El cambio de gobierno en muchos ayuntamientos, ha
resucitado, como era presumible (o más bien diría que irremediable), la
recurrente cuestión de los cambios de nombres a las calles. Como si fuera lo
más urgente que tienen que hacer los nuevos consistorios, como si se tratase de
la principal preocupación de los vecinos, como si no hubiera otros asuntos más
acuciantes, los recién investidos de autoridad municipal se abalanzan sobre las
placas de las calles con la avidez del cazador tras la presa. Blandiendo la Ley
de Memoria Histórica como don Quijote blandía su lanza, se arrojan sobre los
rótulos callejeros con el mismo ardor con que el hidalgo caballero arremetía
contra los molinos. Se trata de descubrir cualquier nombre con reminiscencias
franquistas. Como ya van quedando muy pocos, la tarea a veces se torna
complicada y toma visos bufonescos. Hace unos pocos años, en Alicante, hubo
quien propuso cambiar el nombre de las calles Portugal, Italia y Alemania. El
argumento era que esas tres naciones amigas, en un momento de la historia, tal
vez cuando se le dio nombre a las respectivas vías, tenían unos regímenes
dictatoriales que simpatizaban con el franquismo. Al cabo de 50 o 60 años,
pensar que el nombre no representa lo nombrado, sino que detrás se esconde un
perverso motivo de quien lo nombró, resulta cuando menos una reflexión
retorcida. Se trata de censurar, varias décadas más tarde, las hipotéticas
intenciones de un muerto. Debo confesar que viví varios años en la calle
Portugal y jamás se me ocurrió relacionar su nombre con hechos pasados hasta
que estos perspicaces investigadores me abrieron la mente a nuevos horizontes. Más
rocambolesca si cabe, era la petición de cambiar el nombre a la Plaza de los
Luceros, la más emblemática de la ciudad, la que acoge todas las
manifestaciones importantes y desde la que se lanzan las mascletás en las fiestas de Hogueras. Aquí la argumentación era que
el “Cara al sol”, tiene una estrofa que dice: “Formaré junto a mis compañeros,
que hacen guardia sobre los luceros”. No sé si el origen del nombre tiene algo
que ver con los versos, pero dudo mucho que las decenas de miles de alicantinos
menores de 50 años que pasan por allí conozcan la letra del himno ni se les
pase por la imaginación relacionarlo con la plaza, a no ser que venga alguien
que, con el deseo de cambiarlo, les explique detalladamente el motivo. Ahora,
con la llegada de nuevas personas al consistorio, ya se ha empezado a remover de
nuevo la cacería de la placa sospechosa.
En Madrid, el nuevo ayuntamiento también se ha lanzado a
poner los nombres en su sitio. Leo que plantean, entre otros, cambiar el nombre
a la calle Santiago Bernabéu o a la plaza de Salvador Dalí. Como ya escasean
los generales y capitanes, se hace necesario abrir el abanico para encontrar
nuevos elementos en los que demostrar la eficacia del consistorio. Un
historiador respaldado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica, argumenta que ambos eran simpatizantes del antiguo régimen, e
incluso que el pintor fue recibido en el Pardo y recibió la Gran Cruz de Isabel
Católica. El que sea uno de los pintores más destacados del siglo XX es lo de
menos. Manolete, por razones similares, también está en el punto de mira de
estos perseguidores de evocaciones sospechosas. Es necesario investigar en
profundidad, nunca se sabe qué perversas intenciones se pueden esconder detrás
de cualquier nombre de inocente apariencia.
Barrunto que en esta particular obsesión no solo hay, aun
habiéndola, una mera motivación ideológica. Debe ser muy duro verse de repente
ostentando un cargo para el que no se está capacitado. Una vez pasado el primer
momento de euforia empezarán a llegarle al desorientado o desorientada edil de
turno, los problemas cotidianos que rápidamente se irán amontonando sobre su
mesa, incapaz de resolverlos con prontitud y eficacia. La constatación de la
propia ineptitud es muy dañina para la autoestima y puede llegar a crear una
profunda depresión. El mejor modo de superarla es dedicar el tiempo a hacer
algo para lo que sí se está capacitado, algo sencillo, fácil de ejecutar, como
por ejemplo ocuparse de los nombres de las calles. Enfrascados con inusitado
ardor en esos temas fundamentales para el bienestar de los ciudadanos, los
nuevos regidores se sentirán realizados, valiosos, y ampliamente merecedores de
los sueldos que se han asignado. Los demás asuntos pueden esperar.
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