miércoles, 26 de febrero de 2014

Artículo en el Boletín Mensual de Amazon.


Su voz

Luis Molinos, autor de KDP

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Luis Molinos, autor del libro La frontera de los dioses, comparte sus experiencias con Kindle Direct Publishing.

"Mi afición a la literatura comenzó muy pronto, cuando era todavía un niño. Primero me aficioné a la lectura y en seguida tuve la ilusión de emular a aquellos que escribían libros tan fascinantes. Comencé escribiendo poemas y relatos cortos, pero nunca me atreví con una novela, me parecía una montaña imposible de escalar. Después hice una carrera técnica y desarrollé mi vida profesional en un entorno que me exigía el máximo esfuerzo y dejaba poco espacio para la literatura. Mi afición quedó latente durante mucho tiempo. Hace una docena de años hice el Camino de Santiago y al regreso me puse a escribir la experiencia. Cuando me di cuenta tenía un libro. Desde entonces no he dejado de escribir. Hasta el momento llevo publicados diez libros. Todos están disponibles en Amazon.

Escribir requiere esfuerzo y tesón, una novela se completa después de una labor exigente y continuada de muchos días, semanas y meses. Incluso años. Un escritor consagrado decía que una novela se hace con un diez por ciento de inspiración y un noventa por ciento de trabajo. Hay que tener ilusión por lo que se hace y no desfallecer en el trayecto. En ese sentido la experiencia del Camino me resultó de gran ayuda. También para completarlo es necesario un esfuerzo continuado durante muchos días y eso hace que encuentres en tu interior fuerzas que tú mismo desconocías.
Para escribir hay que leer mucho. Para poder ubicar un argumento en un contexto histórico, aunque sea contemporáneo, es necesario documentarse exhaustivamente. Me interesan muchos temas, pero quizás priman los que tienen que ver con las migraciones forzadas de las personas, con el desarraigo que se produce cuando la gente, por circunstancias ajenas, es obligada a abandonar la tierra donde ha nacido. La historia está llena de expulsiones, más o menos violentas.
Antes de descubrir la publicación independiente, había publicado cuatro libros en papel. Hay gran diferencia entre la edición clásica y la edición independiente. Los aspectos más positivos de la segunda opción son la libertad de acción y la inmediatez de la información sobre tu libro. Cuando firmas un contrato con una editorial, el libro deja de ser tuyo durante el periodo acordado. Con la auto publicación siempre se mantiene el control. Amazon KDP nos informa al instante del desarrollo de las ventas, cosa imposible con una editorial tradicional, que solo lo hace una vez al año, y de un modo que precisa de un auto de fe, ya que el escritor es un mero sujeto pasivo sin ninguna posibilidad de intervención en el proceso. Mi experiencia con Amazon KDP, puedo decir que ha sido muy positiva.
Las nuevas tecnologías han revolucionado el proceso editorial, pero lo más importante es que han contribuido a difundir la lectura, al hacerla más accesible a mayor cantidad de lectores. Indudablemente ofrecen muchas ventajas. Los que nos hemos criado con el papel disfrutamos de la lectura en el formato tradicional, pero cuando lees en un soporte digital tienes acceso a otra serie de utilidades, tamaño, manejabilidad, capacidad de almacenamiento, precio, adecuación del tamaño de letra, etc., todo parece indicar que se va a imponer y el libro clásico acabará siendo un objeto de lujo. Cuando los niños se acostumbren en la escuela a estudiar solo con ordenadores, van a ser poco propensos a leer en soportes de papel.
Por poner una sombra en este universo feliz, creo que las nuevas tecnologías van a cambiar no solo la edición, sino hasta la forma de leer. Es posible que el lector demande textos más cortos o más simples, para poder interactuar cuanto antes con otros lectores. Hay tantos estímulos que todo se hace más urgente y más breve. Pero lo importante es leer, la lectura alimenta la imaginación y mejora la inteligencia. Lean mucho y disfruten con la lectura."
--Luis Molinos

viernes, 21 de febrero de 2014


La pregunta le sonó impertinente. ¿Qué le importaba a aquel viejo andrajoso lo que estaba haciendo allí? Pensó inventarse cualquier historia. Estaba haciendo turismo, conociendo el país, recorriendo las playas, buscando lugares para fotografiar, investigando los sitios donde hubiera buena pesca, estudiando las aves marinas, mil cosas. Cualquier historia le iba a parecer bien a aquel vejestorio medio cegato. ¿Cómo le iba a contar el motivo que le había llevado hasta allí?

