay que coger el toro
por los cuernos.
Ponerse hecho un
toro.
Recibir una cornada.
Tener vergüenza
torera.
Temerle a alguien más
que a un miura.
Ver los toros desde
la barrera.
Saber torear un problema.
Hay otras que su origen no se
hace tan evidente:
Dar la alternativa (a
Fulano).
Dar la puntilla (a
Zutano).
Hacer un desplante (a
Perengano).
Hacer el paseíllo.
Echar un capote.
Entrar al trapo.
Escurrir el bulto.
Estar hasta la
bandera (un recinto).
Dar una espantada, o
la espantá.
Hacer una buena
faena.
¡Música, maestro!
Ponerse el mundo por
montera.
Quedar para el
arrastre.
Recibir un revolcón.
Rematar la faena.
Saber torear (un
problema).
Ser (algo) de bandera.
Otras, que a lo mejor agradecen
una explicación:
A las primeras de
cambio.
Hace referencia a los momentos
inmediatamente posteriores al cambio del capote de paseo por el de brega.
Atarse bien los
machos.
Los machos son las cintas que
sirven para ajustar la taleguilla, el pantalón de los toreros. Hay que
apretarlos bien para no tener un disgusto durante la lidia. Hace referencia a
prepararse a conciencia para enfrentar una situación complicada.
Cambiar de tercio.
Tercios, partes en que se divide
la lidia. Cambiar de conversación o de acción.
Cargar la suerte.
Colocarse bien al dar un pase y
mandar en el toro. Hace referencia a cuando alguien fuerza la situación para
imponerse a otro.
Cortarse la coleta.
Cuando se retiraba un torero se
cortaba la coleta en público, primero de verdad y después simbólicamente. Se
dice cuando alguien se retira de alguna actividad.
Crecerse en el
castigo.
El toro bravo, de buen trapío,
al sentir dolor acomete con más fiereza. Hace referencia a los que no se
arredran ante las dificultades.
Dar el quiebro.
Quebrar la embestida es evitar
el golpe de los pitones con un movimiento ágil, sobre todo en la suerte de
banderillas. Esta expresión la ha heredado el fútbol.
Dar largas.
Una larga cambiada es un lance
en que el torero mueve la capa con amplitud para darle salida al toro
esquivando la embestida. Se usa para expresar que damos excusas para evitar
hacer algo que no deseamos.
Estar de capa caída.
Cuando el torero sostiene la
capa con los brazos caídos no está en actitud de enfrentarse al toro. Se hace
extensivo a cuando alguien está desanimado o indolente, sin ganas de encarar
los problemas.
Estar en capilla.
Justo antes de saltar a la
plaza, los toreros pasan por la capilla a rezar. Se refiere a cuando alguien se
encuentra en un momento inmediato a un hecho importante.
Estos (o
aquellos) son de aúpa.
Los de aúpa eran los picadores, por ir encima de los caballos. Se les
solía criticar por excederse en su cometido de castigar a los toros con los
puyazos. De ahí ha quedado como expresión de ser “de cuidado, de mala
condición, violento, desagradable”, según el DRAE.
Pasarse de castaño
oscuro.
Se tenía por cierto que el toro
de pelaje castaño era siempre de gran bravura y exigía lo mejor del torero. Si se pasaba, si su color era aún más
oscuro, se suponía que podía ser muy problemático para el diestro.
En fin, son innumerables las
expresiones que utilizamos en nuestras conversaciones diarias:
Dar un puyazo.
En corto y por
derecho.
Estar al quite.
Hasta la bola (del
estoque).
Ir de farol (tipo
de pase por alto).
La hora de la verdad.
La suerte suprema.
No hay quinto malo.
Parar los pies.
Pinchar en hueso.
Primeros espadas.
Salir por la puerta
grande.
Ser una figura.
Ser un espontáneo.
Si el tiempo no lo impide.
Hay, por último, las expresiones
que hacen referencia concreta a algún torero.
A esta reunión no ha
venido ni el Tato.
Antonio Sánchez, “el Tato”,
torero sevillano, 1831-1895. Cuentan que en su época de mayor gloria estaba en
todos los carteles, no se perdía una corrida, de ahí la expresión, si no estaba
“el Tato” era como si no hubiera nadie. El 7 de junio de 1869, al entrar a
matar, el toro “Peregrino” le corneó en la pierna, se gangrenó la herida y hubo
que amputarla. Según las crónicas no permitió que se le anestesiara y soportó
la amputación en vivo y fumándose un puro. Da una idea de la pasión que
levantaban en aquella época los toreros que la pierna cortada estuvo expuesta
durante años, conservada en alcohol, en el escaparate de una botica madrileña.
Quedar como Cagancho
en Almagro.
Joaquín Rodríguez Ortega, “Cagancho”,
torero sevillano y gitano,1903-1984. Alternó faenas geniales con alguna tarde
nefasta. El 27 de agosto de 1928, en Almagro, en el sexto de la tarde, después
de pinchar al toro por todo su cuerpo innumerables veces, le sonaron los tres
avisos para devolverlo al corral mientras intentaba matarlo sin salir de la
barrera. El torero abandonó la plaza escoltado por la Guardia Civil y hasta
tuvo que intervenir un destacamento de Caballería del Ejército para apaciguar
la indignación del público. Su actitud provocó una de las mayores broncas que
se recuerdan.
Tener más valor que
el Guerra.
Rafael Guerra Bejarano, “Guerrita”
o “el Guerra”, torero cordobés, 1862-1941. Uno de los grandes de la historia
del toreo. Autor de la famosa anécdota con Ortega y Gasset. Cuando le
presentaron al hombre de letras le preguntó que a qué se dedicaba y al
responder este que era filósofo, el diestro, estupefacto, exclamó: “¡Hay gente
pa tó!”.
Hacer el Tancredo.
O hacer de Don Tancredo. Lance
taurino que consistía en esperar la salida del toro en mitad del ruedo subido
en un pedestal y no mover ni un músculo para no despertar su atención.
Generalmente el actuante iba vestido de forma estrafalaria y totalmente pintado
de blanco. A pesar de su inmovilismo los Tancredos sufrieron numerosas cogidas.
Esta expresión la ha heredado el fútbol para cuando el portero encaja un gol
por quedarse quieto.
A toda esta cantidad de
expresiones de origen taurino habría que añadir otras muchas que olvido. La
profusión de términos da una idea de la enorme importancia social de la
fiesta de los toros.