sábado, 12 de diciembre de 2015

La leyenda del castillo de Santa Bárbara.


Cuenta la leyenda que en tiempos de dominio islamita, el señor del castillo tenía una hija de celestial belleza que se llamaba Cántara. La seráfica joven se enamoró de un apuesto y varonil mancebo de nombre Alí, pero el padre, más preocupado por los feluses que por los ardorosos sentimientos de su hija, ignoró su apasionado ardor y la dio en matrimonio a un gañán tan rico como feo. La moza, sintiendo que la cerrazón paterna le impediría disfrutar de la ansiada coyunda con su amor verdadero, decidió que esa vida de privación no valía la pena y se lanzó de cabeza por el acantilado. El bueno de Alí reaccionó como lo hubiera hecho cualquier amante enardecido por el fuego de la pasión y se abalanzó al precipicio tras ella. El trágico destino de los dos enamorados fue el origen del nombre de la ciudad, Alí-Cántara.
El egoísta y avaricioso progenitor, no pudo soportar el remordimiento que le producía su mezquindad y se arrojó a su vez al abismo. Los hados quisieron castigarle a perpetuidad y lo dejaron prisionero de las rocas. Es su rostro el que destaca en la pétrea pendiente. Desde su altura está condenado por los siglos de los siglos a contemplar a los enamorados de Alicante pasear su amor por la Explanada y el Postiguet.   

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