- Verás, esta torre la he estado viendo en sueños durante muchos meses –se sorprendió al oír sus propias palabras y al mismo tiempo lo encontró divertido, decidió contarle todo, total, el viejo no se iba a enterar-. Llevo meses soñando cada noche con esta playa, exactamente con esta misma playa que nunca antes había pisado. Lo creas o no, lo cierto es que llevo viendo este lugar, mientras duermo, desde hace mucho tiempo. Cada noche se me reproduce la visión de esta ensenada, y como jamás había estado aquí, pensaba que no existía. Hace un par de días, paseando por Madrid, vi por casualidad un póster de propaganda que reproducía exactamente el paisaje de mis sueños y puedes imaginarte mi asombro al descubrir que este lugar era real. Intenté averiguar dónde se hallaba y tuve suerte porque tropecé con un hombre que era de la zona, un paisano tuyo, a lo mejor hasta lo conoces, trabaja en la Embajada de Marruecos en Madrid, no me dijo su nombre pero me contó que se había bañado muchas veces en estas aguas. Es un tipo de expresión fosca pero amable en el fondo. Me indicó con exactitud cómo llegar hasta aquí. Me monté en la moto y me vine derecho, he llegado muy bien, sin problemas. Quería estar en el lugar de mis sueños. De mis sueños… Nunca se habrá dicho esa frase con mayor juicio.

El hombre había escuchado la larga parrafada con atención, como si se estuviera enterando. Se pasó la mano por la cara, miró a su alrededor y dijo:

- Esta torre más vieja, más. ¡Antigua!

- Eso parece, sí, estas atalayas de vigilancia se construían para proteger el territorio de los invasores y de los piratas. Supongo que será de la Edad Media.

- ¿Media?, no, más vieja, más. Esta torre guarda secreto.

Santiago lo miró con gesto de extrañeza. “Ven”, dijo el viejo y lo llevó hasta el otro extremo del recinto. Le mostró una oquedad en la pared del muro en la que podría esconderse una persona agachada. Le explicó que la había descubierto él gracias a una de sus cabras, “¡ésta!”, y le señaló concretamente a la responsable. El animal había estado comiendo yerbas alrededor de una piedra que desplazó con la testuz. Al ver que se podía mover, él la extrajo totalmente y descubrió que detrás estaba hueco. Era una alacena que guardaba unas armas, utensilios de cocina, herramientas, y tres libros grandes, “¡antiguos!”. Le contó el hallazgo a un primo suyo que vive en Tánger, un hombre muy sabio, un ulema, El Hach Sidi Amselam, hijo de una prima. Vino enseguida a verlo, se entusiasmó con el descubrimiento, y le dio un buen dinero por el lote. Lo que más le gustó fueron los libros. Los estuvo hojeando delante de él y dijo que uno de ellos estaba escrito por un prisionero que había estado recluido en el torreón hacía muchos años. Un hombre que había venido de España, de un pueblo llamado Denia.

Fragmento de "El salto del caballo verde", novela que transita entre 1609, año de la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia, y la actualidad.
Está disponible en formato libro electrónico en Amazon.es y Amazon.com

http://www.amazon.es/El-salto-del-caballo-verde-ebook/dp/B009VGP4OG/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1392998324&sr=8-1&keywords=el+salto+del+caballo+verde
El salto del caballo verde

jueves, 13 de febrero de 2014

Con el alma entre los dientes


Uno de los barcos hacía aguas y hubo que ponerlo en seco para carenarlo, lo que hizo que nos detuviésemos allí unos días. Los indios de la isla se mostraron amistosos y trajeron comida a cambio de collares. Cortés tenía noticias de que en la tierra que veíamos enfrente habían naufragado varios hombres unos años atrás, y que alguno de ellos continuaba con vida. Como estaba muy interesado en localizarlos, escribió una carta y la envió con unos indios, junto a unos collares de cuentas para el rescate. Partieron en una canoa y regresaron a los pocos días diciendo que sabían dónde vivían dos españoles pero que no los habían podido traer. Cortés entonces decidió ir a por ellos, y como ya estaba reparada la embarcación, nos ordenó hacernos a la mar. Justo cuando partíamos se desató tan gran temporal que no hubo más remedio que regresar a refugiarnos en el ancón para pasar la noche y aguardar hasta que se calmasen las aguas. A la mañana siguiente, ya con la mar serena, y prestos a partir, vimos venir una canoa con tres indios. Detuvieron el bote cerca de donde estábamos y bajaron a tierra, venían desnudos, salvo unos taparrabos que les ocultaban las vergüenzas, y portaban arcos y flechas. Dos se quedaron en la orilla, como atemorizados, y el tercero se acercó decidido a nosotros, alzando los brazos y gritando. Era cenceño y cárdeno, y llevaba el pelo trasquilado al modo de los indios esclavos. Al ver que venía hacia nosotros tan decidido y alegre, con aquella forma de gesticular y gritar, pensamos que no estaba en sus cabales. Hasta que estuvo muy próximo no entendimos qué decía. Aunque tenía un acento lastimoso logramos descifrar algunas de sus palabras:

