viernes, 24 de febrero de 2017

El grito de Baire.

El sacerdote llegó a última a hora de la tarde y, como de costumbre, entró en la casa como una exhalación. Se podría decir, que venía aún más excitado de lo habitual. Sin dar tiempo a que nadie le explicase por qué le habían llamado se lanzó a exponer atropelladamente las noticias que traía. Mientras lo conducía a la biblioteca, él no paraba de hablar con gran excitación:
-Vengo de la Comandancia, he pasado allí la mayor parte del día, no te puedes imaginar el barullo que hay montado. Esta mañana se ha recibido un cable de la zona oriental avisando de que varias partidas de rebeldes se han levantado en armas en algunas localidades cercanas a Santiago y han declarado la independencia. Las noticias son todavía confusas pero parece que uno de los principales instigadores es un propietario de una localidad llamada Baire que ha liberado a todos sus esclavos y después de atacar un puesto militar se ha refugiado en la sierra. En Comandancia han tomado la información con la mayor de las preocupaciones pues parece que no es un hecho aislado, sino que se está extendiendo rápidamente por muchas localidades orientales. Las tropas están haciendo redadas por La Habana deteniendo a todos los fichados como simpatizantes de la rebelión. Están convencidos de que aquí controlaran la situación pero en oriente no está tan claro. Un coronel de Estado Mayor me ha asegurado que el líder principal es José Martí, pero están los mismos de la anterior guerra, con Maceo y Máximo Gómez a la cabeza. ¿Qué te parece, Manolita? ¿Estaba yo en lo cierto, o no?
-Cálmese padre, aquí tenemos problemas más urgentes -le dije mientras accedíamos al salón donde estaban Gedeón y el doctor.
-¿Más que esto? Buenas tardes, señores. ¿Qué puede haber más preocupante que otra guerra? Dime, hija mía, ¿de qué se trata?   
-A Gedeón lo han retado a un duelo.
-¿Un duelo? ¿Pero qué guanajada es esa? ¿Se ha iniciado una guerra y andan ustedes enredando con duelos? ¿Quién es el retador?
-Es un oficial del ejército.
-¿Un oficial? ¿Y qué hace un oficial enzarzado en duelos en estos momentos tan trascendentes para la Patria? Debería estar combatiendo y no complicado en rencillas privadas. El ejército ha suspendido todos los permisos, las tropas tienen órdenes de permanecer acuarteladas. Ningún elemento puede estar a su libre albedrío. Díganme su nombre que me encargaré de que lo arresten.
-Se lo prohíbo, padre -dijo Gedeón-, no antes de que cumplamos con el lance.
-Pero hombre, Gedeón, usted es un hombre sensato, deje esas locuras para los más jóvenes.
-El honor no tiene edad, padre.
-¡Ah!, ¡el honor!, ¡el honor! Es un sentimiento noble, sí. ¿Pero no puede quedar reparado de otro modo menos peligroso?
-Si no hay peligro no hay desagravio.
-Y usted doctor, ¿también está metido en esto?
-No he tenido otro remedio, me han nombrado padrino.
-¿Usted que hizo un juramento para salvar la vida de sus semejantes anda metido en un asunto donde la pueden perder?

-Ya sabe padre que los asuntos de honor son ajenos a los que conciernen al cuerpo, como dijo el poeta, el honor es patrimonio del alma. Poco podemos hacer al respecto los facultativos. He procurado, no obstante, minimizar las consecuencias. He acordado con el otro padrino que será a primera sangre, hay muchas posibilidades de que todo quede zanjado con una ligera herida.

Fragmento de "La indiana Manuela", novela que se desarrolla a finales del siglo XIX en la isla de Cuba. Disponible en Amazon en digital y papel.



La indiana Manuela de [Molinos, Luis]

No hay comentarios:

Publicar un comentario