martes, 17 de enero de 2017

Llega el Maine.

Hacía poco más de un mes que Gustavo había cumplido doce años y pensé que ya tenía edad para conocer su historia y entender las circunstancias que me habían hecho ocultársela hasta entonces. La fallida visita de Mauricio me aconsejaba no demorar más la conversación si no quería que el niño acabase enterándose por otro conducto, lo que resultaría mucho más traumático. Pero aunque tenía tomada la decisión no acababa de encontrar el momento idóneo para transmitírsela.
Mientras tanto la vida se aceleraba afuera. Como anticipó el general del Estado Mayor, el cónsul Lee aprovechó el altercado de los periódicos para exigir a su gobierno una intervención más comprometida. El diplomático era sobrino del famoso general sudista de la Guerra de Secesión, y tan beligerante como su tío. Alegó que la situación se había vuelto tan inestable que las autoridades no eran capaces de garantizar la seguridad de los súbditos americanos y de sus intereses, y que se hacía necesaria la presencia de al menos algún barco de su armada. 
A raíz del suceso, el presidente McKinley se apresuró en declarar fracasada la autonomía. No se le podía acusar de premioso, esa declaración la hizo a los ¡once días! de su implantación. A la solicitud de Lee respondió situando en los cayos de las Tortugas, a cuatro horas de navegación a Cuba, una armada compuesta por 4 acorazados, 6 cruceros y 5 torpederos. Al mismo tiempo anunció el envío a La Habana del acorazado “Maine”, en visita de “cortesía”.
Tomasita estaba colgando ropa en la terraza y lo vio atravesar la bocana. Corrió a avisarme:
-¡Doña Manuela! -dijo a gritos muy excitada-. Está entrando en el puerto un barco de guerra muy grande, lleva desplegada la bandera de los Estados Unidos del norte, es un buque enorme, ¡llenito de cañones!
Subimos a verlo en el momento en que lanzaba las salvas de saludo reglamentarias. Lentamente se fue acostando al muelle para colocarse a escasos metros del Alfonso XII, buque insignia de la armada española, que ya llevaba tiempo amarrado.
Enseguida se propagó la noticia por la ciudad y empezó a bajar gente hacia el puerto para contemplarlo de cerca.
-¡Ay! Doña Manolita, ¿esto es bueno o malo?

-Nada que lleve cañones puede ser bueno, Tomasita.

Fragmento de " La indiana Manuela", novela que se desarrolla en la isla de Cuba en las postrimerías del siglo XIX, cuando España perdió las últimas colonias. 

Disponible en Amazon, en formato digital y en papel.

La indiana Manuela de [Molinos, Luis]


No hay comentarios:

Publicar un comentario