viernes, 21 de febrero de 2014


La pregunta le sonó impertinente. ¿Qué le importaba a aquel viejo andrajoso lo que estaba haciendo allí? Pensó inventarse cualquier historia. Estaba haciendo turismo, conociendo el país, recorriendo las playas, buscando lugares para fotografiar, investigando los sitios donde hubiera buena pesca, estudiando las aves marinas, mil cosas. Cualquier historia le iba a parecer bien a aquel vejestorio medio cegato. ¿Cómo le iba a contar el motivo que le había llevado hasta allí?

- Verás, esta torre la he estado viendo en sueños durante muchos meses –se sorprendió al oír sus propias palabras y al mismo tiempo lo encontró divertido, decidió contarle todo, total, el viejo no se iba a enterar-. Llevo meses soñando cada noche con esta playa, exactamente con esta misma playa que nunca antes había pisado. Lo creas o no, lo cierto es que llevo viendo este lugar, mientras duermo, desde hace mucho tiempo. Cada noche se me reproduce la visión de esta ensenada, y como jamás había estado aquí, pensaba que no existía. Hace un par de días, paseando por Madrid, vi por casualidad un póster de propaganda que reproducía exactamente el paisaje de mis sueños y puedes imaginarte mi asombro al descubrir que este lugar era real. Intenté averiguar dónde se hallaba y tuve suerte porque tropecé con un hombre que era de la zona, un paisano tuyo, a lo mejor hasta lo conoces, trabaja en la Embajada de Marruecos en Madrid, no me dijo su nombre pero me contó que se había bañado muchas veces en estas aguas. Es un tipo de expresión fosca pero amable en el fondo. Me indicó con exactitud cómo llegar hasta aquí. Me monté en la moto y me vine derecho, he llegado muy bien, sin problemas. Quería estar en el lugar de mis sueños. De mis sueños… Nunca se habrá dicho esa frase con mayor juicio.

El hombre había escuchado la larga parrafada con atención, como si se estuviera enterando. Se pasó la mano por la cara, miró a su alrededor y dijo:

- Esta torre más vieja, más. ¡Antigua!

- Eso parece, sí, estas atalayas de vigilancia se construían para proteger el territorio de los invasores y de los piratas. Supongo que será de la Edad Media.

- ¿Media?, no, más vieja, más. Esta torre guarda secreto.

Santiago lo miró con gesto de extrañeza. “Ven”, dijo el viejo y lo llevó hasta el otro extremo del recinto. Le mostró una oquedad en la pared del muro en la que podría esconderse una persona agachada. Le explicó que la había descubierto él gracias a una de sus cabras, “¡ésta!”, y le señaló concretamente a la responsable. El animal había estado comiendo yerbas alrededor de una piedra que desplazó con la testuz. Al ver que se podía mover, él la extrajo totalmente y descubrió que detrás estaba hueco. Era una alacena que guardaba unas armas, utensilios de cocina, herramientas, y tres libros grandes, “¡antiguos!”. Le contó el hallazgo a un primo suyo que vive en Tánger, un hombre muy sabio, un ulema, El Hach Sidi Amselam, hijo de una prima. Vino enseguida a verlo, se entusiasmó con el descubrimiento, y le dio un buen dinero por el lote. Lo que más le gustó fueron los libros. Los estuvo hojeando delante de él y dijo que uno de ellos estaba escrito por un prisionero que había estado recluido en el torreón hacía muchos años. Un hombre que había venido de España, de un pueblo llamado Denia.

Fragmento de "El salto del caballo verde", novela que transita entre 1609, año de la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia, y la actualidad.
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El salto del caballo verde

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