jueves, 12 de octubre de 2017

El hedor de la política.

El grave problema que han generado los independentistas del noreste de España no es en esencia político, es fundamentalmente estético. Y se resolverá por la simple aplicación del buen gusto. No hay más que ver a los líderes y lideresas que se han situado al frente del prusés para comprender que el movimiento no tiene ningún futuro. Es imposible que un pueblo tan instruido, culto y elegante como el catalán, se deje guiar por esa turba de paletos provincianos que hacen daño a la vista de cualquier espíritu medianamente sensible. Duele verlos entrar en un lugar tan venerable como un Parlamento, templo de representación de todo el pueblo, con esos andares chabacanos y ese aspecto de hidrófobos y jabonófobos. ¿Es que los espléndidos sueldos que se autoasignan no les alcanzan para una simple pastilla de jabón? Si obligan a los ujieres a ir de punta en blanco, ¿por qué los diputados y diputadas van como si se acabaran de levantar de la cama después de haber dormido con la ropa puesta? Una nueva nación necesita personajes eminentes, dotados de fuerte personalidad y especial carisma. Gente que consiga que las generaciones posteriores se sientan orgullosas de los padres fundadores. ¿Alguien puede imaginarse Montserrat con las caras esculpidas de Puigdemont, Junqueras y la señora de la CUP? La montaña entera se vendría abajo avergonzada. 
Un pueblo que ha regalado a la humanidad delicatessen como la butifarra o el pa amb tumaca, y que ha engendrado personalidades de la talla y sensibilidad de Gaudí, Rusiñol, Dalí, Peret o Guardiola, no puede dejarse embaucar por personajes tan zafios, garrulos, lerdos y churrientos como los que manejan el llamado prusés. Empezando por el Molt Honorable con ese casco capilar propio de los años sesenta del siglo pasado. ¿Qué futuro le aguardaría a la nueva república en manos de un personaje tan esperpéntico? ¿Y qué decir del vicepresidente? Nunca lleva corbata, quizás porque las dimensiones del gollete no le permiten abrocharse el último botón de la camisa. ¡Home, Oriol! Cómprate una camisa más grande, pero a un acto tan solemne como la declaración de independencia hay que ir un poco aseado. Teniendo en cuenta que tiene aspecto de cura de aldea, me gustaría saber qué piensa de su comportamiento la madre superiora, guía y faro del independentismo, señora de acreditada elegancia y muy viajada; sobre todo a Andorra y Suiza. ¿Y qué pensará esa augusta dama de las ninfas de la CUP? Aunque ahora aparenten ir de la mano, es muy posible que cambiase de acera si viera venir de frente a alguna de esas náyades enflequilladas.    
Por no hablar ya de personajes secundarios como Tardá o Rufián, capaces de hacer llorar a tiernos infantes o espantar a candorosas viejecitas con su aspecto feroz y sus constantes exabruptos y procacidades.
Me pregunto si la gente vota sin saber a quién vota, o sin mirar a quién vota, porque no entiendo que un pueblo moderno, culto y educado, elija a personajes de ese jaez como sus representantes. Quizás si se pudiera oler a los candidatos y candidatas, el voto sería distinto en ocasiones. El olfato es un sentido potente que nos hace rechazar aquello que hiede, y en la política hay mucho hedor. Cada vez más.

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