miércoles, 29 de noviembre de 2017

La parábola (real) de la montaña.

La Guardia Civil ha presentado el balance de su actividad en montaña del año 2017, y nos hemos enterado de que hasta ese momento llevaba rescatadas a 554 personas que se encontraron en dificultades al no poder superar por sí mismas la aventura que habían emprendido. Entre ellos no deja de sorprender el caso de dos jóvenes independentistas que se vieron obligados a reclamar el auxilio de los GREIM (Grupos de Rescate Especial de Intervención en Montaña). Ocurrió en el pasado mes de junio, los dos intrépidos aventureros decidieron, en un acto de valor sin parangón, que debían colocar una estelada en lo más alto del Pico del Alba, en la provincia de Huesca. Sin duda es una acción de gran heroísmo entrar en territorio enemigo y colocar una bandera en la cima de una montaña. Una gesta de esa dimensión tiene forzosamente que añadir nuevos acólitos a la causa. Pero hete aquí que a los valientes alpinistas les debieron faltar las fuerzas y quedaron atrapados antes de coronar la cima. La familia, ante la falta de noticias, no tuvo más remedio que pedir ayuda a la Guardia Civil, nada menos. A ese mismo odioso cuerpo que han estado reprobando, insultando, expulsando de los hoteles, montando caceroladas para evitar que descansaran, acosando a sus niños en los colegios, y demás hostigamientos que todos conocemos. Me imagino el sufrimiento de las familias, si también son independentistas, al tener que superar el difícil trance de demandar ayuda al enemigo. Y supongo que los heridos aceptarían el auxilio que les llegaba con mohín desdeñoso y “por imperativo legal”, igual que acatan otras cosas. El caso es que debido a la demora en dar aviso, la oscuridad se les echó encima y los dos jóvenes debieron pasar la noche en la montaña, porque hasta el amanecer no pudo operar el helicóptero de salvamento. Pudieron soportar las bajas temperaturas de las cumbres gracias a la bandera que llevaban, que les sirvió para abrigarse del frío. Esa creo que es la moraleja de la historia. Una bandera siempre es una bandera, por mucho que la vituperen algunos infames que llegan a calificarla de trapo. He ahí la prueba de que una bandera puede salvarte la vida. 

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