lunes, 11 de diciembre de 2017

Palabros

Decididamente el ejercicio de la política resulta cada día más complicado. No es de extrañar que solo las mentes más brillantes puedan dedicarse a esos duros menesteres. Pero incluso para los simples espectadores van surgiendo nuevas dificultades. Cuando, después de ímprobos esfuerzos, habíamos conseguido pronunciar multinacionalidad, nos vienen, sin tiempo para reponernos, con la unilateralidad. ¡Por favor! Un poco de tregua. Algunas cosas necesitan un tiempo para asimilarlas. Y no digamos para los propios políticos, sí, ya sé que son seres especiales, pero humanos al fin y al cabo, no se les puede exigir tanto. Ahí tienen por ejemplo a la señora Rovira, musa de ERC. Sin duda dama dotada de enormes conocimientos de todo tipo pero que por alguna razón tiene severas dificultades para expresarse en castellano. Parece que su propio partido le ha recomendado que se escabulla de los debates entre candidatos, siempre que se realicen en el idioma del gobierno central. Es natural, ¿cómo va a repetir unilateralidad varias veces en un espacio corto de tiempo? Ya son ganas de fastidiar. Si, a pesar de todo, no pudiera evitar la asistencia a alguno de esos debates tan ilustrativos, le recomendaría prepararse realizando algunos ejercicios fonéticos. Cada mañana, recién levantada y frente al espejo, deberá repetir: “El país está unilateralizado, el desunilateralizador que lo desunilateralizare, buen desunilateralizador será”. Estoy hablando solo de pronunciar los palabros correctamente y sin titubeos, otra cosa es lo que signifiquen, si es que significan algo. Pero eso tiene un interés relativo. ¿A quién le importa?
Cuanto más largo sea el palabro, más versado parece el que lo pronuncia y más pasmo produce en el que escucha. Así, resulta conveniente introducir en el discurso, por ejemplo, multiculturalismo o heteropatriarcado, aunque no vengan a cuento.
A veces resulta complicado resumir la expresión en un solo palabro y no hay más remedio que fragmentarlo, como por ejemplo, el hecho diferencial. Bonita expresión donde las haya, que aunque vaya separada en dos vocablos, ambos son indisolubles, porque cada uno por sí solo pierde el sentido para el que se creó; a saber, señalar las incuestionables diferencias entre individuos por el simple hecho de vivir en un sitio u otro, aunque se hallen separados por unos cientos de metros. Algo realmente sorprendente.

En definitiva, lo importante es introducir en el debate nuevos conceptos que enriquezcan la comunicación y contribuyan a superar las dificultades de entendimiento derivadas de los genuinos hechos diferenciales. Se trata, sobre todo, de poner encima de la mesa las líneas rojas que, en un escenario de diálogo de progreso y cumpliendo el mandato de la ciudadanía, consigan abrir espacios de convivencia para articular un debate de progreso en este país, porque siendo más lo que nos une que los que nos separa, podamos encontrar las herramientas para una confluencia de progreso, y por ello se hace más necesario que nunca mover ficha para explorar otras vías alternativas de progreso. Creo que ha quedado claro.  

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