lunes, 14 de septiembre de 2015

La perla de al Ándalus

Tomás le hizo un gesto al visitante indicándole que estaba listo, mientras se echaba sobre los hombros un albornoz oscuro de espesa lana y se cubría la cabeza con la capucha. El otro hombre hizo lo mismo y juntos salieron a la callejuela.
El aire frío de la sierra entrando con ímpetu entre los muros de las casas se abalanzó sobre los hombres y les incitó a acelerar el paso. Ali Ibn Mahouda respiraba con dificultad y caminaba con la boca abierta expeliendo a cada paso un globo vaporoso que quedaba flotando durante unos instantes a sus espaldas. Con amplia y rápida zancada recorrieron varias calles semidesiertas hasta desembocar en la pequeña plaza donde se ubicaba el palacete.
Una sonrisa asomó al rostro de Tomás al pensar en la cara que iba a poner su amigo Ahmed Ibn Amir cuando le contara que había estado en la casa de su idolatrada princesa. ¡Lo que habría dado por estar en su lugar! No podría ni imaginar que él, sin proponérselo y sin hacer el menor esfuerzo iba a tener la oportunidad de entrar en la casa mucho antes que Ahmed, a pesar de las argucias y las cavilaciones de éste para conseguir tal propósito.
El servidor se detuvo jadeando ante el grueso portalón pintado de azul y agarrando la aldaba la hizo chocar con fuerza tres veces contra la contera. Luego quedó apoyado en ella intentando recuperar el resuello.
Tardó poco en oírse el chirrido que producía el cerrojo al deslizarse sobre sus abrazaderas y a continuación se abrió una de las hojas de la puerta.
-¡Vamos! -dijo el hombre atravesando el umbral.
Tomás le siguió obediente para acceder a un amplio y bien cuidado patio repleto de árboles frutales dividido en dos mitades por un pasillo de suelo de piedra que llevaba hasta el edificio principal. A ambos lados se distribuían simétricamente naranjos y limoneros y entre ellos pudo contar hasta ocho fuentes, cuatro a la derecha y otras cuatro a la izquierda, de las que surgían delgados chorros de agua que con su sonido al impactar con la piedra contribuían a aumentar la sensación de frío. Intentó imaginar Tomás cuanto más hermoso estaría el recinto cuando llegase le estación cálida y todos los parterres se llenasen de flores.
Pasaron bajo el arco de herradura de la entrada para acceder a una amplia estancia de suelo de mármol y paredes adornadas con ricos mosaicos de cerámicas de brillantes colores. En el muro frontal una espléndida ataujía le indicaba a los visitantes que estaban entrando en el palacio de una persona preeminente. Toda la estancia se hallaba rodeada por unos pequeños bancos de cuero con los respaldos de guadamecí, que se apoyaban contra unos espaldares de taraceas. El servidor le indicó que se sentara en uno de ellos y esperase mientras él iba a comunicar a la señora su presencia en la casa, desapareciendo tras unas grandes cortinas adamascadas. Desde el cercano alminar de la gran mezquita le llegó poderosa la voz del almuecín llamando a la oración del mediodía.

Fragmento de "La perla de al Ándalus" novela histórica que se desarrolla en al Ándalus entre 1009 y 1013.
 
LA PERLA DE AL ÁNDALUS de [Molinos, Luis]

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