-¡Dios!, ¡Santa María!, ¡Sevilla!

Se arrodilló y elevó los brazos al cielo dando gracias al Altísimo.

Por su aspecto todos le habíamos tomado por indio, pero era uno de los españoles perdidos. Llevaba ocho años entre los indígenas y tenía que hacer esfuerzos para expresarse en castellano. De los naufragados solo sobrevivían dos, él y otro que no quería venir. Intentó superar las dificultades que encontraba para volver a expresarse en castellano, y nos relató su aventura poco a poco:

"-Jerónimo Aguilar me llamo, natural de Écija, franciscano. Ha ocho años, estando en el Darién, estallaron conflictos entre Diego Nicuesa y Vasco Núñez de Balboa. Partimos con el regidor Valdivia en una carabela para dar cuenta a don Diego Colón de lo que estaba aconteciendo, pero cerca de Jamaica la embarcación empezó a hacer aguas y se nos fue a pique muy rápido. Llevábamos un cargamento de quince mil pesos de oro para la corona, todo se perdió, junto a la vida de gran parte de la tripulación. Solo nos salvamos veinte, entre hombres y mujeres, tuvimos que apretarnos en un pequeño esquife, nos encomendamos a Dios, y nos dejarnos arrastrar por las corrientes. Estuvimos catorce o quince días a la deriva, sin agua ni comida, la mitad murieron antes de arribar a la costa. Cuando al fin alcanzamos tierra firme, nos asaltaron los indios y nos llevaron prisioneros. El capitán y otros cuatro acabaron en la piedra del sacrificio. Mientras los comían, tres hombres y dos mujeres pudimos escapar. Anduvimos errando hasta que caímos en manos de otros indios menos sanguinarios. Nos tuvieron de esclavos, trabajando como bestias para ellos. Las dos mujeres y uno de los hombres murieron pronto, extenuados. Al final solo sobrevivimos dos, el Señor sabrá por qué. Todos los días, sin faltar ninguno, le rogué para que pudiera retornar con los míos. ¡Alabado sea Dios! Por fin habéis llegado. Más de ocho años he pasado cautivo.

-¿Y tu compañero?

-Gonzalo es su nombre. Es un marinero oriundo de Palos, tosco y bragado. Cuando el cacique me autorizó a venir, pasé por su pueblo a buscarlo, pero no quiso acompañarme. Él encontró una nueva vida, no sufrió lo que yo, está casado y tiene tres hijos, él no está de esclavo, es esforzado y se distinguió en las guerras que acostumbran a librar. Le nombraron capitán, es respetado, tiene ascendiente con el cacique. No quiere abandonar a su familia, me dijo que ya es uno de ellos, alguien importante. ¿Adónde voy a ir?, preguntó. Ni siquiera tuve tiempo para intentar convencerle, su esposa me amenazó con un palo, quería agredirme, nada pude hacer para que me acompañara."  

-¿Qué te parece, Felipe?, nadie sabe dónde está el destino de cada uno. El tal Gonzalo encontró su vida entre los indígenas. Si no quiso venir con nosotros es porque allí era más feliz. No hay que preocuparse tanto por el porvenir, a veces el destino te lleva al lugar adecuado sin tú proponértelo.

Fragmento de "Con el alma entre los dientes", novela que narra la llegada de los españoles a México y Perú. Disponible en Amazon.

http://www.amazon.es/Con-alma-entre-los-dientes-ebook/dp/B00EC7BIIA/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1392307608&sr=8-1&keywords=con+el+alma+entre+los+dientes

Con el alma entre los dientes: De Tenochtitlán a Cajamarca