domingo, 1 de marzo de 2015

El Ebro se desborda.

El Ebro se desborda. Otra vez.
En 2004, por una nefasta conjunción astral (no encuentro otra explicación para comprender tamaña desgracia), llegó al poder alguien que jamás debería haber llegado. Una de sus primeras decisiones nocivas, de las muchas que perpetró a lo largo de su aciago mandato, fue derogar el Plan Hidrológico Nacional que se había aprobado por mayoría unos meses antes. La obra contaba con la financiación necesaria, proveniente de la Unión Europea, y ya se estaba iniciando su ejecución. Se expusieron muchas razones para su anulación, una de las más repetidas fue que el río no tenía caudal suficiente para derivar una cantidad, por pequeña que fuese, a las tierras del sur, tan asiduamente necesitadas de irrigación. Desde entonces acá, como ya había sucedido innumerables veces a lo largo de la historia, y como seguirá sucediendo, las crecidas anuales han sido constantes, sobrepasando el cauce normal e inundando los terrenos adyacentes. La de este año es particularmente intensa, pero en menor o mayor medida es raro el año en que el río no se desborda. Si se hubiera ejecutado el trasvase, mucha de esa agua que daña haciendas y acaba vertiendo al mar, se aprovecharía para llenar embalses con los que aliviar durante muchos meses la sequía de otra tierras necesitadas, y en alguna medida, al evacuar el cauce con mayor rapidez, serviría para suavizar los destrozos que la crecida provoca. Agua que ahora provoca daños se aprovecharía para crear riqueza.
Las verdaderas razones de la derogación se sospecha que no fueron técnicas sino políticas. El trasvase vertebraba regiones y hermanaba tierras que algunos quieren separar, y eso provocaba sarpullidos en los que disfrutan levantando barreras artificiales. Una obra útil, racional, lógica y beneficiosa, se fue al garete cuando estaba a punto de iniciarse y este gobierno tampoco ha demostrado el menor interés por recuperarla. Por motivaciones políticas o simplemente por estupidez. O por ambas cosas a la vez, porque los motivos políticos y la estupidez suelen ir de la mano en muchas ocasiones.     

En su momento se organizaron manifestaciones multitudinarias en las que se gritaba: “No al trasvase, el río es nuestro”. No me quiero acordar pero me acuerdo. Las imágenes que estos días nos muestran los estragos que producen las aguas desbordadas y las evacuaciones forzosas de la población mueven a solidarizarse con los damnificados. Una solidaridad que echamos muy en falta hace unos años con los también afectados por las recurrentes sequías que se producen en el sureste de España. 

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