viernes, 7 de junio de 2013

¡Buen Camino!


¡Buen Camino!


 

Llegar a Santiago de Compostela después de recorrer centenares de kilómetros, caminando durante muchos días seguidos, es uno de los mayores gozos que puede experimentar el ser humano.

Alcanzar la catedral es la culminación de un objetivo conquistado a base de un esfuerzo sostenido, de un festivo sacrificio constante, de una tenacidad y determinación mantenidas durante muchas jornadas.

La alegría que experimenta el ánimo al constatar que hemos logrado el fin que nos propusimos estalla en un abanico de felicidad que se amalgama con las venerables piedras del templo. El alma se funde con las de los millones de peregrinos que a lo largo de los siglos nos precedieron por el camino de la búsqueda y purificación de nuestro yo intangible. Sentimos la inmensa emoción de haber llegado a un lugar santo, de haber culminado un viaje existencial.

Al contemplar el enérgico balanceo del botafumeiro, llenando de suaves aromas las naves de la catedral, se olvidan de un plumazo todos los afanes pasados, nos sentimos ligeros como nunca antes, y sentimos que podríamos volar al compás del majestuoso incensario.      

Todo el mundo debería hacer el Camino al menos una vez en la vida.